La relativa baja posición asturiana en innovación es mucho más inquietante en términos europeos y mundiales, dado que España ocupa a su vez un lugar de cola en la Europa de los 28 y la UE está muy lejos de la contribución que hacen otras potencias económicas con las que compite por el liderazgo económico.

El esfuerzo español en innovación y desarrollo (I+D), y que es la suma de las inversiones realizadas por empresas, universidades, administraciones públicas y organizaciones privadas sin ánimo de lucro, apenas representa el 1,2% del PIB nacional, casi la mitad que el promedio europeo (2,07%), según informó el jueves Eurostat (la oficina estadística europea) con datos de 2017.

Como consecuencia de ello, España ocupa un puesto muy inferior a su tamaño y peso en el conjunto de la UE. Mientras que la economía española es la quinta mayor de la UE (será la cuarta en marzo tras la marcha de Reino Unido), su esfuerzo inversor en investigación y desarrollo la sitúa en el lugar 17, sólo por delante de Grecia, Irlanda, Chipre, Malta y siete países del Este. Aún más alarmante es que, según Eurostat, España ha reducido levemente su esfuerzo inversor en el último decenio. Mientras el conjunto de la UE aumentó su inversión del 1,77% al 2,07% del PIB entre 2007 y 2017, España aminoró el suyo del 1,23% al 1,2%.

Todo esto apunta a que el anunciado cambio de patrón de crecimiento español está lejos de realizarse, más allá de que el sector servicios haya sustituido a la construcción como gran creador de empleo, del aumento de las exportaciones y algún otro indicador. En todo caso, ni tan siquiera la UE está en buena posición. Frente al 2,07% que destina la UE, Corea del Sur gasta el 4,33% de su PIB; Japón, el 3,28% y EE UU, el 2,76%. La UE tiene como objetivo llegar al 3% en 2020. España y Asturias están muy lejos.