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La uva de la mala suerte

El niño Thiago Guamán murió atragantado en Nochevieja tras un cúmulo de infortunios, pese a los intentos de los servicios de emergencia por salvarlo

Miembros de la familia Bustos, a la puerta de su casa. MARCOS LEÓN

El drama y la tragedia se apoderaron del hogar humilde de la familia Bustos, en el barrio gijonés de El Natahoyo, justo cuando el 2019 apenas había comenzado a andar. Una uva sin pepitas, seguida de un cúmulo de circunstancias adversas, provocó la prematura muerte del pequeño Thiago Leonel Guamán Bustos a los tres años de edad, "un niño alegre, despierto y muy cariñoso". Nada se pudo hacer por su vida cuando llegó al Hospital de Jove. Un duro golpe que tiñó de luto el inicio de año, nada más concluir las campanadas, e impresionó a toda la ciudad y, especialmente, a los compatriotas ecuatorianos. En apenas veinte minutos la vida de los Bustos quedó marcada para siempre. "Dios nos pone pruebas y ahora sé que tengo un ángel que vela por mí desde el cielo", se consolaba su madre, Viviana Bustos, mientras intentaba asumir la realidad.

El día 31 comenzó con el ambiente festivo propio de cada Nochevieja en todos los hogares. En el número 15 de la calle Independencia, muy cerca del colegio Atalía -donde el pequeño Thiago Guamán era alumno de infantil de tres años- todo estaba dispuesto para la celebración, en la que estaban presentes la madre del niño; el hermano, Kevin Alexis; el tío Carlos y su abuela Mara. Tras el asado se repartieron varias uvas entre todos para cumplir la tradición. Según explicó la madre, afincada en Asturias desde hace casi dos décadas, le puso no más de cuatro uvas en un vaso para que él pudiese participar también. Ya antes había comido uvas sin problemas.

Tras la duodécima campanada, ya en el nuevo año, los allí presentes se dieron cuenta de que algo iba mal. Thiago se había atragantado. No podía respirar. Viviana Bustos se apresuró a meterle los dedos en la boca para intentar sacar la uva, pero no fue capaz. Tampoco su tío Carlos logró el objetivo dándole golpes en el pecho. Los nervios ante la situación y la angustia hicieron mella en todos los presentes. Salieron corriendo de casa, pidiendo auxilio a gritos a ver si alguien les socorría. Ya pasaban diez minutos de la medianoche cuando los familiares alertaron al teléfono de emergencias para pedir ayuda sanitaria y también a la Policía Local de Gijón. Todos se movilizaron de inmediato para ayudar al niño.

La UVI móvil estaba en ese momento en el Hospital de Cabueñes -fue una noche de muchas intervenciones-, ya disponible tras dejar allí a otro paciente. Tenía que cruzar medio Gijón para llegar, pero antes incluso de colgar el teléfono con su madre, la ambulancia se puso en marcha al saber que se trataba de un niño que se había atragantado y que ya tenía el rostro morado, síntoma inequívoco de que el nivel de asfixia era ya muy grave.

El tiempo estimado de llegada era de entre seis y siete minutos, por lo que también movilizaron a una ambulancia básica con un médico de guardia del centro de salud de La Calzada aunque, finalmente, fue desactivada a los pocos minutos al ver que la UVI móvil avanzaba a buen ritmo debido al escaso tráfico que se encontraron al cruzar la ciudad.

Mientras los equipos de emergencia se daban prisa por llegar, Viviana Bustos recorrió varios metros con su hijo en brazos mientras seguía pidiendo auxilio. Llegó hasta el camino de la Fábrica de Loza, en la esquina con la calle Dos de mayo. Allí se sentó a esperar en el bordillo de la acera. Una vecina, que paseaba en ese momento a su perro, le ofreció ayuda y tapó al niño con una manta que ella portaba para combatir el frío. Fue la primera que atendió a la familia Bustos, e intentó que un coche llevase al niño hasta el Hospital de Jove, pero sus ocupantes se negaron porque "no querían líos".

El traslado a Jove

El traslado a JoveAntes que la UVI llegó una patrulla de la Policía Local, cuyos agentes fueron los que trataron de reanimar al niño. Los sanitarios que iban en camino les conminaron a esperarles, pero tal fue la presión de los allí presentes -varias personas se habían acercado hasta la esquina donde se encontraba Viviana Bustos con su hijo para interesarse por ellos- que los policías optaron por subir al pequeño al coche para llevarlo hasta Jove en busca del milagro. Justo cuando arrancaron, llegó la UVI, que tardó alrededor de seis minutos en llegar al lugar indicado desde el hospital de Cabueñes. El reloj estaba ya próximo a las doce y veinte minutos de la madrugada.

La UVI siguió al coche policial hasta la entrada en Jove, donde tardaron en llegar dos minutos escasos. Nada más salir del vehículo ya fue atendido por la médico de la UVI con su propio material médico. Utilizó la mascarilla autoinflable para reanimar manualmente al pequeño y empleó el material de intubación tradicional. También logró despejar las vías respiratorias del niño e incluso pudo localizar y sacar la uva con la que el niño se había atragantado. Pese a todos los esfuerzos, Thiago Guamán ya estaba clínicamente muerto.

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