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Gijón en el retrovisor

La remodelada casa natal de Jovellanos, convertida en museo

Las reinas de El Jardin en 1971, con el presentador Gonzalo Vega.

Durante aquel año de 1971 se procedió a la integración de Uninsa y Ensidesa -una panera de ocho pegollos que había sido salvada de las expropiaciones en San Andrés de los Tacones fue regalada a los Príncipes de España para instalarla en el palacio de la Zarzuela-, así como también fueron inauguradas las ampliaciones de los puertos de Gijón y Avilés. El ministro de Industria, José María López de Letona, defendió en el pleno de las Cortes el futuro de la siderurgia asturiana, así como la necesidad de mejorar las comunicaciones con ambos puertos. En ésas estamos todavía. La gaita y el tambor no fueron instrumentos aceptados en una boda en la iglesia de La Milagrosa, mientras los japoneses se interesaban, en el Pueblo de Asturias, por importar "madreñes", por lo que el artesano Amable Costales intensificó el trabajo para mandar una primera remesa de quinientos pares a las tierras del lejano Oriente donde el sol tiene los ojos oblicuos. Desde París, Santiago Carrillo solicitó respetuosamente por carta con firma autógrafa su partida oficial de nacimiento al Ayuntamiento, adjuntando doscientas cincuenta pesetas en concepto de gastos para los trámites y no se puso objeción alguna a su petición. El Registro Civil número 1 de Gijón certificó que: "Santiago Carrillo Solares, hijo de Wenceslao y de María Rosalía, nació en el barrio obrero del Llano del Medio el día 18 de enero de 1915. La partida de nacimiento está inscrita en el tomo 34, folio 386 de 1915". Ya estaba claro que preparaba su vuelta a España.

Inauguración de la estatua de César Augusto. El 6 de agosto el Ayuntamiento procedió a dos solemnes inauguraciones. Al mediodía, en el Campo Valdés -en presencia de una representación de la Embajada de Italia encabezada por el cónsul general, Marco Sorace Maresca-, el alcalde Luis Cueto-Felgueroso descubrió la cortina que ocultaba la estatua del emperador César Augusto que estaba enmarcada por las banderas de Italia y España y pronunció unas palabras para destacar que "el acto pretendía ser un acontecimiento que solemnizara la llegada de nuestro apogeo de sus veinte siglos de vida, los que le titulan como uno de los primeros pueblos incorporados al mundo de la civilización". Por su parte, el Cónsul General de Italia pronunció un discurso en el que hizo especial hincapié en el hecho de que "en el momento actual vamos evolucionando hacia formas de integración supranacional como la Comunidad Europea, forma de gobierno que ya había quedado definida en tiempos del emperador César Augusto", haciendo votos para "una universalidad en la cual España, como antaño, debe de formar parte sustancial". En aquellos tiempos de régimen dictatorial, obviamente España no podía participar en la génesis de la democrática Unión Europea.

La casa natal de Jovellanos, convertida en museo. A continuación, la comitiva oficial se trasladó hasta la casa natal de Jovellanos, que había sido adecuadamente remodelada para convertirse en el Museo de Gijón. Desde la capilla de la Virgen de Los Remedios bendijo las instalaciones el párroco de San Pedro, José Arenas. Tras un largo recorrido por las diferentes salas -donde se exponían entonces, como muestra sobresaliente de su pinacoteca, una decena de pinturas de Nicanor Piñole- el alcalde Luis Cueto-Felgueroso agradeció la colaboración financiera a todas las entidades que lo habían hecho posible y dejó bien claro que ambas inauguraciones -la de la estatua del emperador César Augusto y la del museo en la casa natal de Jovellanos- se enmarcaban en los actos oficiales que se estaban celebrando con motivo del bimilenario de Gijón que había ideado y promovido su antecesor, el ilustrado Ignacio Bertrand. Como director del Museo de Gijón designaron a Antonio Martín, entre cuyos principales méritos estaba el que era hijo de Teófilo Martín Escobar, quien dirigió desde 1939 la Escuela de Peritos Industriales, y sobrino ahijado del Premio Nobel Severo Ochoa.

Silverio Cañada, bibliotecario del Ateneo Jovellanos. En una asamblea general celebrada en el Ateneo Jovellanos el día 29 de marzo de 1971 -a la que solamente asistieron sesenta y cinco socios- fue nombrado el editor Silverio Cañada Acebal como responsable de la biblioteca. El presidente Lorenzo Sarmiento trataba de encontrar ya un futuro, por lo que encargó un curioso informe a un equipo de psicólogos sobre la verdadera demanda cultural de los gijoneses, dado que la entidad atravesaba un grave problema económico para su continuidad, por lo que las cuotas sociales fueron subidas a sesenta pesetas mensuales con carácter general, mientras que tanto los estudiantes como los jubilados se les rebaja a cuarenta pesetas. O sea que, más o menos, seguimos en las mismas.

Competencia entre El Jardín y el Oasis Club. Tras la inauguración de la ilegal discoteca cubierta de El Jardín por la bailaora sevillana Encarnita Peña -a la que Emilio Romero bautizó artísticamente como "La Contrahecha"- y la celebración de un desfile de lencería femenina, el 24 de agosto el jurado veraniego quedó constituido por José Manuel García Cifuentes -presidente-, Miguel Fernández García -secretario- y los vocales Pepi Martínez, Pili Alonso, Paloma Rodríguez, Pili Lombardía, Sonia Fano, Charo Secades, Corsino García-Rendueles, Gonzalo Menoyo, Carlos Álvarez, Fernando García-Rendueles, Manuel Fernández y González -es decir, el arriba firmante-, Joaquín Viña, Ricardo Delgado, Alfredo Rodríguez, Marino González, Agustín Cidón y José Luis Garrido. Una de ellas llevaba un vendaje blanco en el tobillo derecho por recomendación de su abuela, ya que había que salir así a la calle por estar con el periodo. Reglas ancestrales. Las elegidas fueron: reina de El Jardín, Merche Cidón Rodríguez; reina del verano, Elsa Tamargo Echevarría; reina de los forasteros, Verónica Fremond; reina de la juventud, María Rosa de Lucas, y reina de los ye-yés", Maíta Cabrero Díaz.

Aquel verano también se procedió a la inauguración de la sala de fiestas Oasis Club, que hasta contaba con megafonía importada de Londres, con la actuación de un "famoso cantante" llamado Peter Pan quien, desde luego, no pasó a la historia de la música. Lo que dejaron muy claro los propietarios Mario García Blanco y sus hermanos -quienes ya tenían también el cabaré Horóscopo y El Madrigal, al que reconvirtieron en El Parque del Piles- era su carácter de pop, ya que "no estarán en su ambiente ni los amantes de tangos y pasodobles, ni tampoco quienes se asusten de melenas masculinas -que no del desaliño- ni de los preciosos shorts femeninos que tanto realzan la belleza de las chicas".

Para contrarrestar el éxito de las reinas de El Jardín, en el Oasis Club empezaron a elegir a su "Begum", con el premio de su peso en monedas de curso legal, naturalmente, dada la ornamentación oriental de aquella rompedora discoteca de la carretera del Piles al Infanzón en la que hasta hubo celebradas fiestas de excitantes baños de espuma.

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