J. M. CEINOS

La apertura del pabellón de deportes de Ceares-El Coto-Viesques, el pasado martes, 1 de febrero, prácticamente completa la red de instalaciones polideportivas municipales cubiertas en los grandes barrios de Gijón. Pero no hace tanto la situación era muy distinta. De hecho, la villa no contó con una instalación techada capaz para la práctica de varios deportes y también para la celebración de otros eventos hasta el verano de 1966. Se levantó en el barrio de La Arena y se le dio el nombre de pabellón municipal de deportes.

Durante el mandato del alcalde Ignacio Bertrand y Bertrand (1961-1971), en la Corporación se plasmó la idea de construir una gran instalación deportiva con capacidad suficiente para acoger a varios miles de espectadores. Garmoré, S. A. (inmuebles y construcciones) tenía previsto levantar en terrenos del barrio de La Arena dos grandes bloques de edificios entre las calles de Manso, del Molino (la actual de Emilio Tuya, en la que tenía su sede el Grupo de Cultura Covadonga) y de Aguado. Y allí se decidió levantar el pabellón deportivo.

Fueron los autores del proyecto los arquitectos gijoneses Juan Manuel del Busto y Miguel Díaz Negrete, quienes, en la memoria de dicho proyecto, fechada en 1966, explican: «El pabellón de deportes propiamente dicho, ocupará la parte posterior de dos grupos de viviendas, que próximamente se van a construir en las calles del Molino y Manso y los servicios anejos o propios del mismo, se sitúan en las plantas de sótano y baja de los mencionados edificios».

El lugar elegido, muy cerca del entonces hotel Miami (hoy Príncipe de Asturias), era, como recuerda Juan Martín Merino, «Juanele», un solar que servía de escombrera. A finales de los años cincuenta, entre las calles de Manso y del Molino, con fachada a la de Canga Argüelles, el cubano José Berros había promovido la construcción de un grupo de viviendas.

Del Busto y Díaz Negrete, con un presupuesto de contrata de 13.980.431,75 pesetas, levantaron un pabellón deportivo con estructura de hormigón armado, cierre de muros con ladrillo, armadura de cubierta metálica y sobre la misma «planchas de uralita y luceras de material translucido». En su memoria, los arquitectos también explicaban: «El número total de localidades es el siguiente: grada preferente de asiento 486, gradas de fondo de pie, una de 1.320 y otra de 1.278 y gradas laterales de asiento 456, lo que hace un total de 3.540 localidades». Los arquitectos, para dar más altura a la estructura, construyeron la pista por debajo de la cota de la calle y también tuvieron que modificar el proyecto para ganar en iluminación y ventilación en los vestuarios. El 28 de febrero de 1966 el Ayuntamiento aprobaba un presupuesto complementario de 907.370,40 pesetas.

La bendición e inauguración del pabellón municipal de deportes tuvo lugar el miércoles, 20 de julio de 1966, con ocasión de la disputa en Gijón del VII Campeonato de Europa de selecciones nacionales junior de hockey sobre patines, en el que participaron los combinados de España, Portugal, Francia, Inglaterra, Bélgica y de la República Federal Alemana.

LA NUEVA ESPAÑA, en su habitual página en la que publicaba la información local de Gijón, dio un titular a cuatro columnas a la bendición e inauguración en su número del 21 de octubre. El redactor del periódico en la villa contó que tras una recepción celebrada a la una de la tarde «en las Casas Consistoriales (...) en honor de los participantes en el Campeonato de Europa de hockey sobre patines», media hora después «se celebró la bendición oficial del pabellón de deportes (a cargo del entonces arcipreste de Gijón, Manuel Álvarez Menéndez), que han construido conjuntamente el Ayuntamiento y la Delegación Nacional de Deportes».

Tanto en la recepción a los deportistas como en la bendición de la instalación deportiva estuvo presente el candasín Ángel García Fernández, subdelegado de Asuntos Económicos de la Delegación Nacional de Deportes y el hombre que había conseguido una importante subvención estatal para llevar a buen puerto el proyecto.

Pero bien pronto se notó la falta de locales, en el flamante pabellón, para dos deportes entonces pujantes en la ciudad: el boxeo y la lucha. Por ello, en agosto y en octubre de 1966 Del Busto y Díaz Negrete presentaron sendos proyectos para habilitar locales para entrenamientos de boxeo y lucha, con presupuestos respectivos de 174.943,01 y 109.686,86 pesetas.

La afición al boxeo tuvo entonces en La Arena su Madison local, y el 1 de octubre de 1966 se celebraba en el pabellón una velada en la que el combate estelar fue protagonizado por el campeón de Canarias Tejera y el cubano-español José Legrá, que en 1968 sería campeón mundial del peso pluma.