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Pedro de Silva, ayer, con un ejemplar de "La moral del comedor de pipas".ÁNGEL GONZÁLEZ

PEDRO DE SILVA | Escritor y abogado, acaba de publicar "La moral del comedor de pipas"

"Mi última novela es salvaje, divertida algo filosófica y antisistema radical"

"La moral del comedor de pipas es la de la persona que no se da importancia ni vive obsesionada por los circuitos en que se cultiva"

"Vivo de la literatura, como de la abogacía y cargo con la biografía". Es un autorretrato de Pedro de Silva (Gijón, 1945), que acaba de publicar "La moral del comedor de pipas" (Trea). Es el reencuentro con la ficción del escritor, abogado y articulista de LA NUEVA ESPAÑA, además de expresidente del Principado.

-Diez años desde su última novela, aunque en este tiempo ha publicado la obra de teatro "El Rector". ¿Por qué este regreso a la narrativa?

-He sido siempre bastante promiscuo con los géneros, promiscuidad que está también en mis novelas. No es algo deliberado, sino que viene de mi gusto por la experimentación literaria. He seguido escribiendo novela y tengo mucho material, pero no he publicado. De hecho, estoy con otra muy larga. Empecé la que se edita ahora hace años, la retomé y hace unos meses le di el arreón.

-¿Qué le llevó a acabarla?

-Las cosas hay que rematarlas. Hay un momento en el que siento que me divierte hacerlo. La literatura tiene que divertirte. Y me doy cuenta de que tengo que acabarla porque dice cosas.

-Hablaba de esa querencia suya por los géneros. Ha escrito novela negra, ciencia ficción... En su última obra hay una hibridación más compleja: fantasía, tragicomedia negra, miradas al mundo del cómic, un punto de distopía... ¿Fue surgiendo así?

-Lo más importante es el registro, un habla precisa, y personajes que sean coherentes con eso. Tenía una idea de partida, pero cuando consigues que la novela te vaya arrastrando tienes bastantes posibilidades de arrastrar también al lector.

-Luca, narrador en primera persona aquejado de un trastorno obsesivo compulsivo, cuenta la historia de su lucha con los momos. La novela, tras una cierta factura también de fábula milesia, ¿puede leerse como una metáfora del mundo contemporáneo?

-No soy quien... Si quieres, puedes leerla hasta en clave teológica, o como una novela de amor, o como pura épica. He intentado que fuera divertida y un poco filosófica. La definiría como una novela salvaje, divertida y algo filosófica; por ese orden. Aunque Luca, el protagonista, está muy poco capacitado para desarrollar una filosofía. Es una novela antisistema radical.

-¿En qué sentido?

-Hay muchas formas de ser antisistema. Puedes estar contra el sistema económico, contra el moral... Entonces, ya eres un poco más antisistema. Hay distintas formas, pero es una novela fundamentalmente antisistema.

-Luca está contra los momos, "gente de orden". El narrador dice que todos somos un poco momos...

-Todos somos momos en cuanto todos formamos parte del sistema.

-Hay también una lectura pesimista de la novela: como si esa posición radical contra el sistema solo pudiera mantenerse desde la periferia del propio sistema. ¿Es así?

-La novela no entra en lo que consideramos como política. Pero sí, supongo que es así. Las novelas tienen que sostenerse por sí mismas; no hay que echar mano del autor para interpretarlas. Igual que en la novela, en cada uno de nosotros hay muchas capas. Soy muy pesimista, por ejemplo, en cuanto a la batalla ambiental. También podría leerse como una novela ecologista radical. He tratado de que la novela no perezca bajo su propia intención de trascendencia.

-La novela puede enlazar también con la tradición de la novela picaresca: alguien que narra cosas en primera persona. Afirma que es, asimismo, una novela épica. ¿A qué se refiere?

-Hay una causa detrás, mientras que en la novela picaresca no hay una causa detrás.

-La de la supervivencia.

-Sí, pero aquí hay una lucha contra los momos, el sistema.

