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José Luis Salinas

La opinión sobre el Alcorcón-Oviedo: jornadas de penitencia

Ziganda tenía miedo a perder en Alcorcón, y por poco lo consigue

Ziganda tenía miedo. Temor. Pavor a perder un partido al que los expertos en marketing les habían puesto el cartel de transcendente. Y lo era. Especialmente si se perdía. Así, los del Cuco, los cuquinos, salieron a jugar pensando tanto en defender su portería que se les olvidó que el contrario también podía tirar desde fuera del área. Otra vez cara de tontos. Como el pasado fin de semana. Otra vez empezar un partido cuesta arriba. Cómo si supiéramos remontar. O lo que sea eso. Otra jornada de penitencia.

Es curioso, pero Ziganda siempre elige los nobles suburbios madrileños para revolucionar al equipo. Lo hizo en la primera vuelta por Leganés y lo repitió ayer en Alcorcón, como todos ustedes pudieron ver atónitos, seguramente. Entiéndaseme. Porque lo que hizo el navarro fue revolucionar al Oviedo para mal. Agitar el once para nada. Porque lo que hizo ayer el Cuco con los cuquinos no tenía sentido ninguno. Para empezar, no hacían falta cinco defensas para frenar a un equipo de secano.

Con lo que igual no contaban los del sur de Madrid es que el Cuco iba a darle la enésima oportunidad de su vida a un delantero sobre el que el entrenador tiene una fe ciega. Solo él la tiene, convendría matizar. Qué bien les va a venir a muchos de los que salieron ayer de titulares la nueva Primera División de la Federación Española de Fútbol para no caer en el más profundo de los olvidos.

Al final tuvieron que ser “los buenos”, salvo Borja Sánchez condenado a un extrañísimo ostracismo, los que sacaran las castañas del fuego, y enmendaran la que habían liado los cuquinos. Eso y que el “Tiburón” volvió a morder después de meses de haberse dejado la dentadura en casa. Esperemos que esto acabe pronto.

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