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Montes, Pocholo, Solabarrieta...

De fútbol sé poco y entiendo menos, pero por alguna razón hay una letanía futbolera que resuena en mi cabeza desde hace más de cincuenta años y que termina así: "...Montes, Pocholo, Solabarrieta, Valdés y Juanjo". Era la delantera del Sporting allá por la temporada 1967-1968, cuando se decía faut, orsay y córner y los equipos alineaban un portero, tres defensas, dos medios y cinco delanteros. Yo, que por entonces tenía nueve o diez años, siempre quería jugar de "extremo izquierda"; no jugaba un pijo ni tenía la menor idea de qué hacía el tal extremo, pero sonaba bien.

El caso es que, como digo, aquella letanía me persigue desde hace medio siglo. No es la única: puedo recitar de memoria los metales alcalinos y alcalinotérreos (litio, sodio, potasio? berilio, magnesio, calcio?), los modos de los silogismos (barbara, celarent, darii...), las declinaciones latinas (nominativo, vocativo, acusativo?) y otras chorradas similares de escasa o nula utilidad en mi vida diaria. Sirven, eso sí, de background; o sea, están ahí, bajo la superficie, y afloran en el momento adecuado para contextualizar hechos, sentimientos pasados o nombres.

Por ejemplo, leo en LA NUEVA ESPAÑA que ha muerto Miguel Ángel Montes, del que no sabía nada desde hace muchos, muchos años (mi ignorancia futbolística, ya digo, es proverbial), y de improviso me he puesto a recitar: "...Montes, Pocholo, Solabarrieta, Valdés y Juanjo".

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