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Pablo Puente, en la plaza de Europa.JUAN PLAZA

PABLO PUENTE BALDOMAR | Director de la Fundación Siloé

"El acceso a la vivienda es fundamental, es el mejor soporte para la integración"

"Debemos trabajar desde la autonomía y la responsabilidad de los propios menores como claves para la prevención en el futuro"

Pablo Puente Baldomar es desde hace unos meses el nuevo director de la Fundación Siloé tras el nombramiento de Susana González como responsable de la Empresa Municipal de Vivienda (Emvisa). Puente acumula un largo periodo de trabajo en la casa en el que ha ejercido fundamentalmente como coordinador del programa de adultos, con personas con problemas de adicciones y de salud mental. Su vinculación con Siloé se extiende a más de catorce años, gracias a su formación como psicólogo. Ahora abre una nueva etapa en equipo, con los niños y los jóvenes como clave en la prevención en una institución que atiende los más desfavorecidos desde la autonomía personal.

-¿Cómo afronta el nuevo reto?

-Afrontar el reto de continuar y sostener una trayectoria dilatada de más de tres décadas en una organización como Fundación Siloé da respeto y un poco de vértigo, pero sobre todo entusiasmo de contribuir a mejorar los servicios, y seguir siendo facilitadores para aquellas personas que en un momento de sus vidas necesitan apoyos. Lo más importante es que lo afrontamos en equipo, un equipo potente formado por profesionales que trabajan en la intervención directa y en la gestión, y un Patronato que apoya y aporta en la toma de decisiones.

-¿Cómo está en la actualidad la Fundación Siloé?

-Desde hace poco más de un año está en un proceso de reorganización, con un plan estratégico encaminado a establecer los objetivos que nos orienten hacia dónde conviene seguir avanzando, y también que nos obligue a reinventarnos, al menos a incomodarnos, para cuestionarnos, constructivamente, hacia dónde queremos ir. Siloé tiene una peculiaridad que es la diversificación en la atención. Trabajamos con colectivos muy diferentes, que abarcan infancia, adolescencia y adultos; éstos últimos también con circunstancias muy variables. Esta diversidad nos posibilita aprender más, y darnos una perspectiva más amplia en cuanto a la intervención y las necesidades de las personas. Yo diría que en la actualidad, además de la atención habitual a colectivos muy diversificados de personas, estamos en un proceso de repensar muchas cosas, de innovar en algunas formas de intervención socioeducativa, y de abrirnos más aún hacia la comunidad.

-¿Cuál es la demanda más urgente?

-El centro de reducción de riesgos y daños, que es el que recibe a personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad más grave por las circunstancias sociosanitarias que les rodean: tipos de exclusión residencial, adicciones activas, otras patologías crónicas, desempleo, falta de apoyos sociales o familiares... Y porque ese contexto genera un aislamiento y soledad que es uno de los grandes problemas que tenemos en esta sociedad actual. Y de hecho, la situación de las personas que atendemos en el centro de día es una ampliación con lupa de un síntoma general que tiene que ver con la desigualdad y que provoca esa especie de epidemia de ansiedad y depresión de la que se habla en numerosas investigaciones hace muchos años, que relacionan mayores tasas de enfermedad mental en sociedades con mayores diferencias de ingresos y de jerarquías sociales.

-¿Tienen nuevas líneas de trabajo en marcha?

-En Siloé esa cuestión está siempre presente a la hora de afrontar retos. Los tiempos cambian mucho y con ello las necesidades, y no estar atento a ellas, hasta puede ser una negligencia. A veces no se trata de inventar nada espectacular, sino de optimizar lo que se tiene, añadiendo factores que mejoren los servicios. En el programa de atención a Infancia y Adolescencia, que es el más esencial de cara a la prevención para el futuro, se incorporó el año pasado el manual de Buenos Tratos en los centros con las niñas y niños, donde se trabajan materias tan sensibles hoy en día como la prevención del acoso escolar y la xenofobia, igualdad de género, uso de redes sociales, educación afectivo-sexual... Y también se empieza a trabajar la participación infantil y juvenil, desde una metodología que pretende generar más autonomía y responsabilidad desde la mirada de los menores.

