La ilusión tiene muchas caras y todas se dieron cita ayer en Gijón. Los más mayores volvieron a ser niños y los más pequeños disfrutaron como lo que son en la cabalgata que recorrió en la tarde de ayer las calles de Gijón. Un recorrido de 5,5 kilómetros y algo más de tres horas, desde el barrio de La Calzada hasta los Jardines de la Reina, que llenó la ciudad de alegría en el día más mágico del año.

Prueba de ello fueron las caras iluminadas de Vanesa Amor y su pareja, que acudieron por primera vez a la cabalgata acompañados de su hija Noah, de apenas 7 meses. "Es una ilusión muy grande, inimaginable, nos hace más ilusión estar aquí a nosotros que a cualquier niño", aseguró Amor, "Noah apenas se entera de nada, pero con todas las luces está emocionada, no sabe siquiera para dónde mirar". Como ilusión se dibujó en la cara de Sara Turrado y su hermano mellizo Javi, de cuatro años, al subirse en la carroza del Belén, donde él hacía de pastor y ella de ángel para acompañar a su Rey Mago favorito: "el de la barba blanca". O como ilusionados se mostraron siete usuarios de la residencia de ASPACE "Emilio Meneses" de Cabueñes, que estuvieron desde las cuatro de la tarde, bien abrigados, esperando a que pasaran los Reyes Magos.

No fue hasta las 18.30 horas, cuando la pequeña Laura Cueto, de 7 años, le pegaba el último mordisco a su bocadillo, cuando dio comienzo la ruta. Cueto, que sacó "todo sobresalientes", les dejó en casa a Sus Majestades "pescado, que no me gusta".

La Banda de Música de Gijón rasgó los primeros acordes de "Arre borriquito" y comenzó el desfile. Pastores, carros con vacas, conejos, burros, ponis, todos desfilando al ritmo de las gaitas. Tras ellos, los ejércitos venidos de Oriente y Occidente: romanos, egipcios, marroquíes, hindúes, tuaregs o el ejército de Gengis Kan caminaron con paso firme sobre el suelo nevado de confetis y ríos de serpentinas. La alegría, el ruido y el baile vino de la mano de las charangas gijonesas y su grupo de percusionistas, que al terminar la primera canción ya pedían aflojar el ritmo, tal era el derroche.

Al frente, las aceras se estrechaban como en finales de etapas ciclistas. Toda primera fila era insuficiente. Niños y mayores luchaban por ver de cerca a su Rey Mago favorito. Los más pequeños aprovechaban el trecho entre carroza y carroza para recuperar la munición caída, en forma de serpentinas y confeti, para volver a la acción. Todo era poco en la tarde de la exaltación del júbilo. Para cuando los Reyes Magos llegaban, muchos habían quedado ya afónicos, o sin memoria en el móvil para sacar fotos. Lo único que seguía intacto eran las ganas de disfrutar e ilusionarse con la llegada de Melchor, Gaspar o Baltasar. Los mismos que, al filo de las 10 de la noche, se subieron al balcón del Ayuntamiento para saludar a todos los gijoneses, con un discurso en el que exaltaron el valor de la amistad. Eso sí, este año cambiaron la poción mágica que cada año regalan al Sporting por "carbón para directiva, jugadores y técnicos", que sirva de toque de atención. Y por último, la más sincera de sus confesiones: "somos Magos porque conseguimos que en el día de hoy, todos los adultos tengan corazón infantil".