La situación de las baterías de coque, que no cubren la demanda de combutible que precisan los hornos altos para fundir el mineral de hierro, ha sido una de las inquietudes más reiteradamente expresadas por los sindicatos. La reapertura del horno alto "A" agudizará esa insuficiencia.

En la primera fase de las nuevas baterías de Gijón (integrada por 45 hornos) ya se han corregido los problemas técnicos que lastraron su funcionamiento tras su encendido en enero, pero su producción sigue por debajo de la plena capacidad a la espera de que termine la construcción de la segunda fase, dotada con otros 45 hornos.

Hasta la entrada en actividad de la primera de ambas baterías en enero, y desde el cierre anticipado de las de Avilés, las plantas asturianas estuvieron importando coque de otras instalaciones de la multinacional en Polonia, lo que encarece el proceso.

Amén de resolver este problema de suministro, la reapertura del horno "A" obligará a recupersar a su personal, ahora repartido por otras instalaciones, donde deberá ser reemplazado.

La mejora de la demanda tras el hundimiento causado por la pandemia a partir de marzo no disipa otros desafíos de largo alcance que presionan a las siderurgias europea y asturiana, como la entrada masiva de importaciones de acero de países extracomunitarios a bajo precio, la insuficiencia de los contingentes y medidas de salvaguarda, los costes de emisión de CO2 que penalizan a la producción en la UE y no en países terceros, y el elevado coste del mineral de hierro mientras el acero se deprecia como producto final por la competencia exterior.

En el caso de Asturias (donde Arcelor recortó 700.000 toneladas de producción en mayo de 2019 a causa de esos factores) pervive la recurrente exigencia de la multinacional para que los sindicatos accedan a negociar un plan de competitividad para la división de productos largo de Veriña (Gijón), el área de negocio más vulnerable y cuyo futuro estaría más comprometido, según el grupo.