-Hoy, aquí, me jubilo definitivamente de toda actividad teatral. Es un orgullo decir adiós en este país y en esta ciudad. Tengo una nieta casada aquí con un hijo de siete años. Mi vida queda vinculada para siempre a Gijón.

A sus casi 96 años, el director de televisión Alberto González Vergel prometió ayer a los alumnos de la Escuela Superior de Arte Dramático del Principado de Asturias (ESAD) que "nunca más" volvería a "hablar de teatro". Sus últimas directrices fueron para los jóvenes actores de la región, a quienes dejó boquiabiertos tras recitar tres poemas "cortitos": "La misa del amor", "Tú" y "Yo te agradezco la intención". González Vergel, natural de Rojales (Alicante) aunque afincado en Gijón, interpretó con fluidez y brillantez los textos, y además de memoria. Sólo necesitó que su amigo, el historiador Gabriel Porras, le diese pie en dos de ellos con la primera frase. Difícil era imaginar que detrás de su frágil apariencia física -llevó bastón, poncho, gafas de sol y hasta zapatillas de andar por casa- y de su avanzada edad -95 años que se convertirán en 96 en un mes- todavía hay una mente prodigiosa.

Y lo demostró con los poemas, pero también con un breve repaso a su trayectoria profesional. No se olvidó de los detalles, aunque a veces se le fue "la onda". Pero ésta siempre volvió. Su principal lección a los alumnos de Arte Dramático fue diferenciar entre puesta en escena y dirección de escena, que "no es lo mismo". Él, a lo largo de sus casi 70 años de carrera, apostó más por la primera. "Consiste en introducir innovaciones y la visión personal del director, pero con absoluto respeto al autor y siempre cuidando que la obra sea reconocible a pesar de los cambios. La dirección de escena sigue por contra paso a paso la letra del autor", remarcó tras el visionado de fragmentos de cuatro piezas que dirigió en su última etapa televisiva: "La muerte de Dantón", "Hoy es fiesta", "Las cartas boca abajo" y "Las tres hermanas". En la pequeña pantalla, González Vergel estuvo al mando de más de 500 obras dramáticas en espacios como Primera fila, Novela o Estudio 1.

El alicantino, de formación químico, recordó que se estrenó en el teatro con "La estrella de Sevilla" (1958) y arrancó las risas del público con su relato de cómo llegó a dirigir entre 1970 y 1976 el Teatro Español de Madrid, ahora llamado Teatro Príncipe. "Me llamaron de la dirección general de Teatro para asistir a una reunión. Cuando llego a la sala, sólo veo políticos. '¿Y qué hago yo aquí?', les pregunté. Su propuesta era crear una rueda de actores. Pero dije que no, que yo para dirigir una pieza al año que no dejaba lo que tenía. Y así quedó la cosa. Hasta que al día siguiente me llaman y me ofrecen ser director único del Español. '¿Quieres?', me preguntaron. '¡Claro!', contesté yo", contó con chispa. Entre las obras que más le impresionaron a lo largo de su vida, González Vergel recuerda sobre todo una: "Los días de la comuna", que vio en Berlín: "Me pasé toda la tarde llorando, pero no por su contenido dramático, sino por su estética. Eran tan bonita...".

Ovación del público

Y hasta aquí llegaron sus palabras: "Ya no tengo nada más que decir". Pero el veterano actor se vio obligado a "sacar de la manga un premio" como agradecimiento a la sonora ovación del público de la Escuela de Arte Dramático, que ayer le rindió homenaje con este cariñoso acto. El premio tuvo forma de poesía. González Vergel, aunque "cansado", sacó la fuerza necesaria para entonar y gesticular tres hermosos poemas, el último de su poeta "preferido", Miguel Hernández. En éste, además, no tuvo la ayuda del historiador Gabriel Porras. "¿Cómo empezaba? Ah, sí. 'Yo te agradezco la intención, hermana, la buena voluntad con que me asiste tu alegría ejemplar (...)". Y tras cuatro minutos largos de recital, concluyó: "¡Estoy agotado! Sólo una cosa más: Nunca más me reuniré para hablar de teatro".