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La gran familia de Alcoa

Una pareja, dos despidos

Maite Sánchez y Juan Ramón Méndez tienen una hija de 2 años: "Habrá que reinventarse, empezar de nuevo"

Juan Ramón Méndez y Maite Sánchez, ante la planta de Alcoa. M. F.

La pequeña Alba Méndez juega feliz. A sus dos años, es ajena al drama que se cierne en su hogar luanquín. Su madre, Maite Sánchez, y su padre, Juan Ramón Méndez, están a un paso de quedarse en la calle, sin trabajo, sin sustento. Los dos trabajan en Alcoa, en la fábrica de Avilés en la que se conocieron y en la que surgió el amor hace ocho años. Entre los dos suman 32 años de dedicación a la multinacional aluminera, una carrera que ahora se ve truncada con el anuncio de cierre, el segundo en ocho años. La pareja, vecina de Luanco (Gozón), tiene pocas esperanzas de que la planta siga adelante. "Si todo se confirma, habrá que cambiar de aires, reinventarse, empezar de nuevo", sostiene.

Maite Sánchez, luanquina de 40 años, es técnico en el control de calidad de la fábrica, en fundición. Tras cursar un ciclo formativo de grado superior en química, entró en la planta de San Balandrán en 2004. Empezó como analista en el laboratorio (examinando las muestras de las coladas de aluminio) y desde 2018 es la responsable de este departamento.

En 2010 comenzó su relación con Juan Ramón Méndez, un ingeniero técnico que nació en Madrid hace 42 años, que se crió en San Ciprián y echó raíces en Asturias. Méndez estudió ingeniería técnica en Gijón y acabó trabajando en una contrata de la rama eléctrica en la planta de Alcoa en San Ciprián. La multinacional estadounidense le abrió las puertas de la fábrica avilesina con el cambio de milenio mediante un contrato relevo. Eran los tiempos del rejuvenecimiento de plantillas. Méndez tenía 24 años cuando dejó atrás el único complejo fabril de Alcoa que se salva ahora de la sangría e hizo las maletas para volver a Asturias.

Juan Ramón empezó en mantenimiento y ha ido subiendo niveles hasta su puesto actual. Desde 2014 es el jefe de mantenimiento electromecánico en electrolisis y también de servicio. Doble responsabilidad. La incertidumbre que ha caracterizado el devenir de Alcoa la ha vivido esta pareja luanquina por partida doble. "En 2009 empezó todo con una parada de cubas en la serie dos, en 2010 fue la inundación, en 2012 y 2013 tuvimos una regulación temporal de empleo, hubo un descuelgue de convenio por el medio y en 2014 tuvimos sobre la mesa otro expediente de extinción", enumera ella. "Con la sucesión de acontecimientos te vas esperando ciertas cosas de la empresa. Los perjudicados son siempre los mismos, los trabajadores", apostilla él.

El momento más dramático, coinciden, fue el de las inundaciones de junio de 2010. Hubo que parar la planta durante seis meses. "Ahí sí que creíamos que la cerraban. Es muy difícil parar y arrancar de nuevo una fábrica de estas características. Esta es una de las pocas plantas del mundo que ha conseguido hacerlo y en tan poco tiempo. Llevamos muchos años luchando, en la fábrica de Avilés la gente está muy preparada y es muy competente", incide Sánchez.

Pese a lo que pueda parecer, Juan Ramón y Maite apenas hablan del trabajo en su casa (un piso de alquiler con opción a compra). De puertas afuera ya es otra historia: "La gente te pregunta, los vecinos, los amigos. ¿Que cómo lo vivimos? Unos momentos somos optimistas, otros no tanto. Pero no podemos hacer nada, no está en nuestra mano Hoy volverán a sus puestos, como cada día, y sin saber cuando será el último.

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