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ANÁLISIS

Puig y Mazón no son Sánchez y Feijóo

Las escasas diferencias entre bloques, la incertidumbres económica y la volatilidad política llenan de zozobra y calientan el tramo de legislatura hasta elecciones. Todo puede ser distinto a como parece hoy, incluso los intereses de Madrid

Mazón y Puig, en su último encuentro en el Palau de la Generalitat. levante-emv ALFONS GARCIA. VALÈNCIA

Agárrense a sus asientos y tomen aire. Acaba de empezar un curso político de tensión máxima y arenas movedizas. La política suena a tango más que nunca. Todo se transforma. Todo es más voluble que nunca. Certezas y previsiones duran poco. Y por si fuera poco, el curso no acabará el último domingo de mayo, fecha de elecciones autonómicas y locales, sino que la reválida de las elecciones generales, el gran plato fuerte, llegará a final de 2023.

Si se observa el pasado reciente para entender (intentarlo) el presente, hace un año el PP valenciano era un partido amenazado por Vox, con un líder recién llegado muy poco conocido en cuya victoria en 2023 pocos confiaban, incluso los propios mandos actuales de su formación, que no son los que lo colocaron. Una guerra, una crisis energética, un alza de precios, una inflación descontrolada, una amenaza de recesión y un ‘efecto Feijóo’ han alterado el panoramaCarlos Mazón adolece de escasa popularidad (se refleja también en la última encuesta de los socialistas), pero hoy ningún político y analista duda de que es un aspirante real a presidir la Generalitat. Puede pasar.

Hace tres años, Pedro Sánchez era para Ximo Puig el compañero ideal con el que presentarse a las urnas. Era un tractor de votos. Tras una pandemia, una guerra, una inflación desenfrenada, la amenaza de recesión y el desgaste de años de gobierno de coalición, con el amplificado apoyo parlamentario de Bildu y ERC, los índices de desconfianza en el presidente superan el 70 % (según el CIS). Para el jefe del Consell, la compañía ideal en esta ocasión serán los alcaldes, la gestión cercana a la calle. Así, intentará renovar la presidencia de la Generalitat con una campaña lo más valenciana posible.

Puig tiene a su favor hoy que no es Sánchez. Esto es, las encuestas (la propia del PSPV que se comenta en estas páginas) indican que es el dirigente más conocido (con mucha diferencia sobre Mazón y el resto) y que es el más valorado también. La gestión de su gobierno obtiene además mejor nota que la de la oposición, según el sondeo citado. Su posición, hoy, continúa consolidada. Llega a este punto mejor que Sánchez. Y cuenta también para Puig que Mazón no es Alberto Núñez Feijóo. El líder del PPCV es conocido catorce meses después de su nombramiento y tras haberse pateado el territorio por cuatro de cada diez valencianos. Pero la propia encuesta socialista le reconoce un crecimiento electoral importante y fija una diferencia de escaños entre el bloque de la izquierda y el de la derecha igual que la actual en el mejor de los casos. Esa es otra clave.

No es una sorpresa pero, a diferencia de Andalucía, el PP ve de lejos una mayoría absoluta. Necesita a la ultraderecha para gobernar. Y ese será otro factor que marcará el curso que viene. La izquierda lo manejará a menudo.

Pero la gran clave es la evolución de la economía. Si la guerra se alarga, si la inflación no cede y el coste de la vida se encarece, si la energía se convierte en un problema, si vuelve a aparecer la prima de riesgo en nuestras existencias y si Alemania piensa en sí y poco en Europa, las consecuencias pueden llegar a las elecciones valencianas, a pesar de los buenos indicadores de gestión.

La zozobra es tanta y todo es tan inestable que incluso los factores de la ecuación se difuminan y dejan de parecer normales, porque uno diría que una victoria de Puig en mayo de 2023 fortalecería las expectativas de Sánchez de cara al otoño-invierno de 2023 y puede ser que no. Al menos, hay analistas que no lo ven así, que entienden que un triunfo socialista en los grandes bastiones autonómicos solo hará crecer las expectativas de castigar a Sánchez.

Todo espejo tiene su contrario, así que al presidente del Gobierno le podría beneficiar, según esta maquiavélica mirada, la derrota de sus principales barones en las autonómicas para aparecer como la resistencia al nuevo poder de PP con la ultraderecha de Vox. Lo dicho, arenas movedizas en un curso revuelto y complejo. Desde esta lectura, a Feijóo no le interesaría que el castigo al Gobierno (que es a un tiempo) se dispersara meses antes y no se concentrara en las generales.

Ahora que se da el pistoletazo de salida, el ambiente de hoy invita a pensar que Puig buscará el centro, que Compromís (con una resistencia a la erosión a prueba de diamante) y Unides Podem tendrán que tomarse más en serio lo de entenderse para no dejar votos perdidos. Y no despistarse en conflictos de liderazgo además. Y la atmósfera de hoy anima a intuir que Mazón tendrá que arreglarse con lo que queda de Ciudadanos por la misma razón y tendrá que intentar rascar por el centro y el lado de Vox en busca de la primera posición, que puede ser el factor determinante en un parlamento que regrese a cuatro partidos. Pasen y vean.

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