Dicen que el mejor momento del día es cuando uno de los cuatro, el más madrugador, les despierta poco después de las siete de la mañana, porque después del protocolo de rigor, que es pesarse y apuntar en su libreta cuántos gramos han perdido desde el día anterior, toca el principal y único menú del día: una botella de agua con entre 20 y 25 gramos de glucosa. "Antes de diluirla hasta chupamos el terrón, a lo loco", bromea Fernando González. Es uno de los cuatro empleados de la EBHI que se declararon en huelga de hambre el pasado 13 de mayor. Sus otros tres compañeros se llaman Eduardo López, Adrián Serrano y Adrián Rey. Dos son eventuales y, la otra pareja, indefinidos. Cuando el grupo decidió atrincherarse en la sala del comité de la terminal y no volver a comer hasta que la empresa accediese a regularizar siete contratos, creyeron que la cosa duraría unos cuantos días. Han pasado, contando hoy, 25. "No se acaba de entender que nos dejen seguir así, pero al menos podemos decir que para llevar tanto días sin comer nada, estamos animados. No vamos a rendirnos", anuncian.

El conflicto en la empresa gijonesa se acabó de encrudecer esta semana, cuando por un lado los compañeros de trabajo de los cuatro huelguistas incrementaron su campaña de protestas y manifestaciones por la ciudad y, por otro, el comité de empresa anunció una huelga indefinida este martes. Un grupo minoritario que apoyaba esta segunda reivindicación protagonizó varios actos vandálicos. Los cuatro empleados llevaban más de 20 días sin comer. Y la empresa no hablaba. "Todo acabó siendo demasiado tenso y al final lo que queremos es dialogar; no apoyamos los actos vandálicos y dimos un paso atrás como gesto de confianza", explica el comité, que dijo haber desconvocado oficialmente la huelga indefinida el propio miércoles, a última hora de la tarde, con la esperanza de que la empresa retome las relaciones. Sin embargo, ayer la empresa, que según ellos tardó en contestar, no les anunció ninguna oferta de diálogo, así que el comité, de momento, reconoce "no ser capaz de negociar ni de mediar" en favor de estos cuatro compañeros. La tensión vuelve a aumentar.

Mientras, González y su equipo se entretienen leyendo, escuchando música y actualizando sus redes sociales, pero sin probar bocado. Según los sanitarios que hablan frecuentemente con ellos, "tras más de 15 días sin comer correr un riesgo serio de salud". Los implicados, que han divido con cintas sus 16 metros cuadrados (tocan a cuatro cada uno), explican que ya empiezan a notar bajones de tensión, porque se marean cuando se incorporan o hacen movimientos bruscos, y dos de ellos manifiestan un problema de dermatitis aún por investigar. Pero se sienten optimistas. "Al principio parecía que a mucha gente no le importaba y fue duro, pero ahora ya notamos el apoyo", agradece el empleado.