Como si fuera una de las decenas de competiciones que con tanto éxito organizó, la iglesia parroquial de San Lorenzo registró el lleno para despedir a Manolo Llano, el que fuera director del Comité Olímpico Español, fallecido hace dos días a los 75 años tras una larga enfermedad . Fue Llanos "un hombre que dejó huella", tal y como glosó, Jorge Cabal, el párroco que ofició ayer el sepelio de un gijonés clave en el desarrollo del deporte local, regional y nacional de las últimas décadas tras haber ocupado puestos en el Sporting, el Grupo Covadonga y el Patronato Deportivo Municipal.

"Tenía un gran sentido del humor. Muy playu. Fue un buen amigo y el deporte le debe mucho por ese gran afán de organización", apuntó la exalcaldesa de Gijón Paz Fernández Felgueroso, presente en el último adiós a un directivo inmenso. También asistieron, entre muchos otros, el edil de Deportes, José Ramón Tuero; el senador Pachi Blanco y el presidente grupista, Antonio Corripio. "Tuve una relación muy personal con él. Organizaba comidas e invitaba a los amigos. Disfrutaba con ello", aseguró Blanco sobre el finado.

El párroco de San Lorenzo se refirió a Manolo Llanos en varios ocasiones por su nombre de pila. Es decir, Manuel. "Manuel, Manolo, dedicó muchas horas de su vida al deporte. Era su pasión. Fue un hombre que dejó huella. Una huella que no la marcan ni el dinero, ni el poder, ni el placer. Quiso a la gente a través de lo que era", glosó el sacerdote en un concurrido templo que respetó las distancias por el virus.

La impronta de Llanos fue innegable. Su figura trascendió Gijón y Asturias. Fue en la época de Pedro de Silva como presidente autonómico cuando se convirtió en el primer director general de Deportes de la democracia. Sus aciertos llamaron la atención en Madrid. Javier Gómez Navarro, de aquella, el presidente del Consejo Superior de Deportes le fichó para ese organismo. Participó en dos puntos de inflexión que cambiaron el panorama nacional: la Ley del Deporte de 1990 y las becas ADO para ayudar a deportistas.

Su último paso fue en 1988, cuando Alfredo Goyeneche, por entonces, vicepresidente del COE, le nombró director deportivo. Su labor más importante en aquellos años fue su implicación en la organización de Barcelona 92, hasta la fecha una de las mejores que se recuerdan en el imaginario colectivo olímpico. No se movería de ahí hasta su jubilación en 2005. Se llevó muchas distinciones, dos de ellas, la Medalla de Oro al Mérito Deportivo y la de Plata de Gijón, en 2016. Pero, sobre todo, ayudó a a muchos deportistas y gijoneses. Una gratitud que ayer la ciudad recompensó llenando la iglesia de San Lorenzo para despedir a un directivo "que dejó huella".