El segundo trimestre de 2020 podría pasar a la historia de la economía como el gran crack del covid-19, un derrumbe de la actividad económica de una intensidad sin precedentes hasta donde llegan las estadísticas del producto interior bruto (PIB) y que en España ha tenido estas dimensiones: una caída trimestral del PIB del 18,5% (en relación al período enero-marzo) que llega a ser del 22,1% si la comparación se hace con la primavera de 2019. Los datos oficiales conocidos ayer confirman la hondura de la recesión, sitúan a España a la cabeza de la debacle provocada por la pandemia en Europa y constatan el colosal desafío que representa el proceso de recuperación.

Técnicamente, España y el conjunto de la UE entraron en recesión al encadenar dos trimestres consecutivos de decrecimiento económico. El primero de ellos, con un retroceso del 5,2% en España, recogía los efectos de los quince días iniciales del confinamiento de la población y parálisis de gran parte de la actividad económica que desde mediados de marzo decidió el Gobierno para frenar el contagio del coronavirus. El segundo trimestre comprendió el resto del estado de alarma, incluido el proceso de desescalada que permitió reanudar la movilidad y el funcionamiento de las empresas y de la Administración de manera gradual y con limitaciones que en parte aún se mantienen. La incidencia en el PIB de lo ocurrido en esos meses queda retratado en los siguientes datos que ayer divulgó el Instituto Nacional de Estadística.

El confinamiento de la población y el cierre de los negocios considerados "no esenciales" hicieron que el consumo de los hogares, que aporta cerca del 60% de la riqueza que el país genera anualmente, descendiera un histórico 25,7% en relación al trimestre anterior, cuando el gasto familiar ya había retrocedido el 6,6%. Por el lado de la oferta, ello provocó un hundimiento del 40,4% en el bloque de actividades que agrupa al comercio, la hostelería y el transporte.

La técnicamente denominada formación bruta de capital fijo, otro de los componentes de la demanda nacional, bajó el 22,3%, con caídas mayores (del 25% y más) en los casos de la vivienda y de los bienes de equipo. Concuerda con descensos del 24,1% y del 18,5%, respectivamente, en la construcción y la industria, sectores que no fueron obligados a cerrar durante la mayor parte del período, pero que sufrieron los impactos del hundimiento de la demanda interna y del frenazo del comercio exterior.

El consumo de las Administraciones aumentó el 0,4% tras haberlo hecho con más intensidad (1,8%) en el trimestre anterior.

El colapso del comercio global por el covid-19 se tradujo en una caída del 33,5% en las exportaciones y del 28,8% en las importaciones.

El uso del PIB para tomar el pulso a la economía no se extendió hasta finales de los años 40 del pasado siglo, después de la II Guerra Mundial. Aunque existen aproximaciones a la evolución del producto bruto en épocas anteriores, en las estadísticas disponibles no hay antecedentes de caídas tan abruptas como las experimentadas este año por España y por el resto de los países europeos; tampoco del derrumbe que ha sufrido EE UU, de un 32,9% en términos interanuales. A falta de que algunos países comuniquen sus datos, la información conocida ayer muestra que la española es la economía europea que más ha sufrido. La pérdida trimestral del 18,5% del PIB supera significativamente las de Alemania (-10,1%), Francia (-13,8%) e Italia (-12,4%), este último el estado de la UE que recibirá más dinero del plan de reconstrucción: 173.000 millones, frente a los 140.000 de España.