Preservativos usados, plásticos y papeles de todo tipo y hasta restos biológicos. El paisaje entre los matorrales que rodean el campo de fútbol Ángel Rey de La Providencia -en el que entrenan y juegan casi a diario decenas de niños y niñas de entre diez y quince años en las categorías alevín, infantil y cadete- es dantesco. Es el lugar que personas de la ciudad que viven escondiendo su sexualidad, utilizan para mantener relaciones sexuales con otras de su mismo sexo. La mayoría de edades superiores a los sesenta años y sexoa plena luz del día. Se cobijan entre los matojos y al alcance de la vista de los más pequeños. Unos episodios que desde hace tiempo se venían produciendo en la zona pero que ahora se han vuelto insostenibles. "Los días de calor, especialmente en verano, en el picadero hay más gente que en la calle Corrida", denuncia Isidoro Álvarez, presidente del club San Lorenzo, que urge a una inmediata solución. "Ni el Ayuntamiento ni Costas quieren saber nada, miran para otro lado; esto está dejado de la mano de Dios", lamenta.

Isidoro Álvarez lleva 37 años al cuidado de estas instalaciones. Siega los campos, pinta las rayas del césped e intenta que los niños de los cinco equipos que allí entrenan se formen también jugando al balón. Desde hace tiempo ha solicitado sin éxito que alguien adecente la zona que rodea el complejo deportivo -afecta a la franja de terreno, llena de maleza, que separa la senda marítima de La Providencia y el campo de fútbol-, donde los usuarios habituales de los matorrales tienen creadas "como unas cuevas entre la maleza donde consuman los actos sexuales". "Esta gente se fue marchando de otros sitios y ahora vienen aquí; no tienen ningún tipo de pudor y algunos, si te ven, hasta te insinúan", describe Isidoro Álvarez, que ha conseguido, al menos, que el grupo municipal del PP lleve su ruego a la próxima comisión de Deportes de este jueves. "Es una indecencia", apunta el concejal Manuel del Castillo.

Los campos de fútbol están en una zona elevada, lo que facilita observar con meridiana nitidez lo que que en la cercanía acontece. Torsos desnudos y hasta intentos de sumar participantes. "Siempre hubo movimientos rarillos de este tipo, pero está degenerando cada día: si vienes a las diez de la mañana ya hay gente y si vienes a las cinco todavía más; es algo continuo", describe el responsable. Y ese marco lo condiciona todo: "No nos atrevemos ni a ir a recoger los balones cuando caen porque si ya es un espectáculo malo para personas mayores, peor aun para los niños que vienen a entrenar", reflexiona Isidoro Álvarez.

Sin denuncias

Tras la publicación antes de ayer de la noticia sobre el picadero junto al campo del San Lorenzo, este lunes no había un alma pululando por los alrededores. Pero eso no les basta a los denunciantes porque son conscientes que pronto volverán los "habituales" ahora que se acerca el buen tiempo. Es por ello que proponen desbrozar el terreno y así evitar la intimidad que logran entre los arbustos. "De momento la mayoría de padres no se han percatado de lo que ocurre; pero hay que poner solución cuanto antes", urge Álvarez con visible preocupación por lo que acontece en la zona. "No me importa que hagan lo que quieran; me da igual siempre que no monten este espectáculo grotesco y lamentable delante de los niños", apostilla.

Pese a la constante actividad en la instalación deportiva, no constan denuncias sobre estas prácticas, ni de incidentes generados por las mismas. No obstante, Isidoro Álvarez sostiene que alguna ocasión ha visto a coches de la policía patrullando por la zona. "Nunca he llamado a la policía, pero supongo que alguien sí porque alguna vez se dejan ver por aquí", explica.

Su preocupación va a en aumento por el temor a que los padres y madres de los niños que allí entrenan quieran cambiarles de equipo para evitar el problema que denuncian. "No es el mejor ambiente para que los niños vayan a jugar; pero si ya tenemos problemas bastantes para conseguir que los chavales vengan, como para que esto siga yendo a más", advierte el presidente, consciente de que si nadie pone solución al picadero muchos progenitores cambiarán a sus hijos de equipo.

En los últimos tiempo ha habido casos concretos en los que alguno de los que frecuentan el lugar ha tratado de insinuarse a apaseantes o a espectadores del reciento deportivo. "El otro día, un padre que vino a traer a entrenar a su hijo, fue a dar una vuelta y uno le tiró el picao y casi llegan a las manos", relata Álvarez, que pide una solución. "Tiene que haber voluntad para hacer bien las cosas", concluye.