Eloy MÉNDEZ

Dice Tino Lozano que se dio cuenta de que El Garrapiellu pintaba algo en la vida cultural y social de Asturias cuando llegó a sus oídos que un «político de peso» acusaba irónicamente a sus compañeros de partido de ser «más asamblearios» que los socios de este grupo. Veinte años después de que el colectivo asturianista empezara a defender el patrimonio de la región, su presidente «se siente orgulloso» del camino recorrido. Por eso ahora quiere hacer un alto en el camino para rememorar todo «lo bueno y lo no tan bueno» de este período. Con esta idea, El Garrapiellu organizará mañana una espicha en el llagar Viñao a las 20.30 horas con muchos de los que han dedicado horas de su vida a luchar por la promoción de los bolos o a impedir el derribo de hórreos, entre otras causas. Además, en otoño abrirá sus puertas una exposición con imágenes de estas dos décadas.

«Llevamos veinte años haciendo conciencia de país entre la sociedad asturiana», aseguró ayer Ánxel Nava, miembro de El Garrapiellu y uno de los organizadores de las celebraciones por la efeméride. Un tiempo que ha sido suficiente para que los miembros de la tertulia hayan conseguido defender y poner en valor el camino histórico de Gijón a Covadonga, la ruta del Románico en la ciudad, los hórreos de la parroquia maliayesa de Sietes, los juegos autóctonos -gracias a la organización de unas olimpiadas tradicionales-, la lengua asturiana -a través de los premios «Cuentos curtios»- y muchas otras realidades materiales e inmateriales de la tradición cultural asturiana.

«Con los actos que hemos organizado para celebrar nuestro vigésimo aniversario no pretendemos dar una visión nostálgica, sino de futuro», señaló Sixto Armán durante la presentación del programa de actividades, que tuvo lugar ayer en la sede del Ateneo Obrero de Gijón. En este sentido, considera imprescindible que «la sociedad civil asuma un papel protagonista en la lucha de sus derechos». Un empeño que, según cree, sólo se consigue mediante la fórmula de «combinar la reivindicación y el trabajo». Algo que en El Garrapiellu se propusieron hacer en 1990 como una labor «ética y de compromiso con Asturias».