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-¿Qué hace posible Cruz Roja desde el aspecto humano y económico?

-Somos la mayor ONG del mundo y en consecuencia de España, constituida por socios, voluntarios y personal contratado; la base de esta pirámide son los socios, que contribuyen con cuotas libres, aunque la mayoría son de 36 euros al año. Los voluntarios constituyen la gran fuerza interior, el sostén de Cruz Roja. Son personas que sienten un fuerte compromiso social, que son todo corazón; en Gijón ascienden a unas 700, en distintos niveles de cooperación. Nos completamos con 12 especialistas técnicos contratados. Al ser una ONG, no existe el lucro, todo se emplea. Además del dinero de los socios recibimos donaciones anónimas, herencias, aportaciones de la Administración pública y contamos con recursos propios, como lo recaudado a través del Sorteo anual del Oro.

-Aquí estamos, pero ¿por qué oro? A la gente le gusta más la moneda...

-Las bases del premio dicen que puede recibirlo en dinero quien lo desee. Sólo hay un premio mayor, de 125 kilos de oro, que multiplicado por unos 22 euros el gramo... Un segundo de 50 kilos, un tercero de 25 y muchos más, de 200, 50 y 25 gramos de oro. Incluso, una pedrea. Quien quiera convertir el oro, éste se paga de acuerdo con la valoración dada por la Bolsa de Londres la víspera del sorteo. A cinco euros el décimo, creo que vale la pena probar y, sobre todo, contribuir a una causa tan noble y humanitaria.

-¿Cómo llevan la venta actual?

-Teníamos miedo, incluso a la posible baja de socios, pero nada, se mantienen. Y el sorteo incluso está yendo mejor que el año pasado. Se juega el día 23, así que aún queda margen para alcanzar el éxito pleno.

-¿Su función personal como presidente a qué le obliga?

-Me encargo de la coordinación de todas las áreas, algo que me ocupa mucho tiempo. Y soy a imagen pública de Cruz Roja, pero me gusta.

-¿Cree que alcanzará recompensa en el Reino de los Cielos?

-Pensar no lo pienso, pero considero que la tengo bien ganada, aunque el mayor galardón se encuentra en el trabajo bien hecho, que es la mejor manera de que los demás vean en Cruz Roja una organización en la que se puede confiar.

-Apenas nos hemos referido a su trabajo de docente, hoy que tanto se habla del sistema educativo...

-Yo, que procedo de una familia humilde, tuve que esforzarme para estudiar, y hoy veo que el esfuerzo ya no se considera un valor, y tampoco la disciplina. Desde estos parámetros, ¿adónde vamos? Hay padres que les pueden dar muchas cosas a los hijos, sin darse cuenta de que están criando monstruos. Es lo que los pedagogos llaman el «síndrome del emperador», un niño que todo lo consigue porque jamás le han dicho no a nada. Luego, como la vida no es así, están abocados a ser muy desgraciados. En este sentido, considero que vivimos en una sociedad enferma, pero espero que la crisis sirva para ayudarnos a encontrar otro modelo social más justo y equilibrado.

-¿Usted seguirá al pie del cañón?

-En tiempos de dureza nadie debe abandonar. Cruz Roja lleva a la espalda 150 años de solidaridad repartidos por todo el mundo, incluso en el musulmán, donde se llama Media Luna Roja. Me siento feliz en mi trabajo, sobre todo desde que el presidente nacional, Juan Manuel Suárez del Toro, ha dicho que Gijón tiene las mejores instalaciones de toda España.