Con una vitalidad envidiable y una emoción más que evidente, Manuel Samartino celebró ayer en el centro social El Arbeyal su 101 cumpleaños. A su lado, inseparable, estaba su mujer, Flora. Un dúo que trabajó sin cesar hasta que sufrieron un accidente, cuando Manuel, que repartió su vida entre Asturias y su Galicia natal, tenía 95 años. "Cuando yo trabajaba era todo con las manos, no había maquinaria como ahora. Tenía que recoger la tierra en fincas muy altas, también trabajé de albañil, en la huerta, en un garaje?", revela.

La vida de Manuel ha sido de pluriempleo: por la mañana iba a un sitio y por la tarde a otro. "Y nunca cansaba, eh? Pero Flora sí, porque no es tan fuerte como yo. Habría seguido trabajando, pero mi hija no me dejaba", afirma entre risas. Hasta aquel accidente que prefieren no recordar, Manuel nunca había visitado un médico. "Estaba muy sano", afirma el centenario cumpleañero. "Ahora tengo muchos dolores, tanto que a veces llegan a bloquearme? Muchas veces me molestan mucho cuando estoy comiendo y ése no es momento para molestar", confiesa, siempre con una sonrisa pícara.

En la celebración no faltó la única hija del matrimonio, Mari, que le ha dado a Manuel una de las alegrías de su vida: su nieto Rubén, que ya tiene 30 años. "Es muy guapo y cariñoso, tiene muchas pretendientas. Es tan bueno que tiene amigos en cualquier sitio", afirma el orgulloso abuelo. Asimismo, lamenta la distancia que le separa de su nieto: "Vive en una isla, pero ahora no recuerdo el nombre". Al hablar de su nieto, le brillan los ojos, porque Rubén es, sin duda, su "ojito derecho".

Nació el 24 de agosto de 1915, sólo un año después de que empezara la Gran Guerra. Vivió la Guerra Civil y la etapa del Franquismo. "No tuve que ir a la guerra porque me pilló muy joven", recuerda, al igual que cuenta que conoció a Franco. "Nunca supe por qué daba tanto miedo, si era muy bajito", confiesa entre risas, "aunque daba un 'pisotazo' en el suelo y todos se callaban". Pese a que no tuvo que combatir, recuerda situaciones complicadas. "Un amigo, que era mi vecino, fue prisionero durante la Guerra de Marruecos en el bando contrario a Franco durante más de tres años? Lo pasó muy mal. Cuando volvieron a verle los padres después de que llevara más de cuatro meses en el hospital, no le reconocieron, tuvo que abrazarles él?", rememora emocionado.

Manuel nunca se marchó de España aunque estuvo a punto de irse a Buenos Aires. "Mi hermana mayor se fue allí, pero su hija me dijo que alguien tenía que cuidar de nuestros padres, así que me quedé y no volví a pensar nunca en irme", cuenta con gran lucidez. Al hacer mención de sus padres se emociona: "Mi padre me quería mucho. Era tan bueno? Pero mi madre no tanto porque me regañaba más", agrega entre risas. "Nosotros éramos muy pobres, mi madre no podía darnos nada, así que cuando le daba muchos besos, rompía a llorar?", aclara a continuación.

Su inseparable Flora le miraba ayer, en su fiesta de cumpleaños, con admiración, mientras sus compañeros del centro social El Arbeyal le aplaudían y cantaban. Le costó soplar las velas de sus 101 años, pero Manuel está lleno de vida, de recuerdos, de anécdotas? Completamente nítidas más de un siglo después.