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Una historia de la NBA

De cómo Bryant fue escudero de Shaquile O'Neal y acabó siendo el líder a base de exhibiciones de una franquicia que iba a la deriva

Hemos perdido a un competidor nato, también a un rival honorable que sabía reconocer en la victoria y en la derrota el mérito del rival.

A mí, que crecí idolatrando a Jordan, la irrupción de Kobe me pareció el preludio de una era de imitadores, Bryant tampoco me ayudo a disipar mi recelo hacia él. Era un talentoso jugador, que saltó a una edad muy, muy temprana a la NBA, como queriendo quemar etapas y demostrar lo antes posible que era un digno sucesor de Michael.

Hijo de padre baloncestista, Kobe se había sentido desde edad muy temprana atraído por este juego, y ya en Italia, donde su padre jugo en los primeros años de vida de Kobe, dejo alguna anécdota de su inconmensurable talento.

Fue ese talento el que hizo que los Lakers le eligieran en el "draft" en una decisión tan acertada como arriesgada. Aquella edición del "draft" marcó a Kobe, a Los Lakers y a los Sixers, y es que Kobe, que era de Filadelfia, ardía en deseos de jugar para el equipo de su ciudad, pero estos prefirieron apostar por la inmediatez de un talento aparentemente más hecho y fiable: Allen Iverson.

Kobe empezó un proceso de desarrollo y maduración como jugador que inicialmente se produjo en un equipo mediocre. Los de púrpura y oro no terminaron de carburar tras la temprana retirada de Magic Johnson. Kobe, fue testigo esos años, de la crisis del equipo, crisis que con la llegada de Phil Jackson y Shaquile O'Neal tocó a su fin. Con ellos, conquistó tres anillos de la NBA como segunda espada por detrás de O'Neal.

En realidad, lo tenía todo en contra para ser señalado referente de aquel equipo. Shaq era -aún es de hecho- el último gran pívot dominante. Un jugador imparable en aquella época. Un tipo sociable y de carácter extrovertido y travieso, que además había alcanzado la madurez, llegando al fin a la esperada plenitud en su juego. Shaq se llevó todos los grandes títulos individuales que los jugadores de los Lakers ganaron en aquel trienio dorado. Pero Kobe fue decisivo. Al igual que Olajuwon necesitó a Drexler, O'Neal necesitó a Kobe, y la importancia de Kobe fue aún mayor que la de Drexler.

Aquellos anillos a temprana edad y los problemas propios de un vestuario con personalidades tan fuertes, unidos a dos fracasos consecutivos (en las temporadas 2003 y 2004) llevaron a pique el proyecto. La juventud de Bryant, su inagotable sed de triunfo y el carácter algo despreocupado de O'Neal, tampoco contribuyeron a alargar la dinastía. Aunque la historia pudo ser diferente, Kobe permaneció en Los Ángeles, y se echó un proyecto desastroso a la espalda.

Mientras Phil Jackson, harto de los egos de los jugadores, se retiraba por segunda vez, con nueve anillos en su haber, O'Neal se marchaba a los Heat donde se asociaría con otro joven talento, señalado por muchos como otro nuevo Michael Jordan. Su nombre, Dwayne Wade. O'Neal ya envejecido, gano su cuarto anillo en 2006 con Wade como primera estrella.

Para entonces Kobe realizaba exhibiciones anotadoras jornada tras jornada para mantener viva una franquicia a la deriva.

Una vez más, el fichaje de un interno (en este caso un ala pívot) y la vuelta al banquillo de Phil Jackson llevaron a Kobe a la gloria. Entre 2004 y 2008, Kobe, inasequible al desaliento, fue lo único reseñable de unos Lakers incapaces de construir un proyecto.

Pau Gasol llegó a Los Ángeles para unirse a una plantilla liderada por Kobe, y que apuntalaban excelentes gregarios como Derek Fisher, Lamar Odom, o el jovencísimo y prometedor (pese a las lesiones) Andrew Bynum. Con Jackson llevando el proyecto desde el banquillo y Kobe de referente indiscutible en el campo, el equipo alzó el vuelo.

El cambio fue instantáneo y el equipo llego a las finales de 2008, aunque fue derrotado por los Celtics de Garnett, Pierce y Allen. Ese verano Kobe, formó parte de uno de los mejores "Team USA" de la historia, y protagonizó una legendaria final contra España en los Juegos Olímpicos.

El oro conquistado devolvió a Estados Unidos a lo más alto del baloncesto mundial. En aquella victoria Kobe estuvo espléndido en la cancha y fuera reconociendo el talento y la inteligencia del equipo español, un conjunto que sin la exuberancia física de los americanos, llevó a los NBA al límite a base de un juego inteligente, una enorme finura táctica y una comprensión profunda del baloncesto.

De vuelta a la NBA, dos anillos consecutivos jalonaron la plenitud de la sociedad formada por Kobe y Pau. El primero contra Orlando palidece comparado con la épica victoria sobre los Celtics en el segundo. Gasol destacó especialmente en su revancha contra Garnett y Perkins.

El proyecto podría haber continuado, pero los problemas de Bynum (un jugador sobre el que se pretendía construir el futuro del proyecto) llevaron a su salida y a la llegada de Dwight Howard. A Phil Jackson le sustituyó Mike D'Antoni y la química en el vestuario se resquebrajó y las ideas de D'Antoni no terminaron de funcionar en la cancha.

A Kobe aun le quedaba otra gran final por jugar, otro gran duelo con los españoles en un nuevo encuentro igualmente equilibrado. Para la historia queda la imagen de toda la selección NBA alineada para honrar a Pau tras haber perdido junto a la selección. Solo la gran amistad entre Kobe y Pau, y el respeto que los americanos sentían por el mayor de los Gasol y el conjunto español, explican ese gesto de deportividad.

Las lesiones castigaron los últimos años de un jugador que con cinco anillos ya estaba más allá del bien y del mal. Pese a todo, Bryant se resistió a retirarse desde el banquillo y cuajó algunos partidos memorables en sus últimos días como jugador. Todo el mundo debería ver su partido contra Utah en el que el escolta, con 38 años y el físico muy castigado por una carrera de 20 años al máximo nivel, cuajó una sensacional actuación y se fue a los 60 puntos, para dar la victoria a los Lakers.

Kobe, más que ningún otro, liberó a los escoltas de las comparaciones con Jordan, logró construir su propia historia a pesar del paralelismo claro en su juego con el mejor jugador de todos los tiempos y demostró que sabía levantarse como pocos pese a los reveses de la vida.

Nadie se va del todo si nos queda su ejemplo, sus logros y su impacto en la vida de cuantos le conocieron. Probablemente, en cierto modo, Kobe, sea pues, inmortal. Se lo ha ganado.

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