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Con la Borriquilla a techo

La lluvia que cayó incesante durante el día obligó a guarecer las palmas en los templos y dejó mermadas las procesiones

Día de Ramos en San Pedro

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La lluvia malogró ayer una de las mañanas más significativas del ritual de la Semana Santa. Jesús había entrado triunfante en Jerusalén entre un batir de palmas, y Gijón se disponía a celebrarlo. Para la bendición de los ramos los fieles estaban citados en la capilla de Nuestra Señora de los Remedios, de donde partiría una procesión en la que los niños son los principales protagonistas. Casi todos de estreno, como es preceptivo, acompañarían el paso de Jesús montado en una borriquita, camino de la iglesia de San Pedro. Pero no pudo ser. En consecuencia, fue preciso alterarlo todo, programa, horario, lugar... Y a punto estuvo de producirse el caos. Todos para la iglesia, donde se estaba oficiando la misa de doce. El templo no daba cabida a tantos, y a un niño provisto de una palma o ramo, y para colmo de estreno, no puede pedírsele sosiego. Aún así no se pasó mayores, si exceptuamos el ambiente de alboroto.

La imagen de Jesús aguardaba ante el altar mayor. Su preciosa figura vestía una túnica de damasco, a su vez cubierta de una capa roja. Sus pies calzaban sandalias de cuero. En el espacio que lo rodeaba no había flores; este debería ser ocupado por niños de menor edad. Por fin acabó la misa de doce, los pequeños fueron alzados al paso, junto a las patas de la Borriquita, apretujados; todos querían subir, lógico. Pero... De pronto irrumpió una legión de padres, teléfono en ristre, deseando perpetuar el instante. El enredo fue mayor.

La beatitud y paciencia de don Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro, le hacía sonreír. ¡Qué se le va hacer!, puede que pensara. "Es el día de los niños", repetía en su alocución. Luego de pronunciar las palabras del ritual, y leer el evangelio de San Lucas que narra un alboroto semejante en torno a Jesús, Javier Gómez Cuesta se abrió paso como pudo entre la multitud para que todos los ramos y palmas quedaran bien benditos.

Se acercaba la una de la tarde, hora prevista para la celebrar la misa solemne. "La liturgia de esta eucaristía es muy larga -el evangelio de San Lucas relata la Pasión de Cristo-, y los niños están cansados", dijo el párroco. Se retiró el paso de Jesús a un lateral y por fin se impuso la paz. "Jesús entró triunfante en Jerusalén, ojalá entre triunfante también en vuestros corazones", deseó Javier Gómez Cuesta.

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