Oviedo, L. GANCEDO

Al tercer año de crisis, Europa y su Estado del bienestar se ponen a dieta, más severa en los casos de España, Portugal, Irlanda y Grecia. Las dudas sobre la solvencia de estos países, sus dificultades en los mercados financieros y los riesgos que ello implica para el conjunto de la economía continental han determinado a la zona euro a imponer una rígida disciplina fiscal -de gastos e ingresos públicos- enfocada, sobre todo, hacia un grupo de naciones que, pese al sobresaliente crecimiento de algunas de ellas (España e Irlanda, principalmente) durante la década anterior a la Gran Recesión, han terminado por hacer buenos los pronósticos de quienes habían alertado sobre los desequilibrios de esas economías. Son los países que ciertos observadores anglosajones agruparon bajo el acrónimo peyorativo PIGS (cerdos, en inglés) y que, entre otros, comparten un rasgo: haber sido durante años beneficiarios principales de los fondos europeos para el desarrollo.

Emplazados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), por la Unión Monetaria o por iniciativa propia, España, Grecia, Portugal e Irlanda tienen en marcha duros procesos de ajuste que, con distinta intensidad, afectan al Estado del bienestar y a la riqueza de los ciudadanos. El plan español, con recortes de salarios para los empleados públicos, congelación de pensiones y más cirugía en la obra pública, debe pasar esta semana el examen de los ministros de Economía y Finanzas de la Eurozona. Aunque las intensidades varían, las medidas que anunció el presidente Zapatero en el Congreso el pasado miércoles está en la línea de las que se aplicarán griegos, irlandeses y portugueses. Y son de naturaleza análoga también a las que prepara la Italia de Silvio Berlusconi.

l Irlanda, sin garra. La economía irlandesa asombró al mundo durante los últimos veinte años. Una estrategia basada en la baja fiscalidad para las empresas, en la inversión en educación, en la conexión del país con grandes «lobbies» estadounidenses, y favorecida por la condición anglófona del país y por el intenso apoyo de los fondos de la UE, colocó a Irlanda a la cabeza del crecimiento europeo y con tasas de paro del 4%. Ese proceso le valió a Irlanda la admiración de la comunidad internacional y el sobrenombre de «tigre celta».

El tigre empezó a perder las garras por el lado de su sistema financiero. Al calor de la crisis global y del estallido de su propia «burbuja» inmobiliaria, el Estado irlandés tuvo que salir en 2009 al rescate de su tercer banco, el Anglo-Irish Bank, nacionalizado. La caída de las exportaciones y el abrupto desenlace de un «boom» constructor semejante al español redondearon la crisis irlandesa. Y en tres años, Irlanda pasó de una tasa de paro del 4% (2006) al 13% actual, aunque está lejos del 20% español.

Las cuentas públicas se han deteriorado también a gran velocidad en un país con una fiscalidad blanda, donde, según informaciones periodísticas, uno de cada dos contribuyentes está exento de pagar impuestos y el tipo del tributo de sociedades es singularmente bajo (12,5%) para atraer empresas.

El déficit público escaló hasta el 14,2% en 2009 (superior al español, del 11,2%). El endeudamiento público se mantiene en tasas contenidas (64% del PIB), aunque, como en España, ha avanzado a fuerte velocidad.

El Gobierno de Brian Cowen, perteneciente al partido conservador (Fianna Fáil), tomó decisiones de ajuste antes que otros países. Los salarios de los funcionarios bajaron un 5% en los dos últimos años (hasta un 15% en el caso de los profesores y los policías) y hubo aumentos de tributos, aunque no se tocó el ventajoso impuestos de sociedades. En diciembre pasado se acordó otro recorte de gasto de 4.000 millones. El dinero destinado a prestaciones y servicios sociales también ha bajado un 5%, pero sin tocar las pensiones.

Aunque la posición del país en los mercados financieros mejoró con aquellas medidas, el seísmo que originó el rescate griego arrastró a Irlanda; y el Fondo Monetario Internacional (FMI), partícipe en el mecanismo de rescate de la eurozona, ha reclamado al país, al igual que a España, Grecia, Portugal o Italia, que profundice con la tijera.

l Portugal, por consenso. La economía portuguesa entró en la Gran Recesión precedida de otro período económico difícil. El país había crecido por encima de la media europea en los años noventa, pero lo hizo con un patrón que generó desequilibrios importantes (fuerte endeudamiento privado, déficit exterior...). El ajuste posterior deprimió el consumo y la inversión durante años, y el PIB portugués llegó a retroceder en 2003. En aquel momento España crecía más del 3%.

Portugal llegó a finales de 2009 con un déficit del 9,4% y, como España y la mayoría de los países de la zona euro, recibió el mandato europeo de presentar un plan de estabilización y crecimiento para reequilibrar sus cuentas públicas en el horizonte de 2013. El plan luso incluía anuncios de subidas de impuestos, congelación de salarios públicos y recortes de gasto social.