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Un “Cubano” pegado al silbato: Juan Carlos Fernández Losada, 45 años "con el silbatu en la boca"

El colegiado deja la federación tras 30 años pero seguirá de árbitro: “Aún siento mariposas en la barriga antes de pitar”

Losada, en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, con varios de los trofeos recibidos. | Ángel González / J. C. L.

“Llevo 45 años con el silbatu en la boca”. Juan Carlos Fernández Losada (La Habana, 9-2-1960) es el árbitro con el que han crecido varias generaciones del voleibol asturiano. El “Cubano”, apodo por el origen de su nacimiento, ha complementado esta faceta con la labor de director técnico de la federación asturiana de voleibol, trabajo del que acaba de ser relevado tras 30 años. La nueva directiva de la Asturiana ha apostado por caras nuevas y él prefiere irse “en silencio y sin crear polémica”. “Busco trabajo y, por supuesto, seguiré pitando”, afirma.

“Para unos soy Losada, para otros, el “Cubano” o “Cubanín”, por Juan Carlos me conoce poca gente”, explica el hijo de Ceferino y Ernestina, dos emigrantes que retornaron a España a finales de los sesenta con sus dos hijos –el mayor se llama José Antonio y tiene dos años más que Juan Carlos–. Madrid, Orense y, finalmente, Gijón “porque aquí vivía una hermana de mi madre, Dolores”. “Estudié en el Rey Pelayo y tomé contacto con el voleibol cuando hice Formación Profesional en el Fernández Vallín. Ahí me cogió Joaquín Álvarez y acabé siendo un colocador del montonín”, cuenta el “Cubano”. El voleibol le atrapó.

Un “Cubano” pegado al silbato

Pasó como jugador por la Agrupación Deportiva Las Palmeras y empezó a entrenar niños en el Colegio Lloreu y entonces, le ofrecieron arbitrar. “Me llamó mucho más que jugar o entrenar. En 1976 saqué el curso y desde entonces no he parado, ni una sola temporada”, subraya, orgulloso. Escolares, juveniles y en 1990 ascendió a la máxima categoría del voleibol nacional. “No llegué a internacional porque no me llevo bien con el inglés”, reconoce.

Sólo el reglamento, que impide pitar en categoría nacional a partir de los 55 años, ha frenado su frenética agenda durante los fines de semana. “Como a nivel autonómico hay déficit de árbitros, sigo habilitado para pitar partidos en Primera División y Superliga 2 en Asturias”, explica. Su familia, que le ha visto poco el pelo en los últimos años, lo agradece. “A mi mujer (Yolanda Herrero) y a mi hija (Noa) tengo que agradecerles el apoyo que me han mostrado siempre”, destaca. Atrás, aquel debut en la máxima categoría, en Barcelona. “Esa semana ni comí ni dormí”, dice con una sonrisa.

Testigo de los años dorados del voleibol en España, “los de Robles y Rafa Pascual”, asegura que disfrutaba con el ambientazo de “canchas míticas como las de Burgos, Soria, Vigo, Ávila... Había partidos con 4.000 personas en la grada, también momentos de tensión en play-off para el título, o de Copa”. Entre los más “calientes” con el árbitro, el entrenador y exjugador Sergio Camarero, o el ex del EMI Gijón Jeny da Silva. “Luego nos veíamos fuera del pabellón y como si nada. Puedo decir que nunca tuve que redactar ningún informe por algún altercado”, subraya.

El Cubano se veía jubilándose entre el silbato y la Federación, a la que llegó de la mano de Antonio Morales, Joaquín Álvarez y Luciano Suárez, a quienes “estaré eternamente agradecido. También a compañeras como Mabel Álvarez y Mónica Zuazua, que lo hacían todo más fácil”. “Estoy intentando asimilar la situación en la que me he quedado. Estoy orgulloso de la mucha gente que permitió conocer mi trabajo. Fui un privilegiado. Ahora me gustaría seguir ligado al deporte, pero toca buscarse la vida”, apunta. Donde seguirá hasta que “las fuerzas me lo permitan” es pitando. “¿Sabe que todavía siento mariposas en la barriga antes de arbitrar un partido?”, desvela, 45 años después, el infatigable Cubano.

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