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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

Marilyn, la tía de Billy Wilder y los 400 goles de Messi

La inteligencia del astro argentino para jugar al fútbol al margen del ahínco y de la constancia

Puede que los 400 goles de Messi en la Liga no den para que un nuevo François Truffaut ruede una versión futbolera de esa inmortal obra maestra que es "Los 400 golpes" porque, entre otras cosas, Lionel Messi no se parece en nada a Antoine Doinel, el joven parisino que protagoniza la película de Truffaut. Pero Messi merecería inspirar una película de Truffaut titulada "Los 400 goles", inaugurar una novísima "Nouvelle Vague", ser aclamado en el Festival de Cannes o, lo que es más difícil, un elogio sincero de Pelé o de Maradona. "Los 400 goles" sería una película fascinante que no terminaría con su protagonista en un reformatorio y conociendo el mar, sino con Messi reformando lo que creíamos saber del fútbol y descubriendo un océano futbolístico del que solo teníamos noticia por los recuerdos de la infancia. Messi, el hombre de los 400 goles, es ese niño que todos conocimos en el patio del colegio que hacía lo que le daba la gana con la pelota cuando le daba la gana (que, por cierto, era casi siempre). Lo malo de Messi es que lo tenemos demasiado cerca y, así, sus 400 goles nos parecen algo normal, tan normal como las travesuras de Antoine Doinel en el colegio. Pero no. "Los 400 golpes" de Truffaut inauguraron una nueva forma de hacer cine partiendo de una historia muy normal. "Los 400 goles" de Messi inauguran una nueva forma de jugar al fútbol partiendo de una historia muy normal protagonizada por un niño argentino que quería ser futbolista y que firmó su gran contrato en una servilleta. Todo es tan normal que no es normal.

¿Qué vio Carles Rexach en aquel niño argentino cuando escribió en una servilleta?: "En Barcelona, a 14 de diciembre del 2000 y en presencia de los Sres. Minguella y Horacio, Carles Rexach, secretario técnico del FC Barcelona, se compromete bajo su responsabilidad y a pesar de algunas opiniones en contra a fichar al jugador Lionel Messi siempre y cuando nos mantengamos en las cantidades acordadas". Charles Darwin decía, en contra de los que defendían el carácter hereditario de la inteligencia, que los hombres no difieren mayormente en cuanto al intelecto, sino que se distinguen por el grado de ahínco y constancia que ponen en su trabajo. Galton, que sí creía en el carácter hereditario de la inteligencia, replicó diciendo que la capacidad de trabajo es tan heredable como cualquier otra. El debate es fascinante, pero hasta los darwinistas más radicales estamos dispuestos a hacer una excepción con Messi porque, la verdad, nos parece imposible que el genio de Messi sea producto solo del ahínco y de la constancia. Rexach no vio ahínco y constancia cuando escribió ese contrato en una servilleta. Vio otra cosa. No es que Messi sea un jugador hábil (que lo es), rápido (que lo es) y bien entrenado (que lo es). Messi es un tipo con una inteligencia futbolística descomunal que parece imposible de entrenar, de formar, de alimentar, de crear. La gran diferencia entre Messi y los demás es su inteligencia para jugar al fútbol, y eso es lo que tuvo que ver Rexach y el motivo por el que retuvo a un niño tímido y demasiado bajito.

Los 400 goles de Messi no son producto del ahínco y de la constancia o, al menos, no son solo producto del ahínco y la constancia. Si Messi hubiera sido un futbolista tan conflictivo como Antoine Doinel, seguro que hoy no tendríamos un Messi. Pero el ahínco y la constancia tampoco habrían hecho de Antoine Doinel un Messi. Puestos a imaginar un Messi dormilón y juerguista, a la manera de "Mágico" González o Cassano, hoy no habría contrato en una servilleta ni 400 goles, pero los futboleros no nos perderíamos un partido en el que jugara ese tal Messi. Cuando le preguntaron a Billy Wilder por su relación con Marilyn Monroe, el gran director dijo que Marilyn era impuntual y problemática y nunca se sabía los diálogos, y que su tía Minnie siempre llegaría a su hora, se sabría los diálogos al dedillo y nunca daría problemas en un rodaje, pero ¿iba a pagar alguien por ver a su tía Minnie? Todos pagaríamos por ver jugar a Messi aunque fuera tan impuntual como Marilyn y saliera al terreno de juego sin saber los diálogos. La grandeza de Messi es que es tan maravilloso como Marilyn y tan puntual como la tía de Billy Wilder. Nunca habrá otro como él.

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