Entrevista | Antón Costas Presidente del Consejo Económico y Social (CES) de España

"Asturias debería apostar más por los servicios, la industria no es suficiente"

"La alfabetización digital es necesaria como antaño lo fueron las cuatro reglas, y hay que recuperar y actualizar las escuelas de aprendices"

Antón Costas, en la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Oviedo. | Analía Pello

Antón Costas, en la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Oviedo. | Analía Pello / Analía Pello

Antón Costas (Vigo, 1949), economista, catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona y presidente del Consejo Económico y Social (CES) de España, opina que el país "tiene una economía mejor" de lo que creen los españoles. Esta semana estuvo en Oviedo, invitado por FADE, presentando el informe "La Formación Dual en España: situación y perspectivas".

–Usted pronosticó en 2022 y 2023 que, pese a los augurios, España no incurriría en una recesión. ¿En qué se basó?

–Mi pronóstico obedeció al modo que se gestionó la recesión causada por la pandemia en 2020. En la crisis financiera de 2008 el 80% del coste de la recesión había recaído sobre trabajadores y empresas, y esto hizo que cayeran los ingresos de las familias y que se destruyera empleo. Fueron cinco años de recesión, que se prolongó hasta 2013. Es imposible encontrar una recesión así en la historia. Por el contrario, en 2020-2021 se aplicaron de modo rápido instrumentos de apoyo a familias, empresas y al mantenimiento del empleo con los famosos ERTE. Esto supuso que la recesión fuese muy corta (tres trimestres) y que la recuperación fuese muy rápida e intensa. Hubo reparto justo de los costes y, cuando esto ocurre, las cosas van mejor.

–¿En qué medida influyó el diálogo social?

–El dialogo social bipartito (patronal y sindicatos) y tripartito (también con el Gobierno) ha sido extraordinario. Esta capacidad de diálogo ha llevado a un número de acuerdos –incluida la reforma laboral– que ningún otro país ha tenido. Esto restó incertidumbre y dio seguridad a las familias para que mantuviesen el consumo y a las empresas para que conservasen el empleo porque no tuvieron miedo al futuro. Fue la consecuencia de aplicar instrumentos más justos y más diálogo.

–¿Por qué la productividad apenas mejora en el mundo desarrollado?

–Es una tendencia general de todos los países desarrollados en el último cuarto siglo y en particular en la UE. Y, dentro de esta tendencia general, España aún va peor. La productividad del trabajo mejora, pero muy poco. La del capital cae de modo sistemático. Y la productividad total de los factores, que es la eficiencia con la que las empresas combinan capital y trabajo, también cae. Es una paradoja porque el empleo (la acumulación de capital humano) ha crecido mucho en España, y también ha aumentado la inversión, que es la acumulación de capital.

–¿A qué lo atribuye?

–Una de las causas quizá es que aún perdura un peso excesivo de la enorme inversión inmobiliaria que se hizo en los años 90 y en los primeros de este siglo. Son activos que aún están en los balances de las empresas, pero su productividad sigue siendo muy baja porque la inversión que se hizo no estaba motivada por el rendimiento esperado a largo plazo sino por la expectativa de plusvalías a corto plazo. Esto sigue pesando. La productividad del trabajo crece, pero poco, quizá porque las empresas no están usando bien la mejora de formación de la juventud. El desempleo joven es muy elevado y, si tienes capital humano que no empleas, la productividad agregada es baja. La prosperidad y bienestar a largo plazo depende de la productividad, de la capacidad que tengamos de hacer lo mismo, pero en menos tiempo y mejor, o de hacer cosas nuevas.

–¿Cómo ve la competitividad española?

–La competitividad puede medirse con la ganancia de cuota de mercado de una empresa porque haya reducido costes. Pero hay otra forma de competitividad: cuando se mejora el bienestar y la prosperidad general de la sociedad, esa economía es más competitiva porque mejoran las condiciones de vida. Deberíamos utilizar las dos, pero lograrlo reduciendo costes salariales es pan para hoy y hambre para mañana. La competitividad buena es la que emana de la productividad y se mantiene a largo plazo. Esta beneficia a la empresa y a la sociedad. Hay que poner el foco en el medio y largo plazo. Sin embargo, nuestro país es más competitivo de lo que creemos. Si se mide a través de cómo le va a la empresa en el mundo, la conclusión es que va muy bien. La balanza de pagos es excedentaria desde hace muchos años: las exportaciones superan a las importaciones. Esto nos dice que al menos en algunos sectores somos competitivos.

–La deuda externa está cayendo por ese efecto.

–Es espectacular. Me he visto sorprendido por ello. Tenemos una economía mejor de lo que creemos y esto nos debe estimular para hacerlo mejor. Que la economía funcione y que las acciones de las empresas vayan bien hace que el ruido de la política y la polarización no esté impactando en la economía: tiene una afectación epidérmica pero no baja a los tejidos subcutáneos.

