En 1885, cinco años antes de que en la villa comenzase la implantación del suministro de agua corriente a domicilio gracias a la traída del manantial de Llantones, la gijonesa Gertrudis Baones inició la elaboración y venta de otra clase de agua que rejuvenecía el rostro de quien la usara. La llamó «Agua prodigiosa de Venús», un elixir que con el paso de los años acabaría convirtiendo a Gijón en una de las capitales mundiales de la cosmética femenina con la empresa Visnú, radicada en El Llano del Medio.

Tras desaparecer la razón social en 1990, una bisnieta de Gertrudis Baones, Salomé de la Torre Fernández-San Julián, registró a principios de este año la empresa Visnú Since 1885, con domicilio social en Alcobendas (Madrid), para el «diseño, fabricación, comercialización y distribución de perfumes, jabones, cremas corporales y en general de cualquier producto relacionado con la cosmética y perfumería...». Con Salomé de la Torre recordamos la historia de Visnú, empresa que creó su abuelo, Constantino Fernández-San Julián Baones, hijo de la creadora del «Agua prodigiosa de Venus».

Esta historia gijonesa tiene su antecedente en Italia, de donde era originaria una amiga de Gertrudis Baones, quien en 1885, «agradecida por un favor que le había hecho mi bisabuela -relata Salomé de la Torre-, antes de volver a Italia le dio una fórmula manuscrita, que conservamos, en la que hay un dibujito de una especie de Venus en una estrella de David, que mejoraba muchísimo la piel».

Enseguida Gertrudis Baones llevó a la práctica la fórmula para uso propio y «las vecinas debieron de ver que le mejoraba mucho el cutis y se la empezon a pedir», cuenta Salomé de la Torre, y así, poco a poco, el «Agua prodigiosa de Venús» se fue haciendo famosa en Gijón. Fue entonces cuando el hijo de Gertrudis Baones «al ver que le pedía tanta gente a su madre el botecito, decidió comercializarlo».

Alrededor de 1921 Constantino Fernández-San Julián Baones, al pretender registrar el nombre de «Agua prodigiosa de Venús» se encontró con que el nombre ya figuraba en el registro, «entonces optó por Visnú (un dios hindú), aunque no sabemos el motivo», afirma su nieta Salomé de la Torre.

Montaron la primera fábrica en Gijón (en el número 18 de la calle de Electra), y unos años más adelante abrieron otra planta propia en Lisboa, con delegaciones permanentes en Madrid, Barcelona y Valencia, y a partir de la década de los años cincuenta del siglo pasado, relata Salomé de la Torre, «empezaron a exportar a México, a los Estados Unidos y, sobre todo, a Cuba y Latinoamérica, en general; a las mujeres de aquellos países latinoamericanos no les gustaba entonces tener la piel oscura y como una de las propiedades del agua Visnú era que aclaraba la piel, allí triunfó mucho. Luego se puso de moda estar moreno, y entonces mi abuelo sacó más colores».

En total, el abuelo de Salomé de la Torre «sacó al mercado treinta y un productos de belleza, entre lápiz de ojos, jabón de tocador, cremas...» hasta convertirse «en una de las principales empresas del sector con Gal y Myrurgia».

Minas

Además de la empresa Visnú, Constantino Fernández-San Julián Baones explotó las minas de manganeso de Buferrera, en las montañas de Covadonga, y cuenta su nieta Salomé de la Torre que «era una persona muy interesante: tocaba el piano de oído, cantaba ópera e incluso inventó una máquina para obtener energía limpia de las olas. Montó la maquina en la playa de San Lorenzo, con permiso del alcalde, pero el aparato era tan tremendo que le dijeron que el invento estaba muy bien, pero que espantaría a los turistas».

Un hombre «muy visionario», según su nieta, «tenía muchísima capacidad creativa y estaba muy concienciado con el marketing, que en aquella época no estaba muy desarrollado». De ahí que las campañas publicitarias de Visnú fueran originales: «Contrataba artistas de cine y las ponía a anunciar el Visnú, los telones de los teatros, cuando se bajaban, tenían la publicidad de Visnú, también en los autobuses». Tampoco despreció Constantino Fernández-San Julián utilizar el deporte para promocionar sus productos de belleza, y en Gijón existió un equipo de fútbol sin federar Visnú y otro de baloncesto, que tenía su cancha en el número 14 de la calle del Príncipe, en el barrio del Balagón, en el conocido por el «prau de Xuan el de Deva».

Publirreportajes

De la iniciativa publicitaria del propietario de Visnú quedan en las hemerotecas publirreportajes como los publicados en la prensa madrileña en los años sesenta, en los que las asiduas de la marca escribían, como «una devota cliente de Visnú de Las Palmas», que «desde muy pequeña me lo recomendaron y vengo usando Visnú sin haber dejado de hacerlo ni un solo día. Estoy muy contenta. He podido curarme todos los defectos de la piel». Y proseguía la misiva: «Todas mis amigas también usan Visnú. Y no debo decir todas, pues no es verdad. Yo jamás quiero mentir. Pero sí siete de cada diez, eso es cierto. No quiero cansarles demasiado para reconocer mi afecto por Visnú. Todos los elogios serán pocos para repetir cuánto debo a este producto».

Y es que, como figura en los sumarios del publirreportaje, los productos Visnú «prestan lozanía al rostro, corrigen defectos de la piel y acentúan gestilmente los rasgos de belleza femeninos».

Constantino Fernández-San Julián Baones, que era profesor mercantil, falleció en Gijón el 3 de mayo de 1980. Tenía 84 años de edad. Estaba casado con María Antonia Martínez Iguiño y tenía cuatro hijos: María Constancia, Laura, Constantino y Salomé (madre de Salomé de la Torre Fernández-San Julián).

El final de Visnú tuvo lugar en 1990, pero veintitrés años después Salomé de la Torre «resucitó» la marca, comercializando jabones «que me fabrica en un pueblo de Zaragoza la misma familia que se lo hacía a mi abuelo» y velas perfumadas, «que me hacen, artesanalmente en la Comunidad Valenciana. Todo se hace en España».

En cuanto al agua para el cutis que fue el comienzo de la marca, la idea de Salomé de la Torre es volver a comercializarla, pero «aunque tengo la fórmula secreta de mi bisabuela de 1885, antes habría que reformularla, ya que tiene concentraciones que hoy no están permitidas, aunque nunca le pasó nada a nadie, ahora los productos tienen que estar muy medidos». A la espera del resurgir del «agua prodigiosa» que hace 128 años dejó en Gijón una italiana, en la página web de Visnú Since 1885 «llegan mensajes, sobre todo de personas de Gijón, que me preguntan dónde pueden comprar el agua Visnú», concluye Salomé de la Torre.