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Volver a nacer con 23 años

"Tardé en tomar la decisión, pero nunca volví a tener dudas", asegura el transexual gijonés Aitor Villán tras completar la primera fase del tratamiento hormonal para el cambio de sexo

Aitor Villán, en Cimavilla. JUAN PLAZA

De pequeño a Aitor Villán no le gustaba jugar con muñecas, ni vestirse "como las chicas", ni llevar el pelo largo. Este joven de Cimavilla, a sus 23 años, no tiene problemas en explicar que su nombre de nacimiento fue María, pero que incluso antes de saber lo que significaba ser transexual él ya sabía "que algo no encajaba" en su vida. Se hizo "viral" en redes sociales después de que su amiga Andrea Menéndez contase su historia en Twitter el pasado 14 de marzo, día en el que se cumplieron los dos primeros años de su tratamiento hormonal. "Tardé mucho en tomar la decisión pero en cuanto lo hice ya no volví a tener ninguna duda", asegura.

Villán sabe que se crió en un entorno afortunado. Al tener un hermano gemelo, Diego, en su casa siempre hubo juguetes asociados a niños y a niñas. "Eso hizo que sin darnos cuenta normalizásemos jugar con coches y con muñecas del uno y del otro. Nadie nos decía que nos limitásemos solo a una cosa", agradece. Su gusto a la hora de vestir ya desde edades tempranas se centró en los pantalones cortos y las sudaderas holgadas. "Ahí fue el único problema que pude tener, porque de pequeño me llevaban a la sección de chicas. Yo me enfadaba, porque aunque me podía comprar cosas anchas el diseño y los colores no son iguales", explica. A los ocho años su familia ya empezó a preguntarle "si quería ser chico". "Como yo no entendía a qué se referían decía que no, que de mayor me quitaría los pechos y ya está", dice, riendo. "No hay información sobre nada de esto si no la buscas por tu cuenta", concreta.

Empezó a dar pasos más seguros a los 16 años. "Yo soy de esos que no le cuenta sus problemas a nadie porque siento que nadie tiene que aguantarme, que ya me aguanto yo. Me tiré años sin decir nada pero rayándome yo solo por las tardes", asegura, aunque sí que agradece que su prima "siempre estuviese ahí" para aconsejarle. "A ella sí que le decía que no estaba a gusto conmigo mismo, pero ella tampoco sabía muy bien qué teníamos que hacer. Un día me cansé de llorar por las noches y me puse a buscar información", confiesa. Y acabó en Youtube, donde es cada vez más común que jóvenes y adolescentes cuenten sus vivencias al gran público, también aquellas relacionadas con el mundo "trans" y los cambios físicos que acarrea el tratamiento hormonal. Hoy Aitor es uno de esos usuarios y documenta su propia historia "para ayudar a los chavales trans que todavía no saben cómo dar el paso".

¿Cómo elegir el nuevo nombre?

El 26 de febrero de 2016 tomó la primera gran decisión: dejar de identificarse como María. "Llegué al instituto y le dije a dos colegas que iba a empezar con todo, con las hormonas y con lo que fuese. En realidad no sabía de qué estaba hablando, pero yo ya dije que lo iba hacer. Y les pareció guay", asegura. "El problema es que cuando me preguntaron por el nombre yo no lo había pensado. Nos quedamos con Iker, Aitor o Hugo, pero como Iker Casillas estaba en el Madrid y yo soy del Atleti, pues descartado. Hugo nos sonaba a la colonia de Hugo Boss, así que tampoco. Desde entonces soy Aitor, Aitorín para los amigos", bromea.

El segundo problema fue contárselo a la familia. "Mis amigos y yo le estuvimos dando vueltas a todo esto mientras seguíamos en clase; parecía un poco tonto soltar la noticia de sopetón, así que mis amigos me dijeron que como se me da bien escribir pues que me inventase algo", relata. En pocos minutos y desde su pupitre redactó un mensaje que publicó después en redes sociales y que incluye mensajes como este: "Poco queda, por no decir nada, de María, de ese pelo tan largo que tan poco me gustaba, de aquellas coletas que me ponía mi abuela y que al salir de casa siempre me quitaba y de ese vestido de comunión que nunca tuvo que haber existido". Y sigue: "Hola, soy Aitor, un chico normal y corriente al que le encanta el surf, el skate y sobre todo el fútbol; un chico que a partir de ahora quiere ser feliz y va a conseguirlo". Al llegar a casa le dio su móvil a su madre para que lo leyese. "Me dijo que ya lo sabía desde hacía muchos años. Me ayudó a contárselo a mi padre cuando vino a casa. Cuando llegó mi hermano y vio a mi madre llorando y a mi padre haciéndose a la idea el pobre pensó que se había muerto la abuela", bromea.

La madre de Villán se puso en contacto con el sexólogo avilesino Iván Rotella, que tras varias consultas con la familia redactó un informe en el que pedía derivar inmediatamente a Aitor a la Unidad de Tratamiento de Identidad de Género de Asturias (Utigpa), con sede en Avilés. "Me dijo que mi caso era clarísimo y, desde entonces, todo ha ido bastante rápido. En marzo de 2016 me hicieron el informe, en julio me llegó el papel de la Utigppa y en agosto tuve la primera consulta con la psicóloga. En enero del año siguiente ya pasé al endocrino y al poco tiempo empecé con la hormonación", resume.

Acaban de pasar dos años desde el inicio del tratamiento y Aitor, ahora, está a la espera de poder cambiar el sexo y nombre de su DNI. Está a punto finalizar un módulo de Educación Infantil y su idea es buscar un trabajo para poder pagarse una masectomía. "Después quiero ir a la universidad, pero tengo que esperar a cambiarme el nombre. No tengo ni el carnet de conducir porque no tiene sentido que con mi apariencia tenga que seguir identificándome como María", lamenta.

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