-¿Cómo está funcionando Housing First?

-El programa Housing First de Gijón ya cuenta con diez viviendas desde al año pasado, distribuidas en el municipio. Es un proyecto muy novedoso, y con muy buenos resultados de eficacia, porque tiene una ventaja: la de invertir el proceso tradicional de la intervención en exclusión social grave, poniendo por delante el acceso a una vivienda, como primer paso necesario para iniciar un proceso de rehabilitación posterior mucho más eficaz. Que el acompañamiento sin exigencias terapéuticas previas sea el complemento necesario para un empoderamiento progresivo de la persona.

-¿Los usuarios se adaptan bien?

-Es algo que no puede ocurrir del día a la noche, porque haber vivido en la calle durante muchos años es una experiencia que sólo pueden conocer las personas que la han padecido, aunque no es difícil imaginarse lo angustioso y desgarrador que puede ser. Esto significa que es un proceso lento pero, desde la experiencia de dos años que llevamos en esta gestión, es una verdadera transformación para la calidad de vida de las personas que han podido beneficiarse del programa, y que manifiestan en todos los casos una satisfacción personal. Hay otro factor fundamental para el buen desarrollo del programa, y es la excelente coordinación técnica con la Fundación Municipal de Servicios Sociales del Ayuntamiento, sumado a otra innovación del programa Housing First en Asturias, que es la cesión de vivienda pública por parte de la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar.

-¿Qué actuaciones prevén para este año?

-Tenemos pendientes otros proyectos para este año 2020 que estamos analizando con los equipos, que supondrán poner el foco en aspectos emocionales y ocupacionales en la atención socioeducativa. No hay que perder de vista que las ONG somos colaboradores importantes de las Administraciones Públicas, y tenemos la ventaja de poder movernos con agilidad en la realidad, en el terreno. Por eso también tenemos la obligación de estar atentos a las nuevas necesidades que surjan, de reivindicar lo que queda por hacer, y de colaborar. Se habla mucho ahora del concepto "comunitario", y es importante que esté presente ese concepto, aunque todavía tenemos que aplicarnos mejor para desarrollarlo de un modo eficaz, y esa es otra línea más en la que intervenimos todas y todos desde distintos lugares.

-¿Y en cuanto a salud mental?

-El programa Prometeo, de Salud Mental, goza de muy buena salud. Empezó hace doce años su andadura con tres viviendas en el barrio de Montevil, y hoy cuenta con 14 viviendas distribuidas por Gijón. Creo que ya esos datos son muy elocuentes. Fue un modelo pionero en Asturias en la atención a trastornos mentales graves desde una perspectiva comunitaria en rehabilitación psicosocial. Y aquí es necesario hacer un doble y merecido reconocimiento, al Ayuntamiento de Gijón que apostó por un programa novedoso, y al psiquiatra que estaba en la coordinación del área en ese momento, Chema Fernández, con quienes trabajamos en conjunto durante mucho tiempo hasta definir un proyecto que hoy es una realidad en este municipio.

-¿Cómo trabajan en este campo?

-El programa apuesta por la autonomía real de las personas, y por la desinstitucionalización. Por eso la intervención terapéutica es en viviendas y no en centros tradicionales, y ese matiz es una diferencia fundamental que promueve el empoderamiento de las personas, que necesariamente deben tomar las riendas de sus vidas, marcando el apoyo que necesitan en cada momento.

-La vivienda es fundamental...

-La vivienda está muy presente en el contexto de nuestra intervención, porque creemos en que es el mejor soporte material para garantizar procesos de integración social y comunitaria, ya que permite un acercamiento normalizado al barrio, a la ciudad, y por ende, una inclusión más real. No quiero decir que sea suficiente solamente con la vivienda: tiene un haber un acompañamiento social, adaptado a las demandas de las personas. Acompañar y empoderar, para no generar dependencia. También hay que mencionar la dificultad para encontrar viviendas de alquiler, con una renta razonable y accesible para este tipo de perfiles, que suelen tener ingresos muy bajos. Esto es un inconveniente para el que habría que trabajar para buscar soluciones.

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