Mientras unos sacaban provecho a los últimos rayos de sol, tumbona en mano, como Secundino Pérez y Florencia Suárez, otros corrían por la playa de San Lorenzo como posesos. Eran los jugadores del Círculo Gijón Baloncesto, que irrumpieron por la mañana en el arenal gijonés como pista improvisada de entrenamiento. Sus espigadas figuras no pasaron desapercibidas a la altura de la escalera número 15, ante la sorpresa de Secundino y Florencia, superadas las 10 de la mañana.

"¡Qué grandes son!", exclamó Secundino, asombrado. A lo que respondió Florencia: "Son gigantes. ¿Cuánto mide ese chico?". Señala al norteamericano Robert Swift. "Más de dos metros, seguro", comenta otro viandante. Algunos paseantes del Muro optaron por pararse y observar las evoluciones de los jugadores, dirigidas por el fisioterapeuta, Jonás; otros disfrutaban de su práctica deportiva en bicicleta o corriendo, mientras, al paso, miraban a los gigantes de la playa.

Tras una carrera, a pie del mar, de ida y vuelta desde la escalera 15 hasta La Escalerona, ante la atenta mirada de los bañistas y las primeras toallas que comenzaban a ocupar la arena, dos personas atendieron con especial seguimiento las evoluciones de los jugadores de Nacho Galán. Uno de ellos fue Gerardo Ruiz, expreparador físico del Sporting. El gijonés es un amante de los entrenamientos sobre la arena y de su beneficio: "Me está gustando mucho el entrenamiento, es muy importante ejercitar los tobillos, trabajar la fuerza como preventivo". No dejó de observar Ruiz mientras por su mente volaban recuerdos de su estancia rojiblanca, donde impulsó con éxito este tipo de entrenamientos en San Lorenzo, un clásico de las pretemporadas rojiblancas. Son sesiones duras que se endurecen aún más a causa del calor veraniego. Ayer, los jugadores del Círculo Gijón disfrutaron y sufrieron a partes iguales, a unos 22 grados de temperatura.

Al lado de Gerardo Ruiz se encontraba Fernando Fernández-Guerra, que se reconoció como "uno de los pioneros en los años 80" de llevar a entrenar a sus equipos de baloncesto del Colegio Inmaculada a la arena. Su razón era evidente: "me parecía que tenía ventajas físicas y psicológicas". Observa con atención los movimientos y resalta su teoría sobre este tipo de sesiones ya que "en las máquinas del gimnasio el trabajo es lineal y aquí, además de disfrutar de un ambiente más relajante, refuerzan un trabajo combinatorio del tobillo".

Sin duda, un trabajo básico para un jugador de baloncesto. Sirva como ejemplo Robert Swift, con sus 110 kilos de peso y sus 2'16 metros de estatura. A pesar de su talla, el exNBA demostró una actitud encomiable para adaptarse a un terreno inusual, pero que tendrá recompensa en sus movimientos de pivot. El californiano fue uno de los que se estrenó en esta superficie, en la que los asturianos Moro, Rubiera, Saúl Blanco y Javi Menéndez se movieron con más soltura. Estos Gulliver del basket retornan de inmediato a su hábitat natural, la cancha del Palacio de Deportes, donde disputarán el día 22 un derbi amistoso frente al Liberbank Oviedo.