Las gasolineras asturianas quieren evitar el riesgo de quedar en la cuneta por el avance del coche eléctrico. La Asociación Asturiana de Vendedores de Carburantes y Combustibles (Asvecar) impulsa un proyecto para instalar cargadores junto a los surtidores de combustible en once estaciones de servicio de la región. Comienza así la reconversión de un sector que está convencido de que o se moderniza y se adapta a los nuevos tiempos o puede verse obligado a echar la persiana arrollado por el presumible avance de los coches enchufables. En la iniciativa participan también el Principado, la Federación Asturiana de Energía (Faen), la empresa Simon, que suministrará los equipos, y la eléctrica EDP, que se encargará de dar cobertura eléctrica a esta red.

"Éste es ya un asunto de presente", señala Marcos Martínez, gerente de la asociación de la que forman parte el 60% de las estaciones de servicio de la región. Por el momento, la red de recargas se está organizando para dar cobertura a la zona central, el Oriente y el Occidente. Serán once las gasolineras que participen en este plan experimental, repartidas de una forma estratégica por el mapa regional con el objetivo de que los conductores que tengan alguno de estos vehículos puedan disponer de un enchufe de uso público cada pocos kilómetros.

"El primer trabajo que estamos haciendo es buscar aquellas gasolineras que tengan potencia suficiente para poder soportar una instalación eléctrica de este calibre", explica Martínez. No todas pueden. Se necesita montar sistemas de cargas rápidas o ultrarrápidas que consumen una gran cantidad de energía. "Queremos instalar toda esta infraestructura pese a que aún no hay demanda para ella", señala Martínez. De hecho, por las carreteras asturianas aún circulan muy pocos vehículos eléctricos, si bien la perspectiva es que su número vaya multiplicándose año a año hasta hacer doblar el codo a los turismos tradicionales, aquellos que funcionan con gasolina o gasóleo.

Las cifras crecen, pero el coche eléctrico es aún muy minoritario. En 2017 se vendieron en la región 83 turismos, según la patronal de los concesionarios Anfac. El número es aún raquítico en comparación con la matriculación del resto de vehículos, aunque el crecimiento relativo haya sido elevado (73%). "Hasta ahora el problema era que la gente no compraba estos coches porque no había infraestructura, y la red de recargas no se montaba porque se decía que no había demanda", explica. Con lo que en Asvecar se han decidido a romper ese círculo vicioso. Los enchufes de alta potencia podrán estar montados en esas once gasolineras y funcionando este mismo año. Ésa es al menos la previsión que maneja la asociación.

El objetivo es no perder ese tren. "En el futuro la mayoría de las recargas se harán en los garajes de casa, en las plazas de aparcamiento de los supermercados y en las del trabajo, pero nosotros también tenemos que estar ahí", explica Martínez. Y añade: "Una estación de servicio tiene que seguir funcionando y ésta es una transición hacia otro modelo, el eléctrico, como si fuera un combustible más". En un principio, las gasolineras cederán de forma gratuita sus terrenos para la explotación de estos cargadores. Lo que pretenden es que los clientes paren a recargar sus coches y hagan algo de gasto en la tienda o en el bar de la estación de servicio mientras esperan a que su coche esté listo.

"El único beneficio al que aspiramos ahora es el de la imagen y el servicio", señala el portavoz de Asvecar. Aunque reconoce que en un futuro sí que será necesario replantearse ese negocio y buscar fórmulas para que las gasolineras saquen algún otro tipo de ganancia económica. "No sabemos todavía cómo puede ser eso, si se cobrará por la recarga de energía o por el alquiler de una plaza de garaje", apunta. Ocurrirá cuando por las carreteras asturianas circulen un 15% o un 20% de coches eléctricos, estiman desde la patronal. "Pretendemos que se vayan asociando las estaciones de servicio como un sitio donde parar a recargar; si no hacemos nada, tenderemos a desaparecer", señala Marcos Martínez.

Algunas grandes ciudades europeas, entre ellas Madrid y Barcelona, ya tienen planes para restringir y penalizar a medio plazo la circulación por sus calles de turismos con motor de combustible y premiar a los eléctricos. De hecho, en la comunidad madrileña la venta de estos vehículos está subiendo con fuerza.