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El indefenso acusado Oriol Junqueras llegó a ser víctima y acusador

El que fue vicepresidente del Govern y es líder de ERC se defendió con un mitin en la web del Supremo

Andreu Van den Eynde, abogado de Oriol Junqueras. EFE

Oriol Junqueras inició su declaración manifestándose indefenso, pero nadie más lo diría.

Comentó que le había gustado mucho hablar toda su vida y que llevaba año y medio en silencio forzado, añadió que para él era un placer hablar en castellano y lo demostró a conciencia.

De traje y corbata y sentado ante una mesa individual, respondió sólo a las preguntas de su abogado defensor, Andreu Van den Eynde, que tiene ceño de Eduardo Noriega cuando hace de malo, pero en su papel facilitador del monólogo de Oriol recordaba más a las actrices minifalderas con coletas que, en las galas televisivas de los setenta, daban la corta réplica al cómico para que se luciera. La justicia, como la política, también es representación.

Empezó citando a Dante en catalán (podría haberlo hecho en italiano, su lengua escolar en el Liceo Italiano de Barcelona) para calentar boca. Y lo logró. Al rato, el indefenso peroraba con su voz a lo Demis Roussos -más fina de lo que se espera y como a punto de quebrarse- en tono quejoso y volumen alto, gesticulando a dos manos y diez dedos, con la vista puesta en el tribunal, sin sentir el frío que despiden las togas negras y los mármoles de cuatro texturas.

No quedó ahí. A los tres cuartos de hora, el que está siendo juzgado ya juzgaba el juicio. Él no había delinquido en nada porque nada de lo que había hecho era delito y, si lo había sido alguna vez, lo habían sacado del Código Penal. "Delito es impedir con la fuerza que otros voten". El indefenso ya era víctima.

Correcto.

Estaba defendiéndose.

"Nadie puede tener duda alguna sobre el hecho de que nosotros siempre, siempre, hemos rechazado la violencia". Cuando alguien repite continua y tajantemente "siempre", "nunca", "todos", "ninguno", "no se puede dudar", "todos los medios de comunicación" su propio cerebro se lo acaba creyendo y le devuelve una seguridad que se transforma en autoestima cuando "siempre" funciona para lo bueno y "nunca" para lo malo; cuando se está en el "todos" que acierta y en el "ninguno" que se equivoca. Ya no le valía un "nunca": "nunca, ni antes, ni después, nunca, nunca, nunca".

Estaba tan estimulado por el pie de texto que le daba el abogado, por el silencio de la sala y por las acertadas reiteraciones de su discurso -"en la mesa del diálogo la silla de enfrente siempre estaba vacía"- que se creció, se engordó, se gustó y pasó a introducir comentarios que indicaban su autoconsciencia del momento. "Me río porque", "si les parece que muestro demasiada pasión es que?", "la evidencia es evidente, valga la redundancia y la perogrullada". Se veía a sí mismo hablando y le gustaba lo que veía.

A su juicio, el proceso es político y, en consecuencia, él estaba dando un buen mitin en el supremo tribunal, en streaming por una web oficial de la justicia española, de cuyas imágenes abrevan las cadenas de informativos del mundo, ante 600 periodistas acreditados, con sus conmilitones aplaudiendo en una sala del Hotel Catalonia, TV3 en monotema y el mundo pendiente. El mundo es muy importante porque es el que ha de acoger a la Cataluña independiente.

Llegar desde Cataluña de acusado, decirse indefenso, pasar a ser víctima y terminar de acusador en el centro de Madrid sin que nadie te interrumpa y sin que ninguna pregunta te incomode es mucho más que dar ruedas de prensa a la puerta de la casa de Waterloo y mucho mejor que hacer bolos de baja audiencia en universidades nórdicas y festivales de cine germanos.

Qué recital de preguntas retóricas, qué exhibición de fuerza para cargar con toda la razón que le asistía, qué?

El magistrado Manuel Marchena reapareció de la nada para marcar un receso y el galopante Junqueras no pudo evitar el comentario: "Lástima, ahora que íbamos lanzados".

"Podrá lanzarse de nuevo a la vuelta", comentó Marchena.

A veces tomar un café es una forma de administrar justicia.

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