Las mismas palabras suenan distintas según el contexto y, a veces también, según la predisposición de quien las escucha a interpretarlas en provecho propio o para reforzar sus convicciones. Manuel Menéndez, consejero delegado de Liberbank, dijo el día 31 de julio, al presentar los resultados del banco heredero de la antigua Cajastur y ser preguntado sobre si el banco piensa en fusiones: "Estamos abiertos a estudiar oportunidades de consolidación que generen valor". Palabra por palabra, una frase casi idéntica a las que pronunció en cada una de las comparecencias semejantes que en los últimos años ha protagonizado el ejecutivo salense. Esta vez, la lectura que se hizo de las diez palabras de Menéndez cebó la caldera de la Bolsa, por otra parte tan dada en los meses de agosto a la especulación cortoplacista aprovechando los modestos niveles de contratación: los títulos de Liberbank se han revalorizado el 46,5% desde fines de julio.

El resto de los bancos pequeños medianos cotizados -a los que se señala como candidatos claros a participar en una nueva ronda de fusiones- han participado de la escalada que encabeza Liberbank: los títulos de Unicaja han subido más del 30%, los del Sabadell en torno al 20% y los de Bankia, cerca del 9%. La Bolsa reacciona ante la acumulación de fuerzas y circunstancias que se están alineando en favor de un nuevo proceso de consolidación: la baja e rentabilidad de las entidades y su exigua valoración bursátil, que las pone "a tiro de opa"; la posición regulatoria del Banco Central Europeo (BCE) y su reconocida apuesta por una mayor concentración, o las consecuencias para el sector financiero, de dimensión aún incierta, derivadas de la crisis del covid-19.

Nueve años de tipos de interés oficiales por debajo del 1% -los del BCE están en el 0% desde marzo de 2016- y de otras medidas excepcionales de expansión monetaria han jibarizado las tasas de rentabilidad de los bancos, atados también por una regulación de riesgos endurecida que les impide compensar la caída del margen de intereses con una expansión mayor de la inversión crediticia. Algunas consecuencias: recortes de redes comerciales y de empleo para ahorrar costes, en el contexto además de la digitalización; aumento de las comisiones sobre los clientes, que penaliza a quienes no tienen más productos contratados que las cuentas, y creciente exposición al crédito al consumo, donde el margen es mayor, aunque los riesgos también. Un efecto más: "levantar capital" (captar inversores) para reforzar la solvencia o intentar operaciones corporativas cada vez es más difícil. Ganar tamaño mediante fusiones, cuando las entidades son complementarias, puede aligerar esos problemas. En particular gracias a las sinergias, especie de eufemismo que sobre todo significa ahorros de costes mediante cierres y recortes de plantilla.

El vicepresidente del BCE, el español Luis de Guindos, también aireó en julio la posición del eurobanco: "El proceso de consolidación es ineludible, la reducción de costes es fundamental, es absolutamente imprescindible y espero que en las próximas semanas, en los próximos meses, se vaya produciendo de alguna forma este movimiento de consolidación". De Guindos se refería tanto a las operaciones que puedan producirse a nivel doméstico en España con la banca pequeña y mediana como a la posibilidad de que haya fusiones transfronterizas de grandes entidades europeas. Esto último suena más a deseo del BCE que a pronóstico seguro, porque la falta de homogeneidad normativa entre países -en materia laboral o fiscal, por ejemplo- y la mayor dificultad para obtener sinergias en este tipo de operaciones sigue desincentivandolas.

En lo que atañe a sus competencias, el eurobanco sí ha removido un obstáculo regulatorio que favorece la consolidación: relajará las exigencias de capital a las entidades resultantes de una fusión, aparcando la norma según la cual el nuevo banco debe ser alumbrado con la ratio de solvencia de la entidad partícipe mejor dotada antes de la unión. Una regla, se quejan en el sector financiero, que obligaba a "desangrar" a los accionistas con ampliaciones de capital en una situación extraordinariamente difícil para acometerlas.

Luis de Guindos habló de "semanas o meses", un plazo forzosamente vago, y no sólo porque el exministro español de Economía pueda estar al tanto del mayor o menor grado de madurez de los contactos que ya existirán entre los bancos. La crisis económica asociada al covid-19 marca prioridades inmediatas que condicionan posibles calendarios de fusiones o de opas. El sector ha realizado cuantiosísimas provisiones -dinero reservado para cubrir quebrantos futuros-, las mayores de la última década, ante la expectativa de que en los próximos meses puedan producirse aumentos significativos de la morosidad y de los créditos fallidos, asociados al desempleo y a la quiebras empresariales. Por ahora es una incógnita si tales dotaciones serán suficientes, y fusionarse o hacer una oferta de compra sin haber despejado tal incertidumbre suena a mucho riesgo.

Jaime Guardiola, consejero delegado del Sabadell, que, como Manuel Menéndez, habló en julio sobre fusiones, lo resumió así: "Estamos centrados en lo que estamos, que es gestionar una situación compleja como la actual; dedicamos el 100% del tiempo a esto y no a reflexionar sobre otro tipo de cuestiones". La banca, vino a decir, anda buscando su propia vacuna contra el covid.