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Miguel de la Fuente Rodríguez | Presidente-decano del Colegio de Economistas de Asturias

“Asturias tiene fortalezas para competir con cualquier región sin ningún complejo”

“Necesitamos concretar ya los proyectos que vamos a presentar en Bruselas, no es la primera vez que desaprovechamos una oportunidad clara”

Miguel de la Fuente | Marcos León

Miguel de la Fuente Rodríguez (Langreo, 1948) es el decano del Colegio de Economistas de Asturias, entidad que recientemente divulgó un estudio que alertaba de la escasa competitividad de la economía regional.

–¿Se puede cambiar esa tendencia?

–Es de vital importancia que la política tributaria se oriente a salvaguardar la pervivencia del tejido empresarial y a estimular la realización de inversiones y creación de empresas. Somos partidarios de no aumentar la presión fiscal. En materia de política industrial, consideramos necesaria la aprobación de medidas dirigidas a impulsar la internacionalización de las empresas asturianas, lo que frenaría las deslocalizaciones en el frágil tejido industrial y empresarial de Asturias. Asimismo, abaratar el coste energético para las industrias electrointensivas es, en estos momentos, un tema crucial. Asturias tiene una deficiencia histórica en materia de comunicaciones que hay que subsanar de forma prioritaria. Por último, Asturias está perdiendo población, la mayor pérdida de toda España, y se están abandonando las zonas rurales, lo que desancla la población de nuestros pueblos. Recuperar esos territorios es vital. Las nuevas tecnologías, la forma de vida en los pueblos, el bajo coste del suelo y la facilidad para conciliar vida profesional y familiar convierten al mundo rural en un enclave óptimo para el ejercicio empresarial.

El economista langreano es decano del colegio desde 2008, además de asesor fiscal y director de un despacho en Gijón. En las siguientes líneas reflexiona sobre la actual crisis económica y sobre cómo Asturias puede sacar provecho de los fondos europeos.

–¿Cómo ha afectado a Asturias la crisis del coronavirus?

–El balance es, obviamente, negativo. A la dolorosa pérdida de vidas humanas, debemos sumar cuantiosos daños en el plano económico y social. Quizá la consecuencia más evidente es que en 2020 se puso fin a siete años consecutivos de descenso en el desempleo y aumentó preocupantemente el nivel de pobreza. Todo ello incidirá en debilidades sistémicas de nuestra región, como el debilitamiento demográfico. No obstante, me gusta pensar, y creo en ello, que en Asturias tenemos capacidad y empuje suficientes para sobreponernos a esta situación.

–¿Qué secuelas económicas puede dejar la pandemia?

–La pérdida de tejido empresarial, la pérdida de puestos de trabajo y una mayor tasa de endeudamiento público. Precisamente, la reorientación de nuestro modelo productivo (más sostenible, digitalizado, eficiente, etcétera) puede contribuir a superarlo. Lo importante es que seamos capaces de revertir los datos y que la incidencia coyuntural no se convierta en un problema estructural.

–¿Qué previsiones tienen?

–Es muy difícil hacer previsiones económicas en este contexto de incertidumbre y debido a la evolución de la pandemia, puesto que puede haber nuevos rebrotes y dependerá de la eficacia de la vacuna y del número de personas vacunadas. No obstante, si todo sigue un curso normal, esperamos que en el segundo semestre de este año 2021 se produzca un crecimiento del PIB alrededor del 5,5%, que en Asturias será algo menor, alrededor del 5%, como consecuencia del menor peso del sector turístico. A pesar de estos incrementos en el PIB, no alcanzaremos la situación que teníamos en 2019 hasta el ejercicio 2023.

–¿Cómo podría una región como Asturias beneficiarse de las próximas ayudas europeas?

–Tenemos una oportunidad que no podemos desaprovechar. Europa está decidida a transformar su tejido productivo a partir de dos ejes, la digitalización y la sostenibilidad. Se pretende también mejorar la cohesión social y territorial y la igualdad. Debemos repensar nuestra región desde estos campos de desarrollo. La oportunidad reside en aprovechar y saber alinear nuestra larga experiencia industrial y su nivel de implantación, el talento y la alta tasa de profesionales cualificados, las instituciones catalizadoras de conocimiento, como la Universidad de Oviedo, y el potencial de multinacionales que conviven junto a pymes y empresas de nueva creación.

