Para la investigadora Gretel Piquer Viniegra, premio extraordinadio de doctorado por una tesis sobre Evaristo Valle (1873-1951), hay pocas dudas al respecto: el pintor de las famosas "carnavaladas" marca un antes y un después entre los artistas asturianos por la incorporación a su obra de las corrientes vanguardistas de su época. "Es el primer gran pintor moderno asturiano", afirmó ayer.

Es la tesis que defendió en el ciclo "Escuela de pintores gijoneses figurativos (siglo XX)", que el Ateneo Jovellanos viene organizando en el edificio de la Escuela de Comercio. "Su formación es distinta a la del resto de artistas: se desliga de las soluciones academicistas e incorpora lo que había aprendido del expresionismo o del simbolismo", explicó la especialista, gran conocedora de la obra de Valle. De hecho es la responsable del archivo y documentación de la fundación que lleva el nombre del sobresaliente artista gijonés.

Entre otras importantes exposiciones, Gretel Piquer ha comisariado este año la crucial exposición "Valle y los maestros", una muestra con la que se documenta cómo el artista gijonés pinta una obra muy original a partir de la absorción de clásicos como El Greco, pero también de pintores a los que conoció o admiró, casos de Zuloaga o Modigliani. Para la doctora, Valle fue capaz de llevar la pintura hacia los horizontes de la modernidad. Y de hacerlo mucho más que otros artistas asturianos: más que Ignacio León Escosura, Menéndez Pidal, José Ramón Zaragoza o Martínez Abades, que no se desprendieron de su academiscismo. Incluso también de un autor como Darío de Regoyos, que sí estuvo atento a lo que cocían las vanguardias parisinas.

Valle, a diferencia de Luis Fernández -mucho más joven-, es capaz de incorporar muchas de esas propuestas y técnicas de la vanguardia a una temática propia, muy asturiana y gijonesa. "Valle está aceptado como pintor, pero es menos entendido el gran intelectual que también fue", indicó Gretel Piquer.