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El riesgo oculto de las drogas blandas

Los centros de salud detectan signos de amnesia y apatía en fumadores de cannabis

Un análisis gijonés prueba que abusar durante años de la marihuana provoca el llamado "síndrome amotivacional", que puede ser irreversible

Un hombre fumando cannabis. LNE

El servicio sanitario gijonés ya detecta síndromes amotivacionales en consumidores de cannabis de la ciudad. Según un análisis recientemente publicado por los centros de salud mental y toxicología del área sanitaria local, en el que se analizó a casi medio centenar de usuarios, la patología afecta especialmente a aquellos que más experiencia acumulan en el uso de esta droga, independientemente de la cantidad de cigarros que se fumen de media al día o de los años que lleven limpios. "Hemos comprobado que ese dicho de que 'como solo me fumo uno al día no pasa nada' es falso. El síndrome es más grave cuanto más largo sea el tiempo de consumo, ya sea alto o bajo", resumió Nerea Bernardo, adscrita al centro de salud de El Coto y coordinadora del grupo de trabajo implicado.

Los resultados, a juicio de la autora, no dejan lugar a dudas: los pacientes que acumulan a sus espaldas varios años consumiendo cannabis acaban mostrando síntomas de fallos en la memoria, pérdida de la capacidad de atención y, en general, dejan de lado las ambiciones y sueños que más les motivaban. "Lo interesante del estudio fue ese tiempo de consumo prolongado tiene más riesgo de provocar problemas que la cantidad que se fume o que el tiempo que haya pasado desde que lo dejaste", aclara Bernardo, que añade: "Los pacientes de Gijón que aún fumaban dieron peores resultados en las pruebas, claro, pero los que ya lo habían dejado y habían fumado durante muchos años estaban peor que los que habían consumido mucho pero durante menos tiempo", matiza.

Tras reunirse con los trabajadores de los diferentes centros de salud mental y de la unidad de tratamiento de toxicomanías (UTT) de Gijón, el equipo investigador facilitó una serie de cuestionarios diagnósticos para aquellos usuarios que no tuviesen una patología mental grave -lo que podría dar resultados negativos no vinculados con la droga- y que hubiesen dado su consentimiento expreso a participar en la muestra. El análisis acabó con 42 sujetos, casi un 80% de ellos hombres. La mitad de los participantes acumulaban hasta 20 años de consumo y muchos aún no lo habían dejado.

A juicio de Bernardo, el daño que produce en el cerebro el abuso de esta sustancia no se recupera fácilmente y, a partir de las dos décadas de consumo, se antoja casi imposible. Los casos de apatías moderadas empezaron a manifestarse en usuarios que llevaban más de cinco años fumando, y las graves, al menos en el área V, surgen a partir de los 15. Tras más de dos décadas de consumo los datos son demoledores: el 36% de los afectados tenían una apatía moderada y el 14 una grave. Ninguno mostraba síntomas leves. "La conclusión a todo esto es que cualquier que consume cannabis debe dejarlo, y rápido. Conforme se vaya alargando el tiempo de uso, aunque sea el 'mítico' porro antes de irte a dormir, puede provocar a la larga este síndrome amotivacional que no acaba de remitir incluso años después de dejarlo todo", sentencia.

El síndrome amotivacional se caracteriza por un estado permanente de pasividad y apatía. Los afectados suelen frustrarse con cierta facilidad, tienden al conformismo y no muestran emoción ni interés por las cosas ni por su cuidado personal. Aunque pueda parecer una patología leve, el síndrome altera algunas funciones cognitivas de los usuarios, que llegan a perder parte de su capacidad de atención y memoria y sus habilidades a la hora de emitir juicios de valor. Bernardo recuerda que el cannabis es una sustancia que aún a día de hoy cuenta con una percepción de riesgo muy baja, y que suele resultar atractiva para muchos jóvenes que acaban por volverse adictos. "Muchos dicen eso de que fuman poco, pero visto está que eso no sirve de excusa", lamenta. Como este síndrome tampoco se manifiesta de forma obvia, muchos afectados ni siquiera serán conscientes de padecerlo. "No es un problema agudo, pero sí puede volverse crónico. Y eso es grave", sentencia la autora.

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