Hace ya algún tiempo la UE decidió dar un paso al frente en la lucha contra el cambio climático y fijó el objetivo de la descarbonización de la economía en el horizonte de 2050, con una reducción de las emisiones de CO2 de más de un 80% con respecto a 1990.

Algo que celebro, porque a Europa, como sociedad avanzada, le corresponde liderar este proceso. Creo además que España, como parte de Europa, debe converger con los objetivos fijados en la cumbre de París, y para ello debemos abordar un proceso de transición energética hacia las energías limpias como de hecho estamos haciendo.

No en vano, España será el único país de la UE que cumplirá con los objetivos marcados para 2020 en materia de renovables. Y en este momento hay unos objetivos fijados para 2030 que también debemos cumplir.

Pero hay muchas formas de hacerlo. Desde luego, una descarbonización exprés como la que ha priori ha anunciado la ministra de Transición Ecológica Teresa Ribera, no es el camino. El gobierno de una sociedad avanzada, responsable y solidaria debe ser capaz de hacer una transición energética justa, en la que no haya ganadores ni perdedores. Cosa a la que, a juzgar por declaraciones de la ministra, el Gobierno de Pedro Sánchez ya parece haber renunciado. Porque la propia ministra ha dicho sin ningún reparo que en este proceso habría "ganadores y perdedores".

Y, dicho eso, me preocupa mucho el papel que le vaya a tocar a Asturias en este proceso. Y por eso invito a la señora ministra a que, antes de tomar ninguna decisión irreversible, analice la situación particular de cada territorio que compone este país llamado España y del que Asturias también forma parte. Y que si necesita cualquier dato que le pueda ayudar en ese análisis, desde FADE estamos a su disposición con ánimo constructivo.

Pero, por favor, que por falta de información no condene a Asturias a lo que podría ser una nueva reconversión industrial. Bastantes hemos padecido ya, a causa de las cuales somos una de las regiones más envejecidas de Europa, una región que no ha sido precisamente atractiva para captar población ni ha ofrecido oportunidades para el desarrollo profesional a las últimas generaciones de jóvenes. Y por supuesto, el bálsamo de los fondos de compensación no resuelve el problema. Una nueva reconversión supondría la puntilla definitiva para el futuro de Asturias.

En cualquier caso, de cara a la transición energética que -repito- debemos y queremos abordar, me voy a permitir aportar algunos datos del actual escenario de la economía asturiana:

El sector industrial supone el 22,2% del PIB regional y más de 60.000 empleos, en una región con más de 70.000 parados (casi un 15%). Cerca del 50% del total de la energía que se consume en Asturias, corresponde sólo a tres empresas electrointensivas: Alcoa, Asturiana de Zinc y Arcelor. Los costes energéticos suponen para estas empresas entre el 20 y el 40% de sus costes de producción.

Estas tres empresas suman más de 7.000 empleos directos que, añadidos a las subcontratas y al empleo inducido, dan trabajo a aproximadamente 25.000 personas.

Por su parte, las centrales térmicas suponen en Asturias más de 1.000 empleos directos, entre plantilla propia y subcontratas. Algunas, como la de Soto de la Barca, son prácticamente el único foco de actividad de la comarca. Y otras, como la de Lada, están ubicadas en el corazón de las castigadas cuencas mineras.

El puerto de El Musel es el primer puerto granelero de España y el carbón supone el 23% de estos. Desde este puerto se abastece de carbón a las térmicas de la región y las de las comunidades vecinas.

En el puerto de El Musel, cargan diariamente 374 camiones con carbón con destino a las citadas centrales térmicas o, lo que es lo mismo, 121.000 camiones al año. Además, varios trenes salen también diariamente cargados de carbón con el mismo destino.

Existe además en Asturias un importante tejido industrial formado por industrias transformadoras que son netamente exportadoras, que tienen implantados sistemas de fabricación avanzada, que cuentan con un alto grado de tecnología y que son grandes consumidoras de energía.

En la actualidad, la industria asturiana ya paga la cuarta factura eléctrica más cara de la UE, y está testado y demostrado que la desaparición de la energía térmica del actual mix supondría un incremento del coste de la energía . Si recurrimos al histórico, supondría un incremento medio del 12% en los dos últimos años. También Greenpeace ha reconocido que la desaparición de las térmicas de carbón de este mix, implicaría un aumento del precio de la energía de ese orden, según un informe que la citada organización encargó a la Universidad Pontificia.

En lo referente a la garantía de suministro, también es evidente que no está garantizada en una región como Asturias, en la que entre un 70 y un 80 % de la energía finalmente consumida procede de la generación térmica con cinco centrales en la región. Y que actualmente no contamos con infraestructuras que nos garanticen que, en un momento dado, nos podamos abastecer desde fuera de Asturias.

Y en lo que se refiere a garantías, tampoco estaría de más contar con una pequeña cuota de carbón autóctono que dé soporte seguro a las imprescindibles energías de respaldo. No olvidemos que la mayor parte del carbón que se quema en nuestras térmicas procede de la importación, y que tampoco disponemos de gas entre nuestros recursos.

Contamos además con un informe de la Comisión de Expertos para la Transición Energética, integrada por representantes de todos los partidos políticos, patronal y sindicatos, que nos dice que es posible cumplir con los objetivos de descarbonización para 2030 aun manteniendo un muy alto porcentaje de la potencia térmica instalada.

Sinceramente, creo que con este escenario, una descarbonización exprés como la que se plantea, con un cierre acelerado de las térmicas, no sólo sería una temeridad, sino una irresponsabilidad que condenaría a Asturias irremediablemente a una nueva reconversión industrial y, definitivamente, al mayor de los crepúsculos.

De momento ya somos víctimas de las consecuencias de las declaraciones de la ministra. La industria requiere estabilidad normativa y solidez institucional y, evidentemente, tras los anuncios del nuevo Gobierno, no creo que ninguna eléctrica dé luz verde a inversión alguna en sus centrales térmicas para reducir sus emisiones. Espero y deseo que esta situación aún se pueda revertir.

Pero, en cualquier caso, 4.600 MW térmicos cumplen con esas exigencias, porque ya han realizado las inversiones pertinentes. Y, por lo tanto, no entrañaría ningún problema su continuidad en el tiempo.

Tampoco sabemos cómo va a evolucionar la tecnología en campos como la captura de CO2. Aún tenemos mucho tiempo por delante y no debemos ser los primeros en pegarnos un tiro en el pie cuando la situación y los tiempos no lo requieren.

No tenemos que ir más rápido que el resto de Europa, sino acompasados. En este caso, las prisas no conducen a nada salvo al abismo para regiones como la nuestra.

Considero más necesaria que nunca una alineación de todos los asturianos, de todo el gobierno, de todos los partidos políticos, los empresarios, los sindicatos, los medios de comunicación y de toda la sociedad civil, en defensa del futuro de Asturias. Porque si ya de por sí, somos pocos, si además no defendemos unidos nuestro futuro, nadie va a venir a hacerlo por nosotros.

Y como empecé, termino. No solo defiendo sino que considero esencial una transición hacia una economía sostenible, saludable y respetuosa con el medio ambiente. Y, por supuesto, a sabiendas de que sin duda representa también un mundo de oportunidades que sabremos aprovechar. Pero también ha de ser respetuosa con los territorios, con las personas, con los empleos y, en definitiva, con el estado del bienestar, lo que es manifiestamente compatible.