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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

Nausícaa en la playa

El fútbol está lleno de paradojas como la del portero condenado

Es más difícil ser portero que delantero. Dicho de otra manera, es más difícil ser Alisson Becker, el portero del Liverpool, que Antoine Griezmann, el delantero del Barça. Un portero puede hacer diez paradas extraordinarias en un partido y acabar destrozado por la crítica y el público si ha cometido un solo fallo que cuesta un partido. Un delantero, sin embargo, puede fallar goles que no solo estaban cantados sino que ya tenían hasta banda sonora y, de repente, convertirse en el héroe local porque acertó a meter el pie en una jugada tan perdida como la tumba de Alejandro Magno. Alisson es un grandísimo portero, pero cometió no uno, sino dos fallos en el partido Liverpool-Manchester City, y me temo que esos fallos no serán unas simples notas a pie de página de su carrera sino parte de su definición. La trayectoria de Griezmann en el Barça ha sido hasta ahora bastante decepcionante, hasta el punto que se hablaba más de su precio y de su melena que de sus goles. Pero Griezmann despertó de su sueño dogmático en el partido de Copa ante el Granada y, ale-hop, ya no importa el dinero que costó ni que a veces parezca que presta más atención a sus peinados que a su relación con el gol. Conclusión: el infierno del fútbol está lleno de porteros señalados por un fallo, y el cielo futbolero está plagado de delanteros bendecidos por un gol.

El fútbol está lleno de paradojas como la del portero condenado y el delantero salvado. Por ejemplo, hay futbolistas a los que miramos con cierto desdén porque no hacen nada mal y futbolistas que adoramos porque hacen una cosa maravillosamente bien. No parece justo. Benzema es un delantero que no hace nada mal, y Santillana era un delantero que remataba de cabeza maravillosamente bien. ¿Benzema se convertirá en un mito madridista como Santillana? No lo creo. Rakitic no hace nada mal, pero no se ganó el corazón de los culés como Larsson, ese sueco que lo que sabía hacer lo hacía de forma perfecta. Por supuesto, de los futbolistas que lo hacen todo absolutamente bien ni hablamos. O sea, que no hay nada más que decir acerca de Messi. Conclusión en forma de consejo para ese verso suelto que se llama Ousmane y se apellida Dembélé: de las muchas cosas que sabe hacer bien, el futbolista francés debería elegir una y ser el mejor en esa cosa. Correr por la banda. Driblar tres veces seguidas a su defensor. Disparar a puerta. Pegar al balón con las dos piernas. Sembrar el pánico en los rivales. Si lo hace, comerá en la mesa de Messi y Cristiano. Si no lo hace, será como esas burbujas que hacen agradables cosquillitas en la nariz.

Más paradojas. ¿Merece un futbolista como Messi lo que gana, o acaso gana lo que se merece? Ni Messi ni nadie merece ganar esas millonadas absurdas, pero Messi sin duda gana lo que merece si tenemos en cuenta que el fútbol se ha convertido en un elemento más de la lógica capitalista. Dicen los que saben de estas cosas que el Barça ingresa más dinero gracias a Messi que el que destina a pagar el sueldo del mejor futbolista del mundo. Si es así, fin de la discusión. Messi no merece lo que gana, pero gana lo que se merece. Conclusión: no intente aplicar esta lógica cuando pida un aumento de sueldo en su empresa. El capitalismo es el capitalismo pero el fútbol es el fútbol y Messi, me temo, solo hay uno.

Para terminar. Alisson, Griezmann, Benzema, Dembélé, Ronaldo y Messi son hombres, pero también dioses del fútbol. Los dioses griegos a veces visitaban a los mortales, de manera que un desconocido con el que uno se encontraba en el camino podría ser un dios. Por eso cuando Ulises se encuentra en la playa con Nausícaa pregunta a la hija del rey de los feacios si es una mujer o una diosa. A veces los mortales nos encontramos con los dioses del fútbol en un aeropuerto o en la entrada de un hotel, pero no tenemos las dudas de Ulises porque, a diferencia de los dioses griegos, sabemos que los dioses del fútbol son dioses porque siempre están detrás de una valla o rodeados de guardias de seguridad y no hablan, sino que firman autógrafos. Conclusión: si usted está en la playa de San Lorenzo de Gijón y duda si ese tipo que está tomando el sol tumbado en una toalla es Messi, no pierda el tiempo. No es Messi.

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