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JOAN MARGARIT | Poeta, ofrecerá mañana, lunes, un recital en Gijón

"No hay nadie que esté menos en las nubes que el poeta"

"Me siento autor en catalán y en castellano, lengua que fue lo único bueno que me dio Franco y que yo no le pienso devolver"

Joan Margarit. JUAN PLAZA

Es probablemente el poeta catalán vivo más importante. Joan Margarit (Sanaüja, Lérida, 1938) leerá su obra mañana, lunes, en la gijonesa Biblioteca Jovellanos (19.00 horas), invitado por la Sociedad Gesto. Arquitecto y catedrático de Estructuras Económicas, es premiado autor bilingüe -en catalán y castellano- de casi una treintena de poemarios.

- ¿Le gusta leer sus poemas en público?

-Habré hecho quinientas, mil lecturas, yo qué sé; o sea, que no puedo decir que no me gusta. Depende siempre del concepto que uno tenga de la poesía: al individuo que escribe para sí mismo se supone que no le interesará mucho leer en público. No es mi caso. La poesía y la música son de esas pocas cosas humanas que nos son útiles en momentos personales muy difíciles; lo demás, son distracciones. Escribí un poema que se titula "Ayudar" que cuenta esto. El contacto con los lectores me da vida. El buen poema es un misterio que sirve a muchas personas, y cada una de ellas lee su poema. Un buen poema son muchos poemas, tantos como lectores.

-En el epílogo de "Un asombroso invierno", su último libro, defiende el poema como una fusión de verdad y belleza.

-Fusión no, porque no toda la belleza es verdad. Ahora, un poema es belleza que ha de ser también verdad.

- "Llega el olvido, tranquilizador/ y vuelve, siempre vuelve la alegría", escribe en su último poemario. ¿Es su posición vital cumplidos los ochenta años?

-No estaría mal. Si usted me pidiera un resumen, pues podríamos utilizar esos dos versos. En la vida hay dos extremos muy singulares, la infancia o la adolescencia, por un lado, y el final. La diferencia es que el viejo ya ha hecho una casa. Gracias a esto funcionan la ciudad, los supermercados...Si todos hubieran hecho ya su casa, nadie daría ni golpe.

-José Carlos Mainer afirma que sus poemas son como "documentos morales", resultado de la experiencia de la vida. ¿Está de acuerdo?

-Sí, todo esto que le cuento no es ajeno a la vida, más bien todo lo contrario. La vida es la base, lo es todo. No hay nadie que esté menos en las nubes que el poeta.

-En ese sentido, ¿se siente próximo a los poetas de la llamada "Generación del 50"?

-Hombre, me siento identificado con cualquier buen poeta o con cualquier buen poema, sea del Renacimiento, del Romanticismo...

-Usted ha escrito siempre una poesía de línea clara, figurativa, aunque no exenta de hallazgos expresivos.

-Las vanguardias tienen su sentido, porque las cosas se pudren si no se renuevan. Una poesía romántica sale con mucha fuerza, pero al cabo del tiempo está medio podrida. Tiene que venir alguien y decir: "Basta ya de todo esto". Cuando Malévich pinta un cuadro todo negro y no hace nada más, no está haciendo una obra de arte para consolarse porque se ha muerto su hija, está simplemente enmendando a los pintores anteriores a él y proponiendo otra ruta. Ahora, yo no pongo ese cuadro en mi casa; no me sirve. Son gestos necesarios para que la pintura siga su camino. Lo que no puede ser es ese vanguardita que dice que lo es y se pasa cincuenta años pintando el mismo cuadro.

-También ha definido la poesía en alguna ocasión como una casa de misericordia, título de uno de sus libros...

-Es un instrumento de consolación, claro. Y es muy necesario porque si uno no encuentra consolación, pues malo.

-En su libro de memorias, "Para tener casa hay que ganar la guerra", hay una pregunta un poco inquietante: "¿No responde mi poesía a dicha dificultad para transmitir afecto?

-Es posible, claro. Digamoslo mejor así: para transmitir el suficiente afecto.

-¿Es la "fuerza oscura" que alimenta sus poemas y de la que habla también en ese libro?

-Es posible. Cualquier cosa que nos alimente es buena si el resultado es aceptable.

-Ha dicho que la pérdida, la Guerra Civil y la posterior respresión han condicionado gran parte de su poesía. ¿Es así?

-No lo puedes evitar, porque es tu vida. Y seguramente mi poesía ha estado gobernada, en alguna medida, por las pérdidas. Pero ese libro al que se refiere no son propiamente unas memorias; si fuera así, sería un volumen mucho más gordo. Lo que busco ahí es explicarme y explicar al lector dónde está mi origen, el principio de vida.

-¿Y, en su caso, cómo se han llevado el poeta y el arquitecto?

-Fantástico. La poesía es muy celosa. Si eres poeta no puedes llevar una sección diaria de crítica de poesía en un periódico, por ejemplo. Te vuelve la espalda fácilmente. Yo derivé hacia la parte más científica de la arquitectura, así que logré una convivencia sin celos.

-Ha traducido su poesía del catalán al castellano. ¿Se siente un poeta de ambas lenguas?

-No la he traducido, la he escrito a la vez. El castellano es lo único bueno que me dio el general Franco y no se lo pienso devolver. Un poema debe empezar en la lengua materna. No hay un solo gran poeta que no haya empezado por ahí. Mi línea de salida es el catalán, pero si llevo el poema en el bolsillo un mes o dos sólo durante una semana está en catalán, el resto del tiempo está ya en las dos lenguas. Me siento poeta en catalán y en castellano porque he hecho mi poesía en esas dos lenguas. Toda. La que escribí sólo en castellano está muerta, no existe; la que hice sólo en catalán, también. Escribo desde los dieciséis años, pero mi poesía completa sólo reúne poemas escritos después de los cuarenta. ¿Dónde está la poesía de esos veinte años anteriores? Es el tiempo que me llevó dar con la poesía que escribo.

-¿Habrá entendimiento con Cataluña?

-No lo sé. A mi edad ya no hay tiempo para la política.

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