–¿Le preocupa que la región no haya presentado aún proyectos concretos?

–Me preocupa tanto el tiempo de presentación como la solvencia de los mismos. Es cierto que todavía estamos en plazo, pero no sería la primera vez que desaprovechamos oportunidades claras por no haber sido eficientes a la hora de abordarlas. Necesitamos concretar pronto cuáles son esos grandes proyectos tractores a los que ha aludido el Gobierno regional, que conllevarían efectos a largo plazo, como el de la acería verde de ArcelorMittal, que implicaría la modernización de la planta de Gijón. Es indispensable que las pymes tengan también su protagonismo en esta transformación, pero ahora mismo existe mucha confusión al respecto.

–¿Qué fortalezas considera que tiene la región para salir de esta crisis?

–Nuestra región tiene valores indudables que pueden ser una clara ventaja competitiva, comenzando por nuestra geografía, que se ha revalorizado por la pandemia y que ha reforzado nuestra imagen en sectores como el del turismo. Nuestra región ofrece condiciones naturales inmejorables y una excelente calidad de vida. Si a su potencial en el sector primario sumamos una provechosa implantación y experiencia industrial, capacidad productiva, personal cualificado, instituciones de referencia en la gestión del conocimiento (como la Universidad de Oviedo) y el acondicionamiento de infraestructuras suficientes para garantizar la movilidad y el transporte, nuestra región puede competir contra cualquier territorio sin ningún tipo de complejo.

–¿Tiene posibilidades Asturias de atraer trabajadores de fuera, esencialmente mediante el teletrabajo?

–Indudablemente. Todas, pero hay que tomárselo en serio. Para muchos profesionales del mundo, hoy, en su trabajo, ya es más importante el “qué” que el “dónde”. Al enorme atractivo de nuestra tierra como lugar para vivir se suman condiciones que son ya un buen punto de partida. Es cierto que todavía existen muchas zonas de escasa cobertura, pero casi el 80% de la población asturiana tiene acceso al 5G, y estamos muy por encima de otras regiones de Europa. Sin embargo, me ha extrañado que aún no nos hayamos lanzado en serio a la caza de “nuevos vecinos”, como han hecho otras comunidades, como, por ejemplo, Canarias, que se vende por el mundo como el “paraíso del teletrabajo”. Nosotros aún seguimos enganchados exclusivamente al paraíso natural.

–¿Qué efectos puede tener la transición energética?

–El efecto negativo más preocupante es la pérdida de puestos de trabajo, seguido del empobrecimiento económico y social. Están en juego miles de empleos directos e indirectos, no solo en el sector energético e industrial, sino también en el transporte, los servicios o el residencial. Los desmantelamientos de las centrales térmicas, el cese de la actividad extractiva de carbón, el encarecimiento insostenible de la electricidad para la industria asturiana... pueden acelerar cierres y deslocalizaciones. Una transición ineludible y justa será, sin duda, el gran reto de nuestra región en esta década. Nos jugamos el presente, pero también el futuro de las próximas generaciones. No obstante, sin eludir las lógicas preocupaciones de esta transición, me gustaría recordar también el fin último que se persigue y del que nos beneficiaremos también los asturianos, pues además de ciudadanos de herencia y gen industrial somos ante todo seres humanos y, como tales, disfrutaremos de un mundo más saludable y habitable.

–¿Cómo atajar esos efectos?

–Primero, con una defensa clara de nuestros intereses, para lo que sería fundamental la altura de miras, el consenso y la determinación política. Es imprescindible que se tengan en consideración las singularidades del sector energético asturiano y de la estructura de consumo regional. Técnicamente, deberíamos apostar por sectores y actividades emergentes, como las energías renovables o limpias y también residuales, el almacenamiento energético para redes eléctricas y el impulso de otro tipo de actividades en la cadena de valor industrial energético. 

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