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Ana DMatos, ayer, en la capilla del Museo Barjola, junto a su instalación.ÁNGEL GONZÁLEZ

ANA DMATOS | Artista, expone en el Museo Barjola

"La capilla del Barjola es idónea para mostrar 'Manos de bruja'"

"Mi obra va a la historia para saber qué raíz nos conecta con un pasado en el que al diferente le convertían en chivo expiatorio"

"Manos de bruja", la obra que desde ayer se muestra en la capilla del Museo Barjola, es el resultado de una investigación histórica, emocional, que deriva en una propuesta artística sobre la documentada tortura y quema de mujeres acusadas de brujería. Su autora es Ana DMatos (Lugo, 1963), doctora en Bellas Artes por la Complutense de Madrid. Una mirada para que no olvidemos la injusticia, el horror.

-¿Cuál es el origen de "Manos de bruja"?

-Parte de un proyecto que me pidieron para el festival "Miradas de mujeres", que se hizo en toda en España, y con el que se trataba de dar visibilidad a las artistas. Me ofrecieron Sala del Horno, en la Ciudadela, en Pamplona. Concebí la pieza pensando en las características del lugar. Y, también, la construcción social que nos afecta como mujeres, cuál es el papel que tenemos. La idea de las brujas me parecía inicialmente recurrente, después me pareció algo esencial: una referencia a personas torturadas. Aunque hubo algunos hombres, fue una violencia contra la mujer.

-De ahí la elección del tema, ¿no?

-Claro. Me puse a investigar y di con la bula papal"Summis Desiderantes Affectibus" (papa Inocencio VIII, 1484). Había un canon en el que se hablaba del vuelo de las brujas, de que mataban niños, provocaban abortos o impotencia en los hombres. Y que pensarlo era herejía. A partir de la bula todo cambio. Dos dominicos, (Heinrich) Kramer y (James) Sprenger, escriben un manual en el que señalan que las mujeres tienen mayor tendencia al mal al proceder de la costilla torcida de Adán, o sea, que no estamos hechas como Adán a imagen y semejanza de Dios. Y, además, somos ambiciosas: deseamos saber y por eso cogimos la manzana del árbol prohibido; somos mentirosas. Todo eso se va asentando en la historia, siglo tras siglo. Si uno analiza todo eso desde una perspectiva femininsta, que busca la igualdad, vemos que las primeras imágenes eran de diosas y que, después, se pasa a una cultura patriarcal, del cazador, de los dioses.

-¿Revisa la figura de las brujas desde una crítica al llamado "patriarcado"?

-Soy mujer y no tengo la mismas oportunidades que un hombre. Para que el capitalismo pudiera funcionar, hay un momento en que se dan cuenta de que los hombres rendirían mucho más con las mujeres en casa, cuidando de ellos y de los hijos, con lo que vivirían más y serían más felices.

-¿Reivindica a la bruja como la mujer que se rebela?

-Ahí está la cuestión: yo no reivindico el papel de la bruja. Ni siquiera estoy reinterpretando su posición. Lo que trato es de hacer una conexión con el pasado. Para mi trabajo utilizó la historia, ese segmento de la historia para traerlo al presente. ¿Qué raíz nos conecta con un pasado en el que sólo por ser disidente, ser diferente, te convertían en chivo expiatorio y en alguien al que se le podía culpar de todo? Aquel cuerpo doctrinal, el "Malleus maleficarum" ("Martillo de las brujas"), justifica el engaño a brujas y brujos para que confesasen todos sus pecados, porque así podían ser perdonados. Bajo tortura dices lo que quieran que digas: es la humillación física, psicológica... Y lo hicieron tribunales eclesiásticos y civiles. En determinados lugares, no en nuestras sociedades occidentales, se sigue encausando a la gente por ser diferente.

-¿Cómo ha concretado todas estas cuestiones en su obra?

-Con la pieza inicial me di cuenta de que era muy emocional: su estructura te hace sentir como si estuvieras en una cárcel. Utilizo el blanco y negro para retrotraer al espectador a la historia. Llamas, sombras y el sonido crudo del violín, casi descarnado. Es una obra que conecta con otra, que está en La Coruña, sobre las manos de mi madre. En el tema de las brujas está también la obsesión sexual de la Iglesia.

-¿Por qué toma la figura de la mano?

-Es muy conceptual. En las manos está toda nuestra personalidad. Y es la transmisora del intelecto. La mano derecha es la dadora, la de Dios; yo aquí utilizó la izquierda, porque (a las mujeres) nos han situado en el lado oscuro. Vuelto al tema de las manos de madre: además de quemar brujas, se quemaba también a los hijos al pensar que la brujería se heredaba. Cuando dibujo las manos de mi madre y escribo todas esas palabras del "Malleus maleficarum" me doy cuenta de que es como si me estuviera asfixiando. Es entonces cuando escribo: sor, mater... Hay otras dos instalaciones más. En la medida que olvidemos todas estas historias, estamos obligados a repetirlas. Hemos estado condenadas a dar hijos para que se los coma la industria. La mujer ha sido la gran dañada del sistema patriarcal capitalista

-¿Por qué la música de Luciano Berio?

-Es una música extrema, con la que va al origen mismo del instrumento. Mi obra no es fácil, tiene muchas capas.

-¿El espacio de la capilla del Barjola le planteó algún tipo de problema con la instalación?

-No, está muy bien. Es más, creo que es el lugar idóneo para exponer esta obra, aunque se pueda mostrar en cualquier parte. Es una obra pensada para un sitio en el que se puedan concretar determinas emociones, y, además, el espacio, aquí, permite contextualizar todo esto de lo que estamos hablando.

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