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Análisis

Ese tipo con intereses

El reflejo de Trump en los mercados y los riesgos para España

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y sus primeras decisiones han suscitado respuestas mixtas en los mercados financieros. Wall Street, cortoplacista, cabalga sobre los anuncios económicos que brotan del despacho oval: bajadas masivas de impuestos, promesas de más desregulación, chantajes proteccionistas, mayor gasto en defensa y en infraestructuras...

De cara a la Bolsa, Trump ya dejó ver que no se corta para disparar abiertamente contra valores cotizados. Como hizo lanzando misiles-tuits contra la Lockheed, a propósito de los costes del caza F-35 que el coloso de la industria militar fabrica para el Ejército estadounidense. En las mismas redes sociales que Donald utiliza para comunicarse con la mitad de EE UU que le ha votado y escandalizar a la mayor parte del resto del mundo se han leído sospechas acerca de que se movió información privilegiada antes del tuit para sacar partido de la caída (del 4%) que la Lockheed iba a sufrir en Bolsa. Trump es un tipo con muchos intereses económicos, como también lo son sus principales amigos y colaboradores.

Puede decirse que la Bolsa ha ha reflejado desde la elección de Trump la expectativa del impacto que a corto y medio plazo tendrán sus políticas: una aceleración del crecimiento económico y del empleo a través de la expansión fiscal (menos impuestos y más gastos) que beneficiaría a una parte no menor de las empresas cotizadas. Los riesgos a largo plazo asociados a la deriva proteccionista, la presumible escalada del déficit, las tensiones inflacionistas o la posibilidad muy firme de que la Reserva Federal (el banco central de EE UU) tendrá que endurecer más de lo previsto su política monetaria y probablemente ir al choque con Trump no comparecen por ahora en el Dow Jones.

En el mercado de deuda pública la reacción es distinta. La tendencia al alza de los tipos de interés a largo plazo, que brotó en septiembre por un cóctel de circunstancias, se aceleró con Trump. Desde el 9 de noviembre, el rendimiento del bono estadounidense a diez años ha subido del 1,85% al 2,47%, reflejando que los inversores esperan un calentamiento de la economía estadounidense, más inflación y mayor déficit (se pronostica hasta el 10% del PIB) y endeudamiento público (ahora en el 110%).

Ese movimiento en los tipos de interés se ha contagiado a la deuda pública europea, que antes de Trump ya había iniciado una remontada suave pero sostenida, incluso a pesar de las compras masivas de bonos por parte del Banco Central Europeo (BCE), que han mantenido de manera artificial los costes financieros de países como España en niveles extraordinariamente bajos. El rendimiento del bono español ha subido el 20% desde el 9 de noviembre, si bien sigue en niveles muy modestos (1,51%).

Pero la combinación de un endeudamiento público muy alto (ya del 100% del PIB) y esa tendencia de los tipos que puede ganar intensidad en el nuevo contexto económico y geopolítico mundial emerge como una amenaza para España. No tan directa para los hogares y las pymes, también muy endeudados pero cuyos tipos (el euribor) dependen más del precio del dinero que fija el BCE, como para las cuentas del Estado. Después de estos años de escalada de la deuda pública a precio de saldo, cada décima que puedan subir los rendimientos que los prestamistas internacionales exigen al Tesoro supondrá miles de millones. Y con ello el riesgo de más recortes de gasto y subidas de impuestos, sobre todo si se confirma que viene una desaceleración del crecimiento económico.

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