Opinión

La opinión de Rafa Quirós sobre Gijón y el Mundial: Veinte años no es nada y medio siglo tampoco

Lo que sabe Gijón de cosas que salen caras, como el Mundial

También era caro perforar un túnel bajo Gijón que nadie pidió ni falta que hacía. 3,8 kilómetros de ninguna a ninguna parte, a la espera de excavadoras para prolongarlo por un extremo y de estación intermodal a la que conectarlo por el otro (intermodal es un modo de decir). Es caro pasarse 40 años cambiando estaciones ferroviarias de sitio y tener en servicio un apeadero "provisional", transcurrido casi medio siglo desde que la estación que teníamos –y que cientos de ciudades europeas mantienen en uso– la dejamos para museo de viejos trenes, a modo de metáfora.

Es caro vivir en los barrios del oeste de Gijón y parte del concejo de Carreño, respirando los hollines de una actividad industrial que, bajo iniciativa pública o privada o ambas dos, supedita a una cuenta de resultados la buena salud del aparato respiratorio de seis generaciones. Es caro invertir dinero público en muelles portuarios que no se van a usar, o vincularlos a una supuesta Zona de Actividades Logísticas donde al cabo de 20 años no se ha instalado empresa alguna, ni logística ni ilógica. Que un tren de Cercanías directo tarde 35 minutos en llevarte de Gijón a Oviedo o viceversa sale caro, cuando el trayecto se podría hacer en 20 minutos, con una inversión mínima si la comparas con el tercer carril de la autopista y sus fulgurantes luminarias.

Sale bastante caro dejar que echen abajo una antigua escuela de Peritos en pleno centro de Gijón, por pura ocurrencia, y que el solar quede para aparcamiento. El edificio que la piqueta derribó podría ser hoy, por poner un ejemplo entre varios, sede integral de la diseminada Universidad Popular de Gijón, de la que a nadie oyes hablar pero es uno de los grandes logros de la ciudad en el último medio siglo.

Es caro tener un edificio como el de Tabacalera, empantanado y con Cimavilla clamando por su apertura, transcurridos veinte años desde que la fábrica de tabacos cerró. El mismo día que echaron el candado las de Madrid, Málaga o San Sebastián, que ya son museos o centros culturales haciéndose maduros.

Otro edificio en desuso y sin cesión de uso, el de los antiguos juzgados de Prendes Pando, va a salir carísimo, tanto tiempo ahí muerto de risa.

Es caro y deprimente tener un solar abandonado en Naval Gijón desde hace 15 años, y aún más caro permitir que los terrenos, que en parte fueron ganados al mar para beneficio de empresas privadas, no hayan revertido al municipio en su totalidad. Sale más caro el empeño "seudoprogresista" de impedir tozudamente que parte de ese suelo, en primera línea de costa, tenga un uso residencial. No es tan caro irse unos días a Malmoe, a Gotemburgo, a Liverpool, a Düsseldorf a la orilla del Rhin, a comprobar qué se hizo allí en terrenos abandonados por la desindustrialización, distinguiendo meridianamente entre cohesión urbanística y pelotazo. También se puede ir a Bilbao, dar una vueltina por la ribera del Nervión y volver en el día.

Salió francamente caro sacar 12 millones de euros (de hace 20 años) de la caja de caudales del Ayuntamiento para comprar la Escuela de Fútbol de Mareo, al rescate de una deficiente gestión del Sporting y sin exigir contrapartida alguna a cambio ni intervenir aquella gestión; hasta que la SAD socorrida acabó arruinada y una quita de la deuda por vía judicial la sacó de la quiebra.

Saldrá caro seguir manteniendo El Molinón a base de remiendos otros 40 años, desde la poco afortunada ampliación para el Mundial 82. Sin un plan a medio o largo plazo para la conservación y modernización de un estadio que usan cada mes unas 40.000 personas, muy por encima de cualquier otro recinto de espectáculos en la ciudad. Porque ahora que no va a haber Mundial-30 (ni falta que nos hace el torneo en sí, y menos aún tener que tratar con esa banda futbolera de mercachifles apoltronados en Suiza), habrá que preguntar a la Corporación Municipal gijonesa quién, cuándo y cómo va a correr con la inversión necesaria para que el cacareado estadio más antiguo del fútbol español no se caiga a pedazos de aquí a 20 años, que no es nada como cantaba Gardel.

De Orlegi se dice que vinieron a hacer negocio no más, y claro que sí. Si hubieran venido a repartir dinero no serían una empresa privada, serían una ONG. De momento se han quedado con el Sporting de Gijón SAD, no a la fuerza o a punta de revólver, sino poniendo encima de la mesa 50 millones de euros para comprar las acciones que estaban en venta. Aquí creemos de hace tiempo que venir de fuera a hacer negocios es venir a apoderarse de lo ajeno, pero a ver si en otros 20 años abrimos el foco y nos convencemos de que hacer negocios no es un delito; más bien lo contrario si el negociante no estafa, no incumple la normativa vigente, no explota a sus empleados, no defrauda a Hacienda ni vende mascarillas defectuosas en plena emergencia sanitaria para comprarse un coche de 240.000 euros. Que de todo eso ya sabemos un rato.

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