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EMILIO RIBERA | MÚSICO, MEJOR GUITARRISTA EN LOS ÚLTIMOS PREMIOS "AMAS"

Un maestro entre las cuerdas

Bisnieto de un director de orquesta del Liceu, empezó tocando en romerías hasta convertirse en un fino instrumentista atento a todos los estilos

Un maestro entre las cuerdas

Anda ahora en tratos con el cantaor David Hernández a la caza de un flamenco con hechuras. Y tiene firmado como músico y productor, a la espera de edición, un trabajo con el cantante y compositor Julio Ramos, que vuelve por los fueros que le encumbraron en los años setenta y ochenta. Ha tocado con la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS) y se le ha visto en el escenario junto a Miguel Ríos o Pablo Carbonell; al lado de Ana Belén y, con más frecuencia, junto a Marisa Valle Roso. También con el gaitero Bras Rodrigo o con los "Blus Probes". La versatilidad y virtuosismo de Emilio Ribera, capaz de enfrentar con la misma pasión y técnica el jazz y el rock, el fado y lo que ustedes quieran, han inclinado al jurado de los premios "AMAS" de la música asturiana a subirlo a la peana como mejor guitarrista de 2019 en el Principado. Fue en la gala que se celebró en el teatro Filarmónica, en Oviedo, el pasado día 22.

Un reconocimiento que llega después de varias nominaciones. "Es un maestro", dicen los que saben. Un galardón con el que se premia una carrera de fondo de este gijonés de El Natahoyo, nacido el 23 de febrero de 1977, que lleva impreso en su ADN el amor por la música. Es bisnieto de Antoni Ribera, director de orquesta del Liceu y uno de los fundadores de la Asociación Wagneriana de Barcelona. Hijo de Emilio, delineante, y de Marta, cigarrera, quienes los comocen cuentan que en la casa familiar hubo siempre una guitarra y la propensión dominical a las sobremesas de mucho concierto.

Curiosamente, Emilio Ribera, que hizo sus primeras letras en el Colegio Atalía, fue antes una promesa del saxofón que un cuajado guitarrista. Empezó a tocarlo con nueve años y a los doce estaba en la sección de viento de una de esas bandas de fiesta en fecha señalada. Hata que el padre Emilio cortó aquellos primeros bolos al comprobar que su vástago llegaba de madrugada, tras un bolo en Tapia.

Lo cierto es que Emilio Ribera fue sacando sus estudios. En el Instituto Emilio Alarcos se dio ya cuenta de que lo suyo era la guitarra, que trasteaba por influjo paterno. Así que se matriculó en la Escuela Taller de Guitarra Moderna, donde trabajaban con el método Berklee. Y se hizo con su primera eléctrica, un instrumento un poco abollado que conserva aún y fue antes de un componente de "La Banda del Tren". Pasó por el Consevatorio y acabó Magisterio -la especialidad de música, como el obvio- sin perder la tabla de los escenarios. Cuando tenía dieciocho años le dijeron que si tocaba en una orquesta de romería, al final del verano le quedaría dinero para un coche de segunda mano. Se lanzó, claro. Fue de "Ipanema" y se curtió en los bailes del Dragón o en la sala de fiestas del Parque del Piles.

Él mismo ha contado que recogió el título de Magisterio casi por casualidad y que jamás se le ha pasado por la cabeza preparar una oposición. Su único temario es de la guitarra, su compañera Eva y el hijo de ambos, que se llamó Guido en homenaje al monje benedictino Guido d'Arezzo, teórico musical del medievo a quien debemos, por ejemplo, el nombre de las notas musicales. Con las orquestas, ganaba dinero y aprendió un repertorio amplio. También hizo bossa nova con un grupo de nombre provocador, "Os Meninos Da Puta Rua".

Pero, como era de esperar, Emilio Ribera se cansó de las orquestas. Los músicos quieren tocar lo que les gusta, así que se enroló en proyectos que le entusiasmaban más aunque no dieran para comprar un auto de segunda mano al final de verano. Hizo jazz fusion en "Tyfpe", con disco que lleva fecha de 2012. Y acompañó a Esther Yuste en el dúo "Ribera". Hicieron juntos "Caminos sobre un océano", en el que resulta evidente el gusto por esa variedad de géneros: del fado al tango. Tocó también con los turoneses de "Truequedart". Es un profesional que toca muchas horas, aunque está persuadido de que como de verdad mejora un músico es con el estudio.

Esa pasión por la guitarra le llevó, primero, a abrir en el 2009 la escuela Ars Nova en la calle del Perú, en La Calzada, y después, tras participar en la NAMM Show de Los Ángeles -considerada la mayor feria de música del mundo-, a fabricar guitarras eléctricas. A California viajó invitado por Fender y allí se fijó en los instrumentos artesanales que se hacían en los talleres de lutería. Con la ayuda de un alumno de su academia, que es ebanista, ha construido una serie de guitarras en las que busca la mezcla de sonidos modernos y tradicionales. Emilio Ribera se ha convertido en un perito en lo suyo. Y lo que nos queda por escuchar.

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