No hay político asturiano de cierto nivel que no se sienta tentado, en algún momento, por la densa obra de Jovellanos (posiblemente el más complejo de los ilustrados españoles) y por la necesidad de ofrecer su propia versión sobre el gran polígrafo gijonés. El presidente del Principado, Javier Fernández, hizo suya ayer la idea de un autor de las Luces que anticipa en algunas de sus grandes pasiones y defensas -por ejemplo la de la felicidad pública- lo que hoy se entiende por Estado del bienestar. Y formuló este planteamiento desde un aviso de precaución: «Es un patrimonio de todos los asturianos, prosigue y de ese modo sigue vivo». Hubo quien interpretó esas palabras como una referencia al anterior jefe del Ejecutivo y líder de Foro, Francisco Álvarez-Cascos, y a su conocida propensión a adornarse con citas jovellanistas

Quizás por eso, Javier Fernández quiso cuidarse, en el Antiguo Instituto y en la presentación de «Jovellanos y el otoño de las Luces», libro del catedrático de la Universidad de Valencia Vicent Llombart, de prolongar la socorrida tradición de la hagiografía jovellanista. Recordó que el ex presidente Pedro de Silva ha hablado de la frecuente tentación de hacer del autor del «Informe sobre la ley Agraria» un «santo laico». «Lo conveniente es recuperar los motivos de la unanimidad con que se valora su trayectoria vital e intelectual: esa zona de consenso que radica en su compromiso cívico y político con España y Asturias», señaló, antes de identificarse con la «esclarecedora reconstrucción» que, a su juicio, firma Llombart sobre la figura de Jovino.

«Hago mía la idea de que la felicidad pública no aparece como lejana utopía de orden exclusivamente moral, sino como una deseable e inevitable conquista individual y social: el estado en que pueden ser felices los ciudadanos», indicó el Presidente, para quien «tampoco es fácil conquistar ahora la felicidad». Un ejemplo práctico lo encontró en el mismo umbral del Antiguo Instituto, donde una cincuentena de personas, muchas afectadas por la emisión de subordinadas de Liberbank, mostró su protesta y enfado. ¿Cuál es, en opinión de Javier Fernández, el «verdadero legado» de Jovellanos? «La actitud», respondió, en una reivindicación de los principios morales y éticos como agentes sociales. «La mentira y la impostura, el derroche, pueden escapar a la sanción legal, pero nunca deberían huir de la condena social», dijo.

No es casualidad que Javier Fernández -es conocida su afición a la lectura- haya elegido la presentación del estudio de Llombart para ofrecer su propia interpretación de Jovellanos. El catedrático valenciano, gran colaborador del ex ministro socialista Ernest Lluch, asesinado por ETA, ofrece en su libro una imagen del ilustrado como «precursor del Estado de bienestar, con una economía mixta». «Pretendía una sociedad ilustrada del bienestar y la felicidad».

Algunas de las tesis del profesor Llombart (ver entrevista publicada por LA NUEVA ESPAÑA el pasado 12 de febrero) no gustan a todos los jovellanistas: «Las ideas del ilustrado no deben calificarse de liberales, no es un epígono de Adam Smith; era proteccionista en algunas cosas». Y más: «Jovellanos pretendía una sociedad ilustrada del bienestar y la felicidad, mediante acciones graduales, no revolucionarias». Su conclusión es que la propuesta del «ilustrado ilustrador» no fue ni un fracaso ni un éxito porque, sencillamente, «no se aplicó».

«Jovellanos y el otoño de las Luces» ha sido publicado por la editorial gijonesa Trea. Su director, Álvaro Díaz Huici, compartió mesa con Javier Fernández y Llombart. Elena de Lorenzo y Joaquín Ocampo, profesores de la Universidad de Oviedo y prologuistas del libro, elogiaron el trabajo del catedrático y ex consejero de la Generalitat.