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El impulso de los empresarios a la fuerza

Parados que se vieron forzados a emprender durante la crisis han logrado consolidar sus negocios y están creciendo y creando empleo

El impulso de los empresarios a la fuerza

El día en que Pablo González perdió su empleo picó a la puerta de varios bancos para poner en marcha su propio negocio. Pero todo fueron negativas. No había dinero. Era 2011, el año en el que el desempleo superó la barrera de las 90.000 personas en Asturias y una época en la que parecía que no había freno para aquella sangría. González, que hasta entonces había sido el coordinador de la Fundación Tecnológica y Formativa en Alimentación (Futeca), con sede en Mieres, no quiso engrosar aquellas listas de parados así que, tras el portazo inicial de la banca, decidió probar con lo más básico. "Hice una prueba piloto y me puse a vender carne a través de una página web, por internet", explica. Funcionó. Ahora, ocho años después, lidera un negocio próspero, una compañía con una docena de trabajadores, una sala de despiece y la "carnicería más pija de Gijón", dice. Una vez en marcha, sí logró la ansiada financiación.

El suyo es un ejemplo de emprendedor por la fuerza. Empujado por la necesidad y que, tras comenzar nadando a contracorriente, ha conseguido mantenerse a flote, mejorar. Ahora, una vez que la marejada ha aflojado, está ampliando el negocio que creó de la nada. Otros no lo consiguieron y fueron arrastrados por la marea de la crisis. "Una de las carencias que tienen los emprendedores es la de la formación, porque es de vital importancia saber cómo y dónde vas a vender tu producto", señala Manuel Prieto, responsable de la compañía asturiana MP Asesores. La clave es superar los primeros meses, que es donde están las mayores tasas de mortalidad.

No exactamente, pero algo parecido le ocurrió al langreano Pablo García, que, al comienzo, tuvo un problema de ubicación con su negocio. Por 2011 trabajaba como jefe de pintura en un taller, pero "veía que la cosa se estaba poniendo mal". Así que decidió unirse a su tío, que tenía su propio taller a las afueras de Langreo y que estaba a punto de jubilarse. "Estábamos los dos solos; él era un experto chapista y yo sabía de pintura", señala. Cuenta que el problema era que aquel negocio estaba mal ubicado, "muy a desmano; me costaba llegar a los clientes y vivíamos del boca a oreja". Así que tras aguantar un tiempo y una vez que su tío se retiró, decidió ampliar. Por aquel entonces la crisis seguía golpeando con fuerza. Nada le frenó. "Hice una inversión grande y ahora voy amortizándola y sacándole rendimiento", explica. Tanto que ya tiene siete empleados a su mando, tras incorporar a uno por año. Su vida también ha cambiado. Mucho. "Antes era un empleado más, ahora estoy formándome y yendo a cursos sobre cómo llevar una empresa", asegura.

Todo, pese a que, denuncia Manuel Prieto, hay pocas ayudas para que los autónomos puedan consolidar sus negocios. La mayoría de las subvenciones están centradas en darles ese primer empujón hacia el mundo empresarial. Eva Collar dejó su empleo también en 2011 para montar su propio centro de estética en el centro de Oviedo. Esta semana estuvo por Italia buscando ideas para su negocio. "Llegó un momento en el que se me hizo monótono el trabajo, necesitaba algo más, tener un sitio en el que poder plasmar mis propias ideas", apunta. Y añade: "La verdad que por entonces no pensaba en que hubiera crisis, no la veía, la gente me lo decía, pero yo me lancé". Comenzó en un local que pronto se le quedó pequeño, ahora tiene uno mucho más amplio en el que trabajan cinco personas. "Ser empresaria me cambió la vida, ahora trabajo el doble, y el tiempo que no estoy trabajando estoy pensando en el negocio, esto es una gran responsabilidad, es como tener un hijo", argumenta. Su idea, además, es seguir creciendo, para que su centro de estética gane músculo, e "innovando" en un sector que va al alza y que tampoco ve la crisis.

Tampoco la ven en el negocio de hostelería que montaron hace ya cinco años los hermanos Pablo y Álvaro Santovenia en Lugones. Es primera hora de la mañana y está a reventar. Por 2014 ninguno tenía mucha experiencia en la hostelería, los dos eran electricistas. "La cosa se puso mal y mi hermano se quedó al paro; con el dinero del desempleo decidió alquilar un local; mi puesto estaba también en la cuerda floja y un tiempo después dejé yo mismo el trabajo", resalta Pablo Santovenia. Ahora han comprado un nuevo local, "sin ninguna ayuda, y metiéndole una obra de la leche". La crisis y la vida los han cambiado. "Ahora tenemos más dolores de cabeza, menos descanso y mucho menos tiempo libre", asegura.

Sebastián Pretelli y Celia González se vinieron a España tratando de dejar atrás la eterna crisis argentina (él es de aquel país y ella de Oviedo) y aquí se encontraron con una profunda recesión. "Teníamos dinero para aguantar un tiempo", señala. Al principio, por 2011, cuando llegaron, estuvieron buscando un local para montar un negocio, pero "la gente estaba flipada, te pedía muchísimo dinero por el alquiler", dice él. Aguantaron y un año después lograron un mejor precio. Montaron una confitería. Nada que ver con lo que hacían en Argentina, donde eran "paparazzi". "Nos va bien", resume Pretelli, que augura que en pocos meses en el país sudamericano habrá una nueva crisis. Y apunta que en Asturias también hay algunos indicadores que son poco alentadores.

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