Eloy MÉNDEZ

Nunca hay calma en el PP de Gijón. La principal formación política de la ciudad por número de afiliados ha ido de crisis en crisis sin solución de continuidad durante los últimos años. Sus dirigentes se han enfrascado en batallas internas que sólo han servido para dilapidar el capital político del centro-derecha sin obtener a cambio éxitos electorales. Paradigma de estos enfrentamientos ha sido la presidencia de Pilar Fernández Pardo, enfrascada en una lucha sin cuartel contra los «casquistas» desde que llegó a lo más alto en 2003. Un sector al que consiguió vencer en tres congresos locales, el último por incomparecencia del rival. Sin embargo, algunos de sus exponentes han regresado ahora de la mano de Mercedes Fernández, «Cherines», gracias al apoyo de la dirección nacional, que los ha premiado con apetitosos puestos en las listas a Cortes por no haber cambiado su carné a Foro. Muchos creen que no tardarán en anidar de nuevo en la junta local.

«Cherines» liderará la lista al Congreso. De sobra conocida en la política gijonesa, llegó al consistorio como jovencísima edil en 1983, en el número cinco de la apuesta de Alianza Popular, que encabezó Francisco Álvarez Cascos. Repitió cuatro años más tarde en el tercer puesto de la candidatura de Francisco Rimada y, poco después, se hizo con las riendas de la agrupación local, apoyada en todo momento por el aparato de Madrid, ya controlado por su padrino político. Fue cartel electoral en 1991, 1995 y 1999, con más o menos votos, pero siempre lejos de la Alcaldía. En 2000, recibió el premio a su lealtad con el cargo de Delegada del Gobierno. Su repentino «adiós» en el Ayuntamiento precipitó un período de inestabilidad casi permanente para el PP gijonés.

En la presidencia le sucedió Isidro Martínez Oblanca, ahora senador autonómico y destacado dirigente de Foro Asturias. Las disputas internas, comunes a cualquier formación política, acabaron por derivar en la creación de facciones, cada vez más enfrentadas. La larga travesía por el desierto de la oposición y la falta de sintonía personal provocaron el amotinamiento de la entonces portavoz municipal, Alicia Fernández Armayor, y de otros dos concejales, José Manuel García Losa y José Luis Díaz Oliveira, a cuenta de su exclusión como candidatos para consejeros de Cajastur. Oblanca no aguantó más y tiró la toalla a tres meses de las municipales de 2003. Lo que, por cierto, le valió la reprimenda pública de Álvarez-Cascos, que ocupaba la cartera de Fomento tras cuatro años como vicepresidente en el primer ejecutivo de José María Aznar (1996-2000).

El PP regional se vio abocado a encontrar un candidato de emergencia que, además, asumiera la presidencia gijonesa. En ese momento, entra en escena Fernández Pardo, que había llegado al pleno municipal sólo cuatro años antes para encargarse de los temas medioambientales. Su bagaje era reducido, aunque contó con el apoyo de la dirección autonómica. Álvarez-Cascos recibió la noticia con evidente frialdad. La química entre ambos siempre ha sido inexistente.

No obstante, la licenciada en Derecho y Medicina consiguió salvar los muebles en las elecciones y, pese a la difícil situación interna, mejoró los resultados heredados de la última candidatura de «Cherines», pasando de 9 a 11 ediles, contra todo pronóstico y malogrando la mayoría absoluta de los socialistas. Así, se hizo merecedora de continuar en el cargo porque, como ella misma dijo por entonces, «acepté lo que otros rechazaron». La pugna interna estaba servida.

En el mes de julio, constituída ya la nueva Corporación, los populares gijoneses se vieron abocados a un congreso para escoger el camino a seguir. Fernández Pardo se jugaba la reválida de su cargo ante los afiliados y, en frente, se encontró con Lucas Domingo, químico y empresario que contaba con la carta de recomendación de Álvarez-Cascos. El «casquismo» se constituía así en sector tangible y dispuesto a hacerse con las riendas del partido. Pero fue derrotado. Pardo se apuntó su primera gran victoria y se dispuso a crear un equipo de afines, que pronto se caracterizó por la fidelidad extrema a su «lideresa» y por la fuerte contestación hacia los discrepantes.

