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Héctor Blanco, ayer, durante su ponencia.ÁNGEL GONZÁLEZ

Héctor Blanco plantea el renacer de la nave de Lantero, la catedral de madera

El mierense propone volver a construir el icónico edificio en el "solarón" como centro deportivo o cultural

Hasta la mitad de la década de los años ochenta del pasado siglo se elevaba en el occidente gijonés una inmensa mole, visible desde la autopista de entrada a la ciudad, en el barrio de El Parrochu, en el actual "solarón": la nave de Lantero.

El historiador Héctor Blanco repasó ayer, en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, la historia de este icónico edificio, para el que no escatimó en constantes halagos. "La catedral de madera, o catedral de El Parrochu, como lo llamaban los gijoneses, era una auténtica obra de arte", sentenció ayer el ponente. Sin embargo, hoy en día no queda ni rastro de aquel majestuoso edificio que contaba con unas dimensiones faraónicas, tras su retirada en 1986 por el ayuntamiento gijonés, que se desmarcó de su gestión.

La historia de esta construcción comienza cuando, hace justamente un siglo, la maderera Lantero adquiere un solar que iba a acoger un proyecto ferroviario más de Gijón. En ella, la empresa levantó cuatro grandes construcciones, siendo la más representativa de ellas un cobertizo de 17.000 metros cuadrados, con 15 metros de altura, 25 metros de ancho y 65 de largo.

No obstante, lo más llamativo de la construcción no era su tamaño, sino su arquitectura. Un edificio abierto, como si de un tendejón se tratase, sustentado por diez pares de pórticos, de tres estilos distintos, para poder aguantar su peso. Además, el edificio conformaba una suerte de mecano con las piezas unidas por pernos, no clavadas o encoladas que podía desmontarse y volver a ensamblarse.

Precisamente por ello, cuando la economía de la empresa maderera entró en colapso y la propiedad de la construcción pasó a manos del consistorio gijonés, se abrieron múltiples posibilidades. "En aquellas últimas décadas del siglo veinte, se comenzaba a tener consciencia de la importancia de salvaguardar el patrimonio industrial", aseveró Blanco, "por lo que se buscó opciones alternativas para la nave".

Lo primero que se hizo fue hacer un estudio para constatar su estado, para a continuación hacer una maqueta de la construcción. Sabiendo que era posible su desmonte y posterior ensamblaje, se barajaron distintas ubicaciones para el recinto, bien en el Campus de Viesques, el Parque de los Pericones, el Museo del Pueblo de Asturias o incluso Langreo. Sin embargo, el Ayuntamiento de Gijón, en una muestra de dejadez, "sentenció al edificio a su muerte en su desmonte, al no numerar las piezas o incluso llegando a cortar algunas de ellas", explicó el historiador. Por ello, al principio de la década de los noventa, se tuvo la última constatación de la nave de Lantero que desapareció en el olvido.

Aunque para Blanco, no todo está perdido. "Debido a la gran labor de estudio realizada en los ochenta, se podría volver a construir el edificio, en el lugar que le corresponde: el 'solarón'", argumenta el historiador, quien apostilla que por su carácter abierto "podría tener numerosos usos culturales o deportivos como ocurre en otras cuidades españolas con estructuras similares".

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