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Lucía Ballvé vuelve a empezar en el Club Voleibol Oviedo

La carbayona, una promesa precoz, triunfa en un equipo que lleva invicto dos temporadas después de romperse dos veces el cruzado

Lucía Ballvé, jugador del Club Voleibol Oviedo, con un balón Luisma Murias

Lucía Ballvé (Oviedo, 1999) es la única jugadora de su equipo, el Club Voleibol Oviedo, que ha nacido en el siglo XX. La compañera de equipo que más se le acerca en edad tiene tres años menos y a la más joven, Julia Bobes, le saca seis. A esta estudiante de Enfermería, que llegó a jugar en las categorías inferiores de la selección española, le toca ahora hacer el papel de veterana en un equipo repleto de niñas que se han acostumbrado a ganar, ganar y volver a ganar. Y es que el Club Voleibol Oviedo (CVO) se impuso en todos los partidos de la pasada temporada, en la que consiguió el ascenso a Primera Nacional, y sigue invicto en la actual, en la que se ha colocado como líder indiscutible de su grupo.

Pero las enseñanzas que Lucía Ballvé puede transmitir a sus compañeras van más allá de los resultados y no tienen que ver solo con la diferencia de edad. La ovetense cuenta ya con una trayectoria que le ha permitido conocer lo mejor y lo peor del deporte. Se inició en el voleibol en el colegio San Ignacio, en Oviedo, donde pronto comenzó a destacar. Tanto que a los 15 años, cuando cursaba 4º. de la ESO, se fue a vivir a Soria, a una concentración permanente de la Federación Española. Allí estuvo tres años, hasta que terminó Segundo de Bachillerato. “Estaba muy bien, muy contenta, aunque es muy duro porque entrenas todos los días, viajas los fines de semana...”, relata la jugadora sobre esa etapa de su vida.

En Soria jugaba con el equipo del colegio y, cuando llegó a edad juvenil, fichó por el Alcobendas. “Seguía viviendo en Soria, jugaba con el club de allí en Superliga 2, y las fases de Madrid y el campeonato de España juvenil con Alcobendas”, explica. Una vez que terminó la Secundaria, Ballvé se trasladó a Madrid, donde comenzó a estudiar Enfermería y se integró definitivamente en el Alcobendas, club que tenía equipos en Superliga 2 y 1. “Los alternaba”, cuenta.

Y entonces empezaron los problemas más graves. “Nada más llegar a Madrid me rompí el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda, me operé, hice la rehabilitación, volví a jugar y al año siguiente, de nuevo en Madrid, me volví a romper”. Un palo duro para un joven que aspiraba a lo máximo en el voleibol y que acababa de empezar en la Universidad: “Tras romperme por segunda vez decidí volver a Oviedo a operarme, empecé la rehabilitación entre Oviedo y Madrid, seguía estudiando allí. Es en 2019 cuando decido y me dan la oportunidad de volver a jugar aquí en Oviedo”. El temor a lesionarse de nuevo fue una de las razones de su vuelta a casa: “Hubiese seguido allí, pero tenía tanto miedo de volver a romperme o de que me pudiese pasar algo que prefería que si me pasaba me pasara en casa”.

El voleibol había perdido bastante protagonismo en la vida de Ballvé, pero el CVO hizo que eso cambiara por completo: “La temporada pasada fue para adaptarme totalmente, jugaba pensando en la lesión, pero este año ya no tengo ni una molestia ni nada, al principio me daban miedo sobre todo los giros, pero ya ni pienso en la rodilla cuando estoy jugando”. Y eso que la recuperación de una lesión así es difícil de olvidar: “Son muy largas, ocho o nueve meses de fisioterapeutas y rehabilitación”.

Pero siempre que llueve escampa y Ballvé disfruta ahora con un equipo que le ha devuelto la ambición: “Esta temporada yo pensaba en mantener la plaza, en no bajar, pero después de varios partidos vamos primeras y ahora en nuestra cabeza solo está ir a la fase de ascenso y subir a Superliga 2”. Es la capitana y le toca “la responsabilidad de ayudarlas para que estén atentas a muchas cosas en el juego, en la pista, en situaciones de nervios que, aunque yo también este nerviosa, tengo que parecer más tranquila”. Este año tiene dos grandes retos: “Acabar la carrera de Enfermería y ascender a Superliga 2, es lo que está en mi cabeza”. Considera que los grandes secretos del equipo son la preparación de los partidos que hace María Corral, su entrenadora, y el “compromiso” de unas chicas que no saben perder.

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