-El pícaro cuestiona el sistema continuamente con su relato.

-En su praxis, pero no en su deliberación.

-Cool, el instructor de la exigua y desquiciada milicia de su novela, consulta continuamente a los de abajo. Una expresión que nos remite a un término político de moda...

-En la novela esa expresión no tiene que ver con la política ni, tampoco, con la lucha de clases. ¿Quiénes son los de abajo en mi libro? Es el lector quien tiene que preguntarse y responderse, si le apetece. La novela tiene varias pistas: la primera, que se trata de un divertimento con el que te puedes ir enganchando. Ahora, también da para hacerse preguntas y, posiblemente, para obtener algunas respuestas.

-Luca, cazador de momos, se presenta como un buen comedor de pipas. ¿Una imagen de la banalidad contemporánea o lo dejamos también a la imaginación del lector?

-El título, "La moral del comedor de pipas", me gustó desde que se encontró conmigo, así que lo adopté. Digamos que Luca es una persona que está fuera de los circuitos de importancia. La moral del comedor de pipas es la de la persona que no se da importancia, que no vive obsesionada por esos circuitos de importancia ni por cargar con el peso de la importancia.

-En Luca hay una gran ambigüedad: tan pronto resulta un cafre como simpático.

-Bueno, es bastante cafre, aunque a mí me resulta simpático casi siempre. Es alguien completamente salvaje.

-Es un asesino múltiple.

-Pero con una pequeña diferencia: sólo mata momos y para defenderse. Esa es la diferencia.

-¿Y qué ha querido expresar con el recurso de lo que llama el "bicho interior"?

-Forma parte del componente fantástico grande que tiene la novela. Es un recurso que descansa en la fantasía de que hay unas fuerzas interiores que permitirían hacer cosas sobrehumanas.

-Está también el mundo de los superhéroes. ¿Es aficionado al cómic?

-Sí, pero Luca conquistaría a muy pocos lectores como superhéroe. No es un antihéroe, pero sí un antisuperhéroe, aunque tenga atributos -sin la épica- del superhéroe.

-En la novela hay un vaciado de la cultura humanística?

-Desde la óptica de la novela, digamos que la cultura humanística tradicional sería una cultura momo. Por eso decía que mi personaje es un antisistema de verdad. Aquí hay algo de Nietzsche, claro.

-¿Nietzsche es una de las referencias?

-Se quiera o no, Nietzsche está por todas partes. Pero es demasiado poderoso como para dejarlo campar por sus respetos. Sabemos lo que ha dado de sí. Al final, estamos hablando de paganismo: la presencia de lo animal, del mundo vegetal... La novela no se insertaría cómodamente en la tradición de la cultura humanista occidental.

-¿Por qué las abundantes referencias escatológicas?

-La clasificación entre lo que es escatológico y lo que no lo es pertenece a la moral, que es la ciencia del sí o del no.

-Hablemos de las referencias explícitas en la novela: "El Conde Lucanor", Kafka, Burroughs y el Leopold Bloom de Joyce...

-Bueno, la moral de Burroughs se explicita en la novela: la gente que se ocupa de los asuntos de los demás es porque no tiene asuntos propios de que ocuparse. El nombre de Luca se toma de "El Conde Lucanor"; me gusta lo del abuelo, castellano antiguo que con ese libro permite la actitud refranera. No se puede hacer novela sin Kafka y ésta es una novela de metamorfosis. Soy muy devoto de Joyce y, sobre todo, del "Ulises". Leopold Bloom sería un excelente comedor de pipas; en su peripecia no se mete con la vida de los demás.

-¿Su novela como una defensa de la vida privada frente a las asechanzas de todo lo que nos rodea?

-Es otra lectura

-¿Por qué decide incluir las ilustraciones de Álvaro Noguera?

-Lo conozco desde hace muchos años y admiro su trabajo. Quería poner ilustraciones porque el universo que describo requería algún soporte gráfico.

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