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ALFONSO FERNÁNDEZ-NESPRAL | ELEGIDO SEGUNDO MEJOR FISIOTERAPEUTA DE ESPAÑA POR LA WEB DOCTORALIA

Unas manos que curan de emoción

El gijonés tuvo clara cuál era su pasión desde pequeño y recorrió toda Europa aprendiendo los conocimientos y técnicas de los mejores especialistas

Unas manos que curan de emoción

Alfonso Fernández-Nespral García (Gijón, 1980) lo tuvo claro desde el principio: él no quería seguir los pasos de su padre en la banca, ni siquiera estudiar medicina, siguiendo la tradición familiar: él quería ser fisioterapeuta. "Yo no quiero ser médico; los médicos dan pastillas para curar, yo quiero sacar provecho del cuerpo de las personas". Sus padres, Dionisio y Pepitina se dieron cuenta desde el principio: "este chico tiene un don, hay que apoyarle en lo que sea".

Los primeros indicios llegaron a la casa de los Fernández-Nespral García cuando el pequeño Alfonso, quinto de seis hermanos, cuatro niños y dos niñas, con apenas 14 años pidió a los Reyes Magos una columna vertebral para estudiarla, investigar, conocer e ir siempre más allá, una de sus máximas vitales. Después de la columna, llegó la camilla de masaje portátil, en la que usaba a su madre como "conejillo de Indias" para sus infinitas pruebas. Tampoco su padre se libraba de sus manos, cuando le cogía las plantas de los pies y empezaba a manosearlos. "Esta parte de aquí está relacionada con el estómago, esta con el cuello", decía. Dos décadas después de aquellos experimentos primerizos, Fernández-Nespral es el segundo fisioterapeuta mejor valorado del país, según una web especializada. Por el medio, un largo y trabajado camino.

El gijonés, con su sonrisa sempiterna, que recibe a cualquier persona con la que se cruza, es un culo inquieto por excelencia. Tras licenciarse en Fisioterapia en el Universidad Alfonso X El Sabio de Madrid, estudió seis años más en la Escuela de Osteopatía madrileña. Y a partir de ahí, dio comienzo su viaje por Europa. Barcelona, Friburgo, Niza, Angers o Barèges son algunos de los lugares que recorrió durante su periodo de formación constante, persiguiendo su sueño: curar cualquier enfermedad con sus manos. Y junto a él, siempre, su padre Dionisio. "Papá, este verano no hagas muchos planes que igual tenemos que ir a...", así empezaban año tras año las llamadas de hijo a padre.

En sus múltiples viajes, en los que más de una vez se sintió "como Heidi, en las montañas, entre cabras, alejado de la civilización", bebió de los mejores especialistas del mundo en recuperación funcional, nutrición celular, acupuntura, o su gran pasión, la homeopatía somato-emocional, es decir, el estudio de cómo repercuten las emociones que sentimos en la parte meramente física de nuestro organismo. Todos estos conocimientos, los pone en juego en su clínica gijonesa, en la que, desde su apertura, por sus manos han pasado deportistas de la talla de Carlos Moyá, Ángela Pumariega, Javier Hernanz, Borja Vidal, o los jugadores de los Gijón Mariners.

Sin embargo, Fernández-Nespral siempre consigue sacar tiempo para sus otras pasiones: el deporte y su familia. Todas las mañanas hace gala de su inagotable vitalidad levantándose a las 6 para ir a correr, en ocasiones por el monte, junto al ex jugador del Sporting Pedro Santa Cecilia, uno de sus mejores amigos, a los que unió definitivamente una prueba deportiva en los Picos de Europa en la que emplearon más de 7 horas para acabarla, llevando sus cuerpos al límite.

Tal es así que Santa Cecilia es el padrino del segundo hijo de Fernández-Nespral, Cayetano. Un año antes había llegado el pequeño Alfonso, ambos fruto de la relación con su esposa, Laura, que también colabora en la clínica, dando clases de pilates y ofreciendo un servicio de nutrición. Es frecuente ver cómo sus dos hijos le acompañan en sus excursiones por el monte, como él había hecho en su día con su padre. Eso sí, Alfonso tiene que claro que no va a parar hasta tener una hija.

Las personas más cercanas al fisioterapeuta, le definen como cariñoso, con mucha capacidad para empatizar y escuchar a las personas y muy seguro de sí mismo. Sólo consiguen sacarle un par de defectos: es desordenado, y exquisito con la comida, de la que adora la tortilla de patata y, en los últimos tiempos, el shushi. Puede que este afán por lo asiático le venga de su afición por las artes marciales, en las que fue campeón de Asturias de taekwondo en su adolescencia, y todo lo que tenga que ver con ellas, sobre todo las películas de este género, con especial predilección por las protagonizadas por Jean-Claude Van Damme.

Aunque al gijonés, que no se pierde una fiesta, donde más le gusta demostrar su agilidad y dominio del cuerpo es en la pista de baile, a ritmo del "Torero" de Chayanne, en cualquier celebración que se preste. La última de ellas, la del reconocimiento que le sitúa en el Olimpo de la fisioterapia española.

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