La iglesia asturiana ha perdido en apenas unas horas a dos de sus sacerdotes más queridos: Nicanor López Brugos y Eduardo Berbes González, y ayer el templo parroquial de San Pedro, en cuya residencia ambos pasaron sus últimos meses de vida, se quedó pequeña para rendirles homenaje en un funeral conjunto oficiado por el arzobispo de Oviedo, fray Jesús Sanz Montes.

Fue un acto religioso pero también con un marcado carácter social. En el templo gijonés se dejaron ver Justo Rodríguez Braga y Eduardo Donaire, dos históricos del sindicalismo regional, junto con el que fuera senador por el PSOE, José Antonio Alonso, además de representantes de entidades sociales de tanto calado como Proyecto Hombre o Siloé, y representantes de comunidades cristianas de base. La mayor parte de ellos acudieron a Gijón desde diferentes puntos de Asturias, especialmente desde Mieres, para despedir a López Brugos, un sacerdote con gran predicamento social que destacó a lo largo de su vida y su ministerio por su lucha recta y honesta por los derechos de los trabajadores y la justicia social. Fue precisamente en el corazón de la Cuenca minera donde permaneció casi toda su vida y donde fue enterrado el jueves.

Muchos otros en cambio, asistieron al funeral, en el que participaron más de una treintena de sacerdotes de toda la región, para rendir homenaje a la figura de Eduardo Berbes, un hombre muy querido también en el terreno de lo social. No en vano, dejó tras de sí un largo ministerio en la parroquia minera de Carbayín que le valió el homenaje del colectivo minero coincidiendo con las bodas de oro de su ministerio sacerdotal.

También asistieron al funeral (sus restos fueron enterrados en su Ribadesella natal el jueves) muchos de los que fueron sus feligreses durante dos décadas en San Miguel de Pumarín, donde dejó honda huella por su carácter risueño y su facilidad para el perdón. A muchos se les vino a la memoria el apuñalamiento que sufrió en el año 1999 en el altar de la parroquia, a manos de una mujer con problemas psicológicos. "No le gustaba hablar de aquello porque lo perdonó y lo olvidó; estoy aquí porque se lo merecía todo", explicaba una feligresa emocionada.

El arzobispo Sanz Montes dedicó palabras elogiosas para ambos sacerdotes en su homilía: "se fueron enhebrando momentos de sus biografías plagadas de talante, calidad humana y sensibilidad para acompañar al pueblo de Dios", resumió antes de poner a los dos sacerdotes como ejemplo de "defensa de los derechos, ejemplo de ese Dios que tiene hijos, de hermanos en los que reconocemos al Padre creador".

Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro, también quiso hacer su aportación personal al final de las exequias, dado que fue uno de los más cercanos a ambos sacerdotes. "Eduardo Berbes pasó con nosotros los últimos seis años y ha dejado un hondo vacío; era un hombre feliz y que hacía felices a los demás", explicó antes de recordar sus largos paseos por el Muro de San Lorenzo, sus calamidades de salud y su última estancia en el hospital, donde "todos los días recibía visitas de feligreses de Carbayín y de Pumarín; unos iban a darle la comida, otros a pasar un rato con él, todo el mundo lo quería".

Sobre Nicanor López Brugos recordó su amor por Mieres. "Pasó en la residencia de San Pedro un año a intervalos, porque siempre que podía iba a Mieres a pasar unos días", indicó Gómez Cuesta antes de recordar a una persona comprometida que "cada día y casi hasta el final iba de paseo hasta el Piles".

Ahora ambos descansan, como recordó el arzobispo, "tras dar gloria a Dios y procurar la defensa apropiada a los hermanos".