Un apasionante y largo sprint puso ayer colofón al Descenso Internacional del Sella, que retornaba tras dos años de parón por la pandemia. La emoción por el regreso de la prueba deportiva más emblemática del Principado se palpaba en las orillas y en el agua, y se desbordó cuando cuatro piraguas de palmarés envidiable llegaron al último kilómetro con opciones de victoria, tres de ellas con palistas asturianos jaleados por los aficionados, ribereños bien conocedores del río que no pudieron con la fuerza y calidad del equipo nacional de Francia.

Quentin Urban y Jeremy Candy, bicampeones del mundo, segundos en la última edición del Sella, lograron la primera victoria internacional del descenso en 25 años. Por primera vez sonó la Marsellesa en el podio de vencedores de Ribadesella. "¡Que la victoria, a tus voces viriles, acuda bajo nuestras banderas!" reza la letra, ayer dedicada a la gesta de estos franceses capaces de derrotar en su propio río a los reputados palistas asturianos. Suceden los nuevos reyes del Sella en el histórico de vencedores extranjeros a los sudafricanos Conradie y Wilson, ganadores en 1997.

El Sella volvió con toda su magia, con la tradición, con las monteras piconas, con los collares de flores, con Asturias vibrando ante uno de sus grandes días. Al segundo cajón del podio se subieron el riosellano Walter Bouzán y el gallego Álvaro Fernández Fiuza, y al tercero, el cántabro y recordman del Sella, Julio Martínez, con el parragués Emilio Llamedo Iglesias. Kilates de calidad y experiencia para una competición que no tiene problemas de salud, que resiste sin fisuras el correr del tiempo.

La victoria gala fue de cocción lenta. No eran todavía las doce del mediodía cuando, con el balonmanista Raúl Entrerríos como maestro de ceremonias, se dio la salida en Arriondas. Se abrieron los cepos, salieron las piraguas, como es tradición, en tropel, comenzó la pelea por tomar buenas posiciones en el río, por evitar los tropiezos indeseados. Los sudafricanos Clinton Cook y Hamish Lovemore y los argentinos Dardo y Franco Balboa, quintos y décimos en los puestos de salida, empezaron liderando la prueba. Más dificultades tuvieron en los primeros compases los octocampeones Walter Bouzán y Álvaro Fernández Fiuza, que tras cuatro años sin competir juntos volvían para presentar batalla.

Que el río llevase poca agua parecía una ventaja para los más conocedores de todos sus recovecos, para aquellos que han crecido junto al Sella. Al llegar a La Remolina, eran seis las embarcaciones liderando la prueba: la K-2 sudafricana, la francesa, la argentina, la de los recientes campeones de Europa de maratón Miguel Llorens, riosellano, y Alberto Plaza, cangués; la de Julio Martínez y Emilio Llamedo; la de Bouzán y Fiuza; y la del avilesino Miguel Fernández Castañón y José Julián Becerro, hasta ayer últimos campeones del Sella. Con paladas acompasadas, fueron devorando kilómetros, buscando la mejor lámina de agua, esquivando piedras y sequeras. Unos y otros iban turnándose al frente de la prueba y reservando fuerzas para acometer los últimos kilómetros.

Los hermanos Balboa se descolgaron de la cabeza de carrera tras el paso de La Requexada, superados los 40 minutos de competición. En Lloviu, con el tren fluvial engalanado parado sobre el puente de hierro, pasaron por delante los franceses. Becerro y Castañón empezaron entonces a perder fuelle. Estaba todo por decidir con cuatro binomios de postín buscando el triunfo más deseado bajo el puente riosellano.

A la altura de la isla de la Boticaria, a menos de un kilómetro de la línea de meta, la estrategia llevó a que cada embarcación buscara una vía de salida diferente. Walter Bouzán y Álvaro Fernández Fiuza se pusieron al frente un instante, pero un error, confesado tras la prueba por los protagonistas, dejó espacio a los franceses Urban y Candy, grandes esprinters, que les adelantaron y pudieron lograr la ventaja suficiente para que, una hora, 7 minutos y 45 segundos después de la salida, se coronaron bajo el puente de Ribadesella. Dejaron con la miel en los labios a Bouzán y Fiuza, los campeones de 2010 a 2017 y protagonistas por su sonado regreso como equipo. Julio Martínez y Emilio Llamedo, por su parte, arrebataron el tercer puesto a Llorens y Plaza en la última palada: tres décimas de segundo de ventaja les permitieron subir al tercer cajón del podio.

El triunfo local llegó en la K-1 masculina con la victoria de Javier López, del Club Piragüismo El Sella. El de Soto del Barco, tras una buena salida, logró imponer su calidad y superar al máximo favorito, el danés tricampeoó del mundo y campeón del Sella en 2019 Mads Pedersen, que perdió comba en el rabión del Diablo. Roberto Gerinder, también del Club Piragüismo El Sella, se hizo con el tercer puesto.

En categoría femenina Eva Barrios y Amaia Osaba lograron su tercer triunfo consecutivo, el sexto de Osaba, en una competición que un año más les obligo a dedicar buena parte de la prueba a rebasar y esquivar a los rezagados de otras categorías. Barrios y Osaba adelantaron a más de 180 embarcaciones para lograr su triunfo. Tania Fernández y Tania Álvarez, también del equipo nacional español, fueron segundas y las húngaras Renata Csay y Csofia Cellai-Voros, terceras. Irene Gana, una vasca veraneante habitual en Ribadesella, fue la vencedora en K-1.

Tras dos años de parón por la pandemia, el Sella no defraudó y con la victoria de los franceses Urban y Candy vuelve a poner de manifiesto su reclamo y potencial internacional. El Sella, creado en 1929 por Dionisio de la Huerta como una excursión en piragua, se reivindica casi un siglo después como una de la prueba de maratón más importante del mundo. Sus aguas son tradición a paladas.

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Ambiente en Arriondas y Ribadesella en la gran fiesta de las Piraguas Julia Quince