–El Banco de España advierte que la crispación política puede dañar el crecimiento.

–Los economistas tenemos tendencia a pensar que si algo va bien podrá ir mal.

–¿El avance del sector servicios propio de las economías desarrolladas puede ayudar a entender la baja productividad?

–Los sectores manufactureros suelen tener mayor productividad que el sector servicios, salvo los servicios de alto valor añadido, muy competitivos y muy productivos. Pero el sector servicios va a tener cada vez mayor peso en nuestras economías, da igual España, EE UU o Corea del Sur. Es una tendencia universal e irrefrenable. El reto que tenemos en España es darle productividad haciendo una "política industrial" para el sector servicios, caso del turismo y la hostelería. La "industria" de los cuidados se va a comportar como lo hizo la sanidad y la educación, que era marginal a principios del siglo XX y hoy tiene un peso enorme. A la "industria" de los cuidados hay que darle productividad formando a los profesionales en las herramientas digitales. Se mejoraría la atención, el servicio y los salarios. El sector servicios es el futuro, no podemos estar al margen.

–¿Qué han de hacer los territorios que, como Asturias, aún tiene un alto peso industrial y desean preservarlo?

–Es comprensible querer seguir siendo industrial, pero no es suficiente. La terciarización será inevitable y no se debe dejar que se te escapen esos sectores y posibilidades. Y esto sin renunciar a la industria tradicional. La digitalización a veces se mide en kilómetros de cable o en número de pantallas. Pero debe verse como alfabetización digital básica de la población. Igual que en el pasado hubo una alfabetización de leer, escribir y las cuatro reglas. Éste es un esfuerzo inmediato. Si no lo hacemos, no seremos capaces de mantener la industria tradicional ni la "industria" de los servicios. La educación es el motor de la prosperidad. Los países que primero lograron la alfabetización a fines del siglo XIX y principios del XX, como EE UU, Dinamarca y Suecia, siguen siendo los más desarrollados. En Asturias hubo escuelas de aprendices y la Universidad Laboral. Sobre esto se basó el desarrollo de Asturias y España en los años 60 y 70. Además de la formación general hay que tener formación específica como antaño las escuelas de aprendices. Hay que recuperarlo, adaptándolo a las necesidades de hoy.

–Usted es un defensor de la FP dual. ¿Por qué?

–Tenemos un problema de desajuste de la oferta y la demanda de empleo, superior al de otros países. Las personas tienen una necesidad imperiosa de buenos empleos y las empresas precisan encontrar buenos perfiles profesionales. El instrumento, la "Celestina", para casar esas dos necesidades es la FP dual. Las empresas no deben hablar de "captar" talento porque eso implica "robárselo" a otras empresas. La mejor opción es comprometerse en la formación. El estudio que acabamos de hacer en el CES de España es concluyente: la FP dual favorece una mayor calidad del empleo, mejores salarios y una mejora de la productividad. Es importante que superemos el problema de prestigio social de la FP.

–En España se alerta de ralentización en la fuerte creación de empleo de los últimos años.

–Es el efecto de que la base comparativa es mayor. Lo mismo pasa con el IPC. Si el año anterior fue alto, en el siguiente es más reducido, aunque suban los precios, porque lo calculamos sobre una base más alta.

–¿La inflación descenderá más?

–Ya baja de modo espectacular. España ha tenido éxito con el tope a los precios energéticos. Pero aunque la inflación seguirá bajando, los precios de la cesta de la compra van a continuar elevados.

–Para que bajen tendría que haber un periodo de deflación.

–Y eso no lo vamos a ver. Pero se pueden hacer cosas. Ya ha habido medidas muy adecuadas como hacer gratuito el transporte o, como se ha hecho en Cataluña, con los artículos de higiene femenina. Este tipo de medidas permite que los salarios tengan mayor capacidad adquisitiva. Se puede continuar con esta línea de mejora de la capacidad adquisitiva, que no solo se logra subiendo salarios.

–¿Y el tope a los precios de los bienes inmuebles y los alquileres harían esa misma función?

–El problema de la vivienda es enorme en España. Que el 70% de los jóvenes no se puedan emancipar es una desgracia para ellos y para el país. El problema de la vivienda solo se puede resolver aumentando el número de viviendas sociales y de alquiler. Hay una experiencia fantástica. La Sareb se está convirtiendo en un operador de vivienda social y de alquiler extraordinario. Esto es escalable. Es la vía más rápida para incrementar el "stock" de vivienda. También hay que resolver las trabas administrativas y urbanísticas que hoy impiden a las administraciones públicas poner suelo disponible rápidamente. No hay otra vía. Los controles de precios, de tener efecto, lo tendrían a corto plazo y con daños colaterales. Todo control de precios de activos escasos da lugar a una retención de la oferta.

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