Sin embargo, el apaciguamiento apenas duró dos años. En septiembre de 2005 los concejales Emilio Noval, María Luisa Peláez, Vanesa Álvarez y Lucía Ezquerra lanzaron un misil a la línea de flotación del proyecto en ciernes al enviar una carta a la dirección nacional acusando a Fernández Pardo de excluirles del trabajo en el Ayuntamiento y solicitando la intervención de los órganos superiores. Comenzó entonces un rosario de declaraciones encontradas, acusaciones varias, denuncias y luchas que partieron por la mitad al grupo municipal. El choque paralizó por completo la acción de oposición y desembocó en la celebración de otro congreso, en septiembre de 2006. Los «casquistas» velaban armas y esta vez intentaron dar un golpe definitivo situando al frente al hematólogo Luis Prado d'Almeida. Cosechó un rotundo fracaso al alcanzar un exiguo 20,71 por ciento de los votos. Pardo aún tuvo que soportar el intento de impugnación del cónclave y la dimisión de Ezquerra como edil a dos meses de las municipales de 2007, pero se garantizaba el control absoluto y estaba en condiciones de repetir como cartel electoral.

Fortalecida como senadora desde 2004 y libre de ataduras para elaborar una lista de acólitos, la reelegida presidenta popular consiguió los mejores resultados del PP en la historia democrática, con 12 actas en el salón de plenos, dos por debajo del PSOE. Su poder interno alcanzó su mayor cuota e incluso se vio con fuerza de lanzar varios órdagos a la dirección regional a cambio de que Gijón ganase peso, lo que le granjeó unas cuantas enemistades. Además, logró ser diputada en 2008. El clímax del «pardismo» llegaría el 9 de mayo de 2009, con un nuevo congreso local, en el que resultó elegida sin oposición con el 95,2%.

El progresivo deterioro socialista a nivel nacional por la gestión de la crisis económica del gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero y el aumento de apoyos populares para el PP que anunciaban todas las encuestas, le hicieron creer que estaba en condiciones reales de alcanzar la Alcaldía, a pesar de sufrir la enémisa deserción en su equipo, protagonizada esta vez por Pablo González y Dorinda García. Los obstáculos se iban despejando para ella poco a poco hasta que, de golpe y porrazo, se volvió a cruzar en su camino Francisco Álvarez-Cascos.

El ex-vicepresidente fundó Foro Asturias al ser relegado de la lista popular a las autonómicas. La fractura de la derecha ocasionaría, a la postre, una debacle electoral para el PP gijonés, que en mayo se quedó con cinco concejales, su peor registro desde 1979. No obstante, la izquierda pasó a ser minoritaria y Pardo apoyó a Carmen Moriyón para que Foro obtuviera el bastón de mando. Lo hizo en contra de la dirección regional, rompiendo toda relación con ella y, según manifestó, «anteponiendo los intereses de los ciudadanos a los propios».

Ciertamente, esa actuación le lastró a nivel personal. Continúa en la oposición municipal y sus rivales han conseguido excluirla para repetir como diputada. Para más inri, han situado en la lista al Congreso a Mercedes Fernández, «casquista» que no se fue con Cascos y con la que no tiene la más mínima sintonía. «Cherines» regresa de esta forma a la arena política, tras varios años en la Sindicatura de Cuentas del Principado. Para ello, se ha rodeado de un equipo de afines, como Laura Sampedro, número dos al Senado e historiadora que la acompañó en su candidatura municipal de 1999, cesando un año después por serias discrepancias. Para el número cuatro a la Cámara Baja también ha rescatado a la letrada Ángeles Fernández-Ahuja, edil entre 1995 y 1999. Una operación que ha hecho virar el vuelo de la gaviota popular en Gijón, acostumbrada a cambiar de